lunes, 31 de diciembre de 2012

Bendi... ¿queeeé?

Cuando hay eventos culturosos en el centro, nunca falta una señora que vende galletas y da bendiciones. Así las ofrece: “galletas, dulces… bendiciones”. Me llama mucho la atención ya tiene una voz suave y siempre sonríe al ofrecer la mercancía que carga en una canasta. Suele usar vestidos de flores largos, con manga larga y cuello alto, generalmente terminado con encaje. Su pelo entrecano siempre está agarrado en un chongo y usa maquillaje discreto. En resumen, no pareciera que tiene necesidad de vender galletas caseras en la calle, por lo que tengo el presentimiento que lo hace porque le gusta bendecir gente. 

Hace poco le preguntaba a Ricardo si la palabra bendición tiene a fuerza una connotación divina. No supo. San Google me dijo que sí. Lo cual me deja mentando madres al español ya que la mayoría de las palabras que hacen referencia a tener una gran vida están relacionados a dios o a cualquier otra fuerza mágica: Fortuna, Dicha, Suerte. Como si algo mágico se necesitara para estar bien. 

Eso de bendiciones lo pensé a propósito de una charla que tuve con unos colegas el trabajo. Me sentí contenta de tenerlos en mi círculo laboral-computito. También pensé en mis compas de la escritura: sin sus jalones tal vez ya me hubiera vencido. Después pensé en mi familia y en mi sobrina. Y cómo la chamaca nos ha pegado aún más. Y por supuesto, pensé en Ricardo, en todo lo que hacemos juntos y en nuestros perros. Me di cuenta que tengo lo que mucha gente pensaría que son bendiciones. 

Como no soy creyente de cosas imaginarias, esa palabrita no me cuadra. Además, nadie me ha dado nada. La dicha que siento en este momento de mi vida es resultado de reducir mis dramas y tener en mi círculo cercano a gente a quien le importo y que me da estabilidad. No tengo cerca a nadie que me esté jodiendo la existencia porque yo lo he decidido así. 

No sé por qué invertí mucho tiempo de mi vida en el drama. Dicen que es porque los sentimientos de tristeza y desesperanza se sienten más fuertes. Ya saben, el dolor en el pecho y la constante incertidumbre de no saber qué va a pasar hace que te sientas vivo. 

Llega un momento en que hay que dejarse de pendejadas y quejas. Hay que apechugarle y ser honestos, con uno mismo y con los demás.

viernes, 21 de diciembre de 2012

ChuperRox attacks again

Desperté borracha en mi cama.  Aún no amanecía.  Al principio me asusté, no recordaba cómo había llegado ahí.  Después sentí a mi viejo y supe que todo estaba bien.  Por la mañana descubrí los raspones en las rodillas y en el hombro. Tenía ascos, el estómago revuelto, pero nada de dolor de cabeza.  Bendito tequila.

Maldito tequila. Desperté a mi viejo en la madrugada porque no me acordaba de nada después del tercer caballito de tequila comunitario (por supuesto, había estado chupando toda la tarde).  No recuerdo de haberle llamado para que fuera por mí o cuando llegó al lugar de la posada.  Tampoco cómo traía pijama o dónde había vomitado.  Porque había vomitado, esos flashazos sí los tenía.  Ricardo me informó que un amigo/colega de demasiadas borracheras anteriores, le había llamado desde mi celular.  Y del susto que tenía mientras manejaba a casa porque no hacía más que quejarme.  Y que sí, vomité otra vez en el coche.

Los huecos mentales terminaron de llenarse el lunes, cuando me informaron mis compañeros de trabajo que sí vomité en el baño (fiu) y que era yo la que andaba organizando los caballitos comunitarios.  Que fue en el baño donde me caí y me raspé las rodillas y el hombro.  Que hubo quien me quitó los caballitos de la mano y me los cambió por agua.  También de las chicas que me auxiliaron en el baño. Que cuando Ricardo llegó en nuestro rojo corcel, me lancé a sus hombros emocionada.  Al parecer no hubo exhibicionismosos o malacopismos de mi parte.

Ponerse hasta la madre en la posada del trabajo es un riesgo que debería ser añadido al proyecto (chacatacum plashz).  En serio, de las cosas que no hay que hacer en la vida están en el mismo nivel: matar gente, comer hotcakes con huevo y ponerse hasta la madre de ebrio en las posadas del trabajo.

Pero qué quieren.  A veces y no sólo cuando estoy borracha, siento que no es trabajo, snif.





Por cierto, tengo un coche nuevo y no nos amamos desde el principio.  La historia de su clutch y mi incapacidad de coordinar en un cuentito nuevo.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Black mirror o un reflejo oscuro y cercano

Black Mirror es una miniserie de tres capítulos que no van en serie. No es de extrañar que sea inglesa ya que a estos isleños les encanta inventar sus propias reglas. Sin embargo, los tres capítulos tienen en común que narran una distopía que puede llegar a sentirse muy cercana. Sin llegar a ser un mundo apocalíptico, la propuesta de Black Mirror asusta. Y es que conocemos al "Coco": Youtube, Twitter, Ipad o American Idol, smartphones.



En The National Anthem, unos golpes en la puerta de la habitación despiertan al Primer Ministro de Inglaterra: acaban de secuestrar a la Princesa más querida por el pueblo y, a menos que se coja una cerda (de esas que saben tan bien en taquitos con salsa molcajeteada) en cadena nacional, el secuestrador la matará. Cuando despiertan al Primer Ministro, el video con la Princesita atada y llorando es viral. Entonces el smartophoneado pueblo toma el poder mediático. Juzga y presiona al gobierno quien además, hace las pendejadas de siempre.

¿Algo así podría pasar en nuestra sociedad? Algo me dice que ya pasó.

Link a The National Anthem, los de Channel 4 no dejan embeberlo, grrr.

15 Million Merits se burla de los reality que lanzan "estrellas" por el voto del público. El capítulo se llama así ya que la gente obtiene méritos por pedalear una bici estática. Viven en un cubo con paredes táctiles que reflejan la TV o las aplicaciones que compran. De no ser por los "vecinos" de bici, las relaciones personales son nulas. Además para eso existe un avatar que puede visitarte en las paredes del cubo. Vestidos de gris, estos seres no hacen más que pedalear y descansar en su caja. Bing tiene cerca de 15 millones de méritos, que es como dinero para comprar desde pasta de dientes, hasta apps para su caja. Bing ahorra su méritos; gasta apenas para lo indispensable. Entonces conoce a una chica hermosa que sabe cantar. La motiva para que vaya al concurso y todo se va por el caño. Esta vez, el reflejo negro es una sociedad gris cuyo mayor logro es salir en un reality que maltrata a los concursantes. Una sociedad clasista y conformista.

   

The entire history of you es, a primera vista, la que menos referencias actuales tiene. Con una estética de la gringolandia de los 50s, podría decirse que la sociedad es bastante "normal" excepto por un chip que graba todo lo que la gente ve. Todo. La película puede reproducirse a capricho en los propios ojos o en una televisión. En la trama encontramos a un hombre que se siente fracasado por no conseguir un trabajo. Además presiente que su mujer lo engaña con un excompañero de la escuela. El individuo no tiene acceso a las grabaciones de la mujer, o de su supuesto amante; sin embargo, puede rebobinar y hacer zoom en lo que considera indicios de infidelidad. En una escena impactante, el matrimonio está cogiendo de una manera automática, sin pasión. Pero en sus ojos, cada quien reproduce una escena de sus primeras cogidas, en donde jadeos y sudores existieron. Patético.

Aún no tenemos un chip grabador, pero que levante la mano quien, movido por un obscuro sentimiento, no haya stalkeado y sacado conclusiones de fotos de Facebook, checkins en foursqueare o post crípticos en blogs.

Link al avance de The entire history of you



Bájense Black Mirror, es imperdible. Luego me cuentan cómo les fue en el reflejo. En una realidad más agradable, mi post ñoño de las mujeres que desarrollan software.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Uno más para los 50


Mi sobrina acaba de cumplir un año. Tuvo su fiesta con lo que establece el reglamento oficial: pastel, piñata, niños jodones y familiares encantados con la chamaca.  Recibió muchos regalos, en su mayoría juguetes.  Ya tiene su primer muñeca; tiene cuerpo de trapo y sólo las manos, pies y cara de plástico.  La “bebé” dice “mamá” y cuando le pone su chupón, cierra los ojos y suena una canción de cuna.  También le dieron juguetes de esos de estimulación en los que tiene que abrir puertas, apachurrar botones, girar tuercas, etc.  Uno de esos juguetes le encantó: es una casita de plástico de unos 20 centímetros de alto.  El juguete es básicamente un cubo con el techo y las paredes con actividades interactivas por realizar. Por ejemplo, al tocar el timbre, se escucha ¡Ding Dong! y un pequeño diálogo de “-¡Llaman a la puerta!, ¿quién será? ¡es el vecino!-. Dependiendo si la ventana tiene la cortina abierta o cerrada, son actividades de día o de noche.  Además, tiene el modo “contrario” en el que la casa “habla” lo contrario.  Así que, cuando abres la puerta, se escucha “¡Adiós!”

Como la casita es básicamente una caja cerrada, en las paredes se encuentran la puerta de entrada, una habitación, la cocina y el baño.  Para hacerlo más entretenido, los fabricantes pusieron diferentes actividades dentro del mismo coso apachurrador. Así que si apachurra el libro de la habitación, cuenta cuentos diferentes.  En el techo hay un par de pájaros que al apachurrarse cantan “pío-pío” en diferentes tonos.  Después de apachurrar el pájaro grande e inmediatamente después el chico, comienza una canción.  

A la escuincla le encanta bailar: Aunque esté sentada, en el momento que escucha música se comienza a mover.  Si la canción tiene un ritmo lento, sólo mueve los hombros.  Si va más aprisa, da brinquitos con el torso y hasta mueve los brazos con fuerza.  Al final siempre aplaude. 

Y la canción que sale después de la combinación de dos pio-piosle encantó.  Así que bastaron un par de pios para que la mentada canción de “el sol sale y los pajaritos sabequé” nos hartara.  Al día siguiente, la escuincla andaba con su mona de la mano y se encontró a la casita interactiva.  Entonces usó la manita de la muñeca para apachurrar los pío-píos.  Quienes presenciamos este acto de genialidad comenzamos a hablar sobre la inteligencia de la chamaca:  que si todos los días se le ocurren cosas nuevas, que si es tan inteligente como su tía Rosy, etcétera.

Sé estamos locos por la escuinclilla.  Que la encontramos más inteligente y hermosa cada día y hasta las cacas que hace son obras de arte en pañal.  Pero siendo sinceros, lo normal es que los niños de esa edad aprendan muchas cosas todos los días.

Hay quien asegura que podríamos seguir aprendiendo así durante toda nuestra vida.  Otros más opinan que la escuela, tal y como nos tocó vivirla, viene a joder todo eso.  Lo que sí es un hecho es que no aprendemos más porque no queremos.  Nos distraemos con pendejadas y dirigimos nuestras acciones en base a lineamientos borregos a los que no les dedicamos ni media neurona para pensar ¿y sí se tienen que hacer las cosas así?

Por eso, ahora tengo otro blog.  Más serio y más ñoño, pero sin duda, es una parte importante de lo que soy.


jueves, 8 de noviembre de 2012

Barbacoa, pulque y robos en Boyé

Dicen los que viven en el semidesierto queretano que los aires fríos, la comida y la bebida de por allá los hace aguantar más y mejor los años.  Empiezo a descubrir que tienen razón.

Píquenle en la imagen para irse al post de Barbacoa y Pulque en Boyé en No le cuentes a mi madre.


Barbacoa y pulque en Boyé

-¿Y dónde chingados queda Boyé?

Le pregunté a mi Maridaje mientras veíamos una revistita que decía que se aproximaba la feria de la barbacoa y el pulque en la mentada localidad.

-Quién sabe, pero hay que ir.

Yo asentí.  Y es que hay pocas razones válidas por las cuales levantarse un domingo de madrugada.  Barbacoa + pulque es una de ellas.

Cuando la fecha se aproximaba, me enteré que la feria es de las más viejas de Querétaro: 20, 45, 100 años.  Nadie sabía bien cuántos, pero es muy vieja.  También me enteré que la fiesta es en honor a su patrono, San Antonio de Padua.  Pero a pesar que a este santo lo celebran en junio, las fiestas son en septiembre, que es cuando los borregos están panzones y listos para meterlos al hoyo.

Me advirtieron también, que la barbacoa se acaba por ahí de las 11 am.

Eran las 7:30 am de un domingo y sin siquiera un café en la panza, mi Maridaje y yo esperábamos congelados en el IMSS de 5 de febrero. ¿De qué lado iba a estar? ¿Ya le llamaste? ¿Sí era a las 7:30? Eran mis preguntas acosatorias.  No tardó mucho en llegar el Rizos en su camionetón.  Esperamos un poco más a las viejas y emprendimos la huida hacia Boyé.

El pueblito queda yendo hacia Bernal, pero desviándose hacia Cadareyta (¿o Ezequiel?) y ahí derecho.  Desde Querétaro son unos 50 minutos.  Hay puestitos de barbacoa desde que se toma la carretera a la Sierra Gorda.  Y por eso, los seis muertos de hambre que íbamos en la camioneta nos preguntábamos  ¿será ahí la feria? Cada que veíamos un hoyo se nos antojaba (la barbacoa).

Supimos que habíamos llegado cuando nos detuvimos en una filota de autos.  “Don Chon le da la bienvenida a Boyé” rezaba un anuncio.  Eran casi las 9 y el corral de vacas convertido en estacionamiento estaba retacado: Y tú que querías llegar hasta las 12, se escuchó como recriminación. Con las tripas crujiendo, recorrimos las calles del pueblo.  Un tianguis de chucherías guiaba nuestro camino: frutas, verdura, pan recién hecho, juguetes, trastos, ropa… ¿y la barbacoa?

Encontramos un lugar y estaba un poco vacío.  Caminamos un poco más y nos encontramos a Don Poncho y sus curados de Pulque.  Ahí también había barbacoa saliendo del hoyo.   Nos miramos con alivio.  Con la vaquita armada, apartamos lugar en las mesas y compramos consomé, barbacoa y por supuesto, curados.  Como el de piñón costaba 80$ el litro, me decidí por el de nuez.  El de guayaba estaba más rico.

Nunca antes había probado los curados.  El pulque sí, en aquella ocasión que fuimos a buscar vendedoras de caricias en San Juan del Río.  Mi bisabuelo tomaba pulque.  De los pocos recuerdos que tengo de él es acostado de manera desparramada, oliendo ácido y diciendo puras sonseras.  Y mi abuelita (su hija) enojadísima porque andaba de borracho.  Mi hermana se divertía acercándose a él y jugando a esconderse tras de los muebles.  A mí me daba un poco de temor.  No por mi bisabuelo Felipe, sino por mi abuela, que no lucía nada contenta.  Le di un trago y sentí el sabor amargosito y burbujeante en el fondo de mi garganta. La barbacoa y el consomé también estaban de rechupete.  Y tortillotas recién hechas con salsa picosita.



El litro era para mi viejo y para mí, pero como él no toma líquidos mientras come, casi todo me lo empiné yo.  Por eso, cuando nos levantamos para conocer más de la feria, sentí el alcohol revoloteando en mi cabeza.  Me agarré del brazo de mi Maridaje y comenzamos a caminar.

Durante la hora y media que estuvimos comiendo, se atascó la feria.  Iba caminando y empujando gente cuando me encontré a Padawan–Fosil.  Le dije dónde comimos y que ahí estaba lo bueno: tenía que ir pa’trás.  Después me di cuenta que la feria y el pabellón con un chingo de hoyos estaba pa´delante.  La zona en la que comimos es parte de las casas del pueblo, que abren las puertas para alimentar a los hambrientos.

Al pabellón ni entramos.  Con alargar el pezcuezo nos dimos cuenta que no cabía un borrego muerto o un hombre vivo más.  Las colas para pedir eran enormes y la gente estaba desesperada por comer.  Excepto los que son sabios y cargan con su tarro de cerámica para el refill de pulque.

En las carpas del pabellón me encontré a  Padawan–Perry (ahora expadawan, bua), quien me dijo que ya no alcanzó consomé.  Nosotros le presumimos nuestra panza y le demostré que ya no podía coordinar bien mis pensamientos.  Osea, que el pulque si pega.  Volví a decirle dónde estaba el curado “bueno”.

Tanto hablar de curados me dio antojo y convencí a mi Maridaje a que me acompañara por otro de guayaba.  Y tal vez un vasito de piñón.  Nuestra misión era volver a Don Poncho, en sentido contrario de la horda de comensales que se dirigían al pabellón.  Pateando chunches chinas y comiendo muestras gratis de ese pan de feria de nuez -calientito y delicioso- llegamos con Don Poncho.  Y justo en la entrada Padawan –Fosil  me dijo que se había terminado el curado de piñón e iba a buscar en otro lado.  Es más que ya no había nada.



Yo, que había sufrido empujones y manoseos (de mi viejo, así es de aprovechado cuando hay bola) corrí a los garrafones a llorar.  Efectivamente, Don Poncho estaba atascado y sus hijos se hacían bolas atendiendo a sus etílicos clientes exprimiendo hasta la última gota de los garrafones. Esperé pacientemente y en primera fila que rellenaran las garrafas.  Un borrachito con su tarro de cerámica pidió pulque de verdad (sus palabras) no chingaderas (sus palabras) y nos mentó la madre a los que veníamos de ciudad y freseabamos con curados de piñón.  Me cayó bien el Don. Por fin llenaron las garrafas y me atendió la hija de Don Poncho, una gordita que se la pasaba preguntando a Don Poncho: ¿este es el de nescafé? ¿y el de nuez cual es? Le pedí un litro de guayaba.  Desde que me lo sirvió, no lo vi con color de guayaba.  Lo probé y no era de guayaba. Oye, no es de guayaba le dije.  La gordita se puso un poco en su mano y lo probó. ¿Tío, verdá que este es de guayaba? Sí mija decía el Tío sin ver.  Volvía a probar y le dije, que no, este es de nescafé.  La gordita atendía otros clientes y aseguraba que era de guayaba.  Que no. Y como me puse necia, mi viejo me mandó pa’ fuera con todo y curado.  El desorden seguía, volvió el borracho mentamadres y mi maridaje se salió sin pagar.  El curado de nescafé me supo a guayaba.

Apenas eran las 12 del día y ya habíamos recorrido la iglesia y los puestos. Nos entretuvimos un rato escuchando al joven vende cobertores ma-tri-mo-nia-les de esos que no te dan una -no estimados lectores- no una, ni dos cobijas, sino ¡tres! ¡Tres cobijas ma-tri-mo-nia-les por 250 pesitos! pero eso no es todo -estimados lectores- te llevas además, sin costo extra una almohada, o mejor dicho dos almohadas por 250 pesitos. Y es más, como ya se iban la oferta: una, dos, tres cobijas ma-tri-mo-nia-les y una, dos almohadas de plumas por 200 pesitos!

Estuvimos buscando un arbolito para jetearnos y no había nada. Los juegos mecánicos estaban apagados y nadie quería ir al lienzo charro. ¡Pues vamos a Bernal a bajar la panza en la piedra! Dijo alguien.  Volvimos al camionetón y al salir a la carretera, vimos kilómetros y kilómetros de filas de autos.  Prácticamente la fila llegaba hasta Cadereyta.  ¡Ha-Ha! Les gritamos a todos los que se quedarían sin saborear la deliciosa barbacoa y el pulque.  Mi maridaje les enseñó las nalgas por el vidrio para completar el cuadro mentativo.



Ya en Bernal, le llegamos a las micheladas, fuimos a la piedra, pedimos cerveza de manzana y por supuesto, terminamos en gorditas Doña Coco.  Ah, y mi marido se robó un cacho de arte sacro que ahora engalana mi pared y que sostiene los dineros.


 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

En mi cuarto hay un gato encerrado


En realidad es gata. Lady Gata o Gatalina la peque (aún no sabemos cómo ponerle). Es una cachorra de dos o tres meses de raza siamés con punto de chocolate y de pelo largo. Eso me dijeron en la veterinaria. La recogí el lunes a medio día del estacionamiento de mi gimnasio. Estaba congelada y sus patas cafés un poco mojadas. Saqué la toalla del gym, se la eché encima y la agarré. No puso resistencia. La hice taquito en la toalla y volví a mi trabajo.

Lady Gata

No soy una loca de los gatos. Y no sé nada de los felinos. Por supuesto, no me la pienso quedar. Scampi es un asesino celoso que al primer descuido le abre la panza. Pero no podía dejarla ahí tirada. Y como no traía coche, no tuve otra opción que llevármela al trabajo.

La revisé, apretándole las patas para checar que no estuviera herida. Caminaba bien, aunque encorvada del miedo y frío. Maullaba mucho y su voz estaba un poco rasposa. Como se le sentían las costillas, la dejé en el baño y fui a comprarle un sobre de comida. Se la ofrecí en un plato desechable y la devoró.

Mi idea era dejarla en el baño; en la oficina sólo somos dos mujeres y cuando mi compañera la vio, dijo que no había problema. Sin embargo, chillaba mucho. Así que me pasé toda la tarde trabajando con una mano, porque con la otra le hacía piojito en el lomo. Sólo así chillaba más quedito.

Saliendo del trabajo la llevé con la veterinaria de mis Gazpachos; siempre me hace descuento cuando ando de recoge-perros. La gatita está desnutrida y con los pulmones congestionados. Le aplicaron una inyección para sacar los mocos de los pulmones, la desparacitaron y despulgaron. Le volvieron a ofrecer de comer, esta vez una lata de comida ultra-cara y le llegó. Con comida –de veterinario, nada de purina- y cobijas calientitas va a estar mejor.

Ahora, mi cuarto es el cuarto de la gata. Los Gazpachos saben que ahí hay algo encerrado. Pero no la han visto. Y eso que ayer la envolví en una toalla, me la metí a la chamarra y la saqué al parque, junto a mis hijines.

Es muy asustadiza, pero no agresiva. Se encorva y arrincona.  Al menos, ya no maúlla. Cuando la voy a agarrar, abre mucho sus ojos azules, pero no gruñe ni muerde. Ayer le apliqué la terapia piojitoria en su lomo y comenzó a ronronear.

Es muy extraño tener un gato. No sé si porque es callejera le valgo madre y no reacciona a mis palabras. Se hace pipí en las cobijas y pareciera que es feliz arrinconada. No sé cómo hacer que haga en su caja de arena o cómo jugar con ella. Así que bueno, ¡ayudaaaa locas de los gatos!

Y claro, si vives en Querétaro y la quieres, mándame un mail a rossymr@gmail.com. La entrego esterilizada, eso sí.




PD. Chiva, la perrita que recogí en abril, ahora tiene un hogar feliz; en Facebook se ve gorda y consentida.

viernes, 5 de octubre de 2012

Learning to walk again

No es la primera vez. Este sentimiento de descorazonamiento lo sentí antes: cuando me divorcié, cuando volví de España, cuando me alejé de gente que fue importante en mi vida. Sé lo que es caer en una espiral de enojo, tristeza, desesperación, impotencia. Lo inaudito es que ahora haya sucedido por el trabajo.

El trabajo. Se supone que sólo sirve para darme de comer y comprar porquerías que hacen que el mundo siga girando, ¿no? Por fortuna –o infortunio dirán algunos- mi trabajo no es eso para mí. Hace un par de años, me transformé (¿o me transformaron?) no en una workohólica, sino en una madrastra. (Iba a poner madre, pero luego las que han sacado gente de sus vaginas se me alebrestan). Y digo que me transformaron ya que cuando me di cuenta que estaba rodeada de gente creativa e inteligente, no me atreví a plantarles un proceso que los castrara.

Entonces hice rollito el título de mi maestría y todo lo cmmiezco del mundo computito y me entrené para ser una profetiza del Agile. No voy a explicar lo anterior, sucios iexplorientos. Básteme decir que a veces se siente como un dolor de muelas en los ovarios*. Y lo peor es que te lo advierten: Scrum / Agile puede ser un dolor de muelas en los ovarios. Pero ahí anda una de jipimadafaka: ¡sí hay que programar sin brassiere!

Y bueno, aunque más de un programador sí necesita brassiere (seriously), ser profetiza del Scrum y Ninja del Agile Testing ha sido por mucho, lo mejor que he hecho como profesional del acarreo de bytes (control zape dixit). Y no es que sea masoquista o haya aprendido a evitar al 100% el dolor.

Es la satisfacción de verlos crecer y decidir cómo trabajar. Es la lagrimita que se me salió cuando los escuché decir que los junits encontraron bugs que se hubieran ido a producción. O la emoción de escucharlos explicar y debatir reglas de negocio que ni yo entiendo bien. O el deseo cleptómano reprimido de robar sus libros de agile y las carcajadas de leer documentación amigable e ingeniosa. Son esos pequeños momentos en que te imaginas protagonizando un comercial de Visa con el pelo Pantene.

Entonces, ocurrió la tragedia: perdimos a casi la mitad de la gente. Y empezó el descorazonamiento y la mentada espiral de desdicha que la vuelven a una alcohólica.

¿Por qué volverlo a intentar?

Porque somos bien chingones y estamos destinados a la grandeza. Todos: incluso los que ya no están aquí.  

Súbanle:



*Robado de mi marido

viernes, 14 de septiembre de 2012

Mi sobrina y yo les patearemos el trasero prontamente

Cuando mi sobrina nació, le escribí un mail a la familia con fotos y el siguiente párrafo:

A sus dos días de vida, sus principales gracias son: chillar como gatita, mover las manos de tiranosaurio y ser más bonita cada día. Le gusta hacer caras mientras duerme, chupar sus manos y llamar la atención de sus abuelos y tía. Viste camisetas de algodón y pañal. La técnica del taquito aún no está 100% dominada pero seguro que hay algo en youtube.
Ahora, Gaby está por cumplir un año y sus principales gracias podrían llevarse muchos párrafos. Supongo que es parte de la evolución “normal” de un bebé, pero me parece la más inteligente y hermosa. Sus ojos azules son muy expresivos y atentos. Siempre están atentos y curiosos. Habla y habla en babytalk y no tiene empacho en gritar cuando está emocionada. Prefiere caminar a gatear y estoy segura que lo hará sola muy pronto. Todos los días aprende cosas nuevas: aplaude, ladra, hace como si anduviera sobre un caballo, manda besos y hace ojitos. Contesta con su dedito cuando le preguntan ¿Cuántos años vas a cumplir? y espera las partes divertidas de las canciones para bailar y mover los brazos. Ya sabe hacer berrinches y aunque come muy bien, cuando no quiere, no hay “avioncito” que la convenza de lo contrario. Le gustan los lugares nuevos, se emociona cuando llega a casas que no conoce. A veces, la gente cree que es niño y por eso le han comenzado a poner moños en ese pelo güero que le tardó tanto en salir.

Como vive en Guadalajara, la veo cada 3 semanas o un mes. Aunque mis papás me mandan videos bastante seguido, cuando la veo en vivo me doy cuenta que les faltó mandar muchos y eso que ya tienen 2 iPads con nada más que libros electrónicos y videos de la bebé. Por eso, cuando voy a visitarlos, me quedo todo el tiempo que puedo con ella.

Hace un mes, toda la familia fuimos a México. Nos amontonamos en casa de mi abuela y pusimos colchones inflables para dormir. Uno de los colchones quedó en el centro de la sala, con los sillones alrededor. Como esos colchones tienen alta capacidad brincolina, me puse con Gaby a jugar recargándome en el colchón para hacerla brincar. “Cuidado con la niña”, me decían una y otra vez. Y es que en cuanto comenzó a agarrar confianza, la niña gateaba rápido por el colchón hasta treparse a los sillones. Entonces se aventaba al colchón como si fuera una alberca, con la seguridad que estaba la tía para amortiguar su caída. En una de esas aventadas, no alcancé a agarrarla; el resultado fue una niña girando 360 grados por el aire y cayendo de espaldas en el colchón. Me asusté un segundo nada más: Gaby reía y gritaba divertidísima. Eso sí, ya no nos dejaron seguir jugando en el colchón.

Cuando estoy en casa de mis papás, la llevo a tocar esos juguetes de adultos que no están a su alcance. Aún no hemos roto ningún marco de fotos o recuerdito de ciudades. Cantamos, jugamos y leemos todo el tiempo que se puede. El domingo que se despertó, estaba sentada en la cama de mis papás. Entré al cuarto y en cuanto me vio, alzó los brazos para que me la llevara a jugar.

Cuando Gaby nació, escribí un tweet que decía algo así como que mi sobrina le pateará el trasero a todos sus hijitos, sobrinos y demás.  Ahora me doy cuenta que esa fecha está muy muy cerca y que yo la voy a ayudar, muajajaja.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Hit and Miss o el niño-niña que tenemos dentro

Mia es una asesina a sueldo. Sexy, fatal y con pito. Ser transexual es una ventaja para su oficio, ya que legalmente, Mia no existe. Existe Ryan y Mia trata de lidiar con su pene y con su pasado. Y es precisamente su vida como hombre la que se mete en esa calma que requiere ser una asesina con sangre fría. Una carta le informa que su ex tuvo un niño del que ella es el padre. Ahora, que su ex murió de cáncer, debe cuidarlo. Ryan tiene diez años y vive con sus hermanitos. Riley y Elí son un par de pre-adultos desconfiados y que saben utilizar las groserías inglesas a la perfección. Luego sigue Ryan, tímido y asustadizo y al final está Leonie, una tiernísima niña de 6 años que adora bailar. Todos viven en un rancho, a las afueras de una ciudad inglesa. Son pobres, han sufrido abusos y tratan de sobrevivir en un lugar que nada tiene que ver con el primer mundo inglés.

Mia no está segura de querer hacerse cargo de los niños. Los niños grandes están seguros de que no la quieren ahí. A Ryan le encanta tener una figura paterna-materna en casa y Leonie habla con su madre muerta. Aunque Mia no les oculta su transexualidad, esa no parece ser la causa de que los mayores la rechacen. Sencillamente, no la necesitan. Ellos son los jefes y sabrán hacerse cargo de los niños y la granja. No permitirán que nadie se meta en su familia. Sin embargo, Mia se muda con ellos e intenta hacerse cargo de su vida y sus problemas. Cuando Mia se enfrenta al gordo y violento arrendador del rancho, comienzan a ser una familia.

Hit and Miss pone sobre la mesa el tema del género, el sexo y la violencia sin ningún tinte moralizante o a favor del homo/trans sexualismo. Los escritores te presentan una historia y en nosotros queda asustarnos o reflexionar sobre ello. Yo me pregunté si la nueva familia de Mia es disfuncional. Si el que ella tenga pito o los niños sean de diferentes padres y carácter explosivo, los hace disfuncionales. Entonces los niños comienzan a confiar en ella y Mia a preocuparse por ellos y a sentirse madre. Hay un capítulo en el que Ryan se viste de mujer: se maquilla y pone tacones. Sale a la sala y todos se burlan. Mia habla con él y entonces entendemos que lo único que quiere Ryan es imitar a su padre, igual que muchos niños. En otro capítulo, la niña quiere que Mia baile con ella. Un parco “yo no bailo” hace que la chiquilla se entristezca. Al final, terminan todos bailando. Me parece que a pesar de la violencia que Mia les enseña, la familia funciona bastante bien.

Las actuaciones de Ryan y Riley son asombrosas; espero ver mucho más de ellos dos. Las escenas en las que Mia sufre el dolor de ser una mujer con cuerpo de hombre son explícitas y directas. Una máscara y golpes al pene son más fuertes que ver el pene mismo. La dualidad hombre-mujer de Mia está presente también en su personalidad. Puede ser una asesina a sangre fría y al mismo tiempo sufrir por amor. Su seguridad al disparar contrasta con su inseguridad al educar. Pareciera que el transexualismo de Mia es una más de las dualidades que todos tenemos en nuestra personalidad.


Hasta ahora, la serie tiene una temporada de 6 capítulos y sin planes de hacer más. Lo que es una lástima ya que el final queda demasiado abierto. La protagonista, Chloë Sevigny dice que está esperando leer de qué iría la historia. Capítulo tras capítulo es un madrazo. El drama, las actuaciones y los personajes son tan cabrones que el final se siente como un “no me chingues”. 

Hit and Miss es una serie provocativa, con una historia que atrapa y te deja pensando. Nos obliga a replantear nuestra actitud ante lo la sociedad nos ha dicho que es antinatural y hasta anormal. Algo así también hacen los 3 capítulos de Black Mirror, pero con conceptos tan 2.0 como youtube, facebook, twitter, ipad, american idol y grabaciones.

sábado, 18 de agosto de 2012

Put that in your pipe and smoke it

Ya sabemos lo que pasa con la gente que vive en islas: se vuelven locos. Y es que cuando a huevo tienes que cruzar el mar para chingar a tus vecinos, no te queda otra que organizar los Juegos Olímpicos y obligar a todo el mundo a tragar Fish and Chips con los pies mojados. Son crueles esos ingleses. Sin embargo, esa locura provoca destellos de genialidad. No, no hablo de Beatles y compañía. Hablo de series de TV.

En esos canales británicos hay zombies católicos que persiguen a jóvenes maleantes con superpoderes. Un primer ministro obligado a cogerse a una cerdita en cadena nacional. Un policía investigador que rechazado por sus formas, sufre acoso sexual e intelectual de una inteligente y bella asesina. Una asesina a sueldo que se entera que el pito que ahora quiere cortar le hizo un hijo y decide cuidarlo junto a sus 3 emputados niños de su ex. Y por supuesto, no podía faltar la nobleza, con su noción retorcida del deber, el honor y por supuesto, el poder.

Downton Abbey

El primer capítulo comienza con un ejército de impecables sirvientas haciendo camas con edredones pachonsísimos, poniendo leña en las chimeneas en salones de oro, lacayos limpiando plata, cocineras hirviendo docenas de ollas. Un hotel, pensé. Así que cuando vi que en Downton Abbey vivía una familia de cinco, se me cayeron los chones. Cinco que son atendidos por una servidumbre de mínimo 15 personas. Sí, es un drama. Corrijo: es un dramomón.

¿Quién tiene una pinche casa así? El Conde de Grantham, Robert Crawley. Aunque el hombre se casó por dinero tiene un alto (y complicado para mí) sentido del honor. Sabe que no fue bueno ni para tener un hombrecito y su matrimoniada fortuna irá para su sobrino. El mentado sobrino tuvo la mala suerte de comprometerse con Mary (su caprichosa primogénita) y de morirse en el Titanic. Ah sí, la serie es de época y mezcla la historia de Inglaterra (y del mundo) de principios del siglo pasado con la historia de los habitantes de la mansión. En la trama vemos desde la invención de la luz eléctrica y el teléfono hasta la primera guerra mundial. Mary tiene que gustarle el nuevo heredero –Mathew- y así continuar tener títulos, dinero y casita. Sin embargo, Mathew es un peladito al que le gusta trabajar de abogado. ¡Un noble trabajando! ¿Cuándo se ha visto? A la familia la complementan una hija fea y otra bonita, pero de peligrosas ideas libertinas. La mayonesa sobre las papas fritas es la abuela, Violet Condesa Viuda de Grantham, una viejita marionetera que sabe qué hilos mover para controlar a la familia. La Condesa Viuda es la aristócrata británica por antonomasia. Sus comentarios clasistas son divertidos e ingeniosos y lo mejor es que parece no darse cuenta que son clasistas y retrógrados. Como buena suegra, su nuera Cora no le es nada simpática. Cora era una plebeya y su única virtud era el dinero. Aun así, Cora es inteligente y sabe cómo torearla. Ambas se unen para padrotear a Mary.



No tienen sangre real, pero los dramas de los sirvientes también son desgarradores. El Señor Carson es el mayordomo y quien realmente dirige Downton Abby. Tiene ahí toda su vida y por eso, ama a la familia Grantham como si fuera la suya. Supongo que el ser un viejo solterón ayuda. John Bates es el cojo valet del Conde. Lo ayuda a ponerse sus pijamitas y está dispuesto a morir por la familia Grantham. Tiene un pasado oculto y su enorme honor le impide encamarse con Anna, una de las sirvientas. A todas las sirvientas las dirige otra solterona, la Señora Hughes. La tensión sexual entre Anna y Bates es traumática, horrorosa y una patada en las chiches. Algo así como Anthony Hopkins en “The Remains of the Day”. Pero no todos los sirvientes son tan *cof*pendejos*cof* fieles. O’Brien es la sirvienta que ayuda a la Condesa a lavarse la espalda. Intrigosa y cizañosa, se dedica a hacerle la vida de cuadritos al honorablísimo Bates y a otros sirvientes. A O’Brien ayuda de un mesero maricón, un verdadero hijo de la chingada cuyo nombre no recuerdo.

Es una telenovela, lo sé. Y no me da vergüenza admitir que lloré con el final de la segunda temporada. No hay encueradas, malas palabras, situaciones extraordinarias o nuevas formas de contar la historia. Multinominada y premiada, la gente que habla de la magnífica producción, los detalles de época o las actuaciones. Pero lo que realmente nos encanta es el drama existencial de ricos y pobres.




¿Demasiada ñoñería y cursilería? un capítulo de Hit and Miss quita el empacho.

martes, 7 de agosto de 2012

Quiero morirme en San Sebastián


Me despertó uno de mis ronquidos.  Volteé hacia arriba con los ojos entreabiertos. El sol de la mañana me deslumbraba. Vi que mi Maridaje también dormía, a pesar de estar sentado y que sus muslos eran mi almohada.  Esa banca del parque fue nuestra cama durante algunas horas, en la que nos resignamos a esperar que San Sebastián (Donostia en vasco) despertara.  El plan inicial era irnos a dormir a la playa, pero la noche anterior había estado lloviendo y nuestras toallas de viajero eran pequeñas y delgadas.

Vista desde mi hotel-plaza

Casi eran las nueve de la mañana y la plaza seguía vacía.  Un indigente (¿recién indigente?) dormía en otra banca.  La chica del perrito que lo sacaba a pasear.  Y más allá, en la playa los había gente corriendo y los más extremos, nadaban.  San Sebastián está al norte de España y tiene una playa en el Atlántico.  Friísima, aunque estuviéramos en verano.

A pesar de la crisis, los españoles siguen despertándose tarde.  El tradicional desayuno de bollito y café cortado garantiza, incluso a los cocineros, el santo derecho a dormir.  No hay comercios o museos abiertos y para los recién aventados del autobús y sin derecho a cama hasta medio día; lo único que queda es esperar.  Así que esperamos… en una biblioteca.

Visitar bibliotecas y librerías bajo estricta planeación puso rumbo a nuestros días en España.  Mi Maridaje es un literato de tapa dura.  Y casi todos los días, me preguntaba muy temprano. ¿Y sabes por donde es Recoletos? ¿Ubicas Diagonal? Buscaba versiones descontinuadas, autores no publicados en México o ediciones de bolsillos barasbaras a pesar del euro.  No le hacía el feo a los libros de segunda o de autores desconocidos.  Volvimos con 18 kilos de libros.

Junto a nuestra plaza-hotel, había una biblioteca.  Y, ¡abría a las 8:30! La biblioteca estaba cálida y tenía una maquinita de café a 50 céntimos.  Una jovenzuela trabajaba en su Mac aprovechando el WIFI gratis. Rucos con facha de homeless usaban enormes audífonos y veían películas en televisiones.  Como yo estaba desvelada (y coja), agarré un comic de delincuentes catalanes que está de puta madre: Jazz y Maynard.  Después me dormí.  Gran biblioteca / centro cultural / lugar para dormir, snif.

A mediodía, cojeé hasta el hostal donde la dueña por fin nos dejó entrar a la habitación.  La Doña era todo un personaje: en sus sesentas, las carnes le saltaban de los pantalones, las axilas y la blusa que estaba apenas abrochada y enseñaba las chichotas bailando.  Tenía el rímel negro desparramado por los cachetes. Apestaba a sudor y alcohol.  Pero ella no se daba cuenta de su mal estado.  Gritaba y se comunicaba con los extranjeros a través de huéspedes/intérpretes a los que les ordenaba “dile que dile que”.  Sabía que era la dueña del lugar y por eso todos nos debíamos de aguantar.  Ruleaba la doña.

Ya con los chones limpios, fuimos a lo que nos truje: a tragar. Hoy veo las fotos y pienso que me quiero morir en San Sebastián. Que me encuentren tirada en la playa y la autopsia revele: envenenamiento por exceso de comida.

Plaza de la constitución

Con la sabiduría de mi viaje anterior, reservé un hostal en el centro viejo de la ciudad.  La parte más bonita, con sus calles angostas y libres de coches.  Donde 8 de cada 10 negocios, son lugares de pinxtos, la versión vasca (y mejorada) de las tapas.  Cada bar tiene sus propias recetas y personalidad.  De hongos apenas condimentados hasta gelatinas de foie-algo adornada con un caramelo de nosequé.  Los pintxos juegan con las combinaciones dulce/salado, fruta/pescado, huevo/carne, verdura/salsas. ¿El resultado? Un estómago retacado y oraciones al dios Baco para que permita comer más sin vomitar.

Conforme avanza el día, los bares se van llenando de gente.  Por la noche, la gente sale a las callesitas o terrazas y los decibeles van subiendo.  Como en toda España, pocos lugares tienen mesas y sillas.  Comes de pie, dos o tres tapas por lugar, tiras las servilletas al suelo y sales a buscar otro bar. (Tip: pidan cerveza pequeña de lo contrario, utilizarán su espacio vital con agua). Los donostiarras deben ser gente muy feliz.  Al menos, los que nos atendieron son encantadores.  Y cómo no ser feliz si se vive en una ciudad tan hermosa y obsesionada con la tragadera.

Me dio mucho gusto encontrar a San Sebastián tan encantador como lo recordaba. Y lo mejor fue que ahora tiene ciclo vía. La Wikipedia dice que se llama carribici o  bidegorri (camino rojo en euskera) lo cual lo hace aún más adorable.  Gracias al bidegorri pudimos recorrer la ciudad, cosa que hubiera sido imposible con mi pata inservible.

Como ya estoy vieja y soy pueblerina, de verdad me encantaría morirme en San Sebastián.  O al menos, vivir una temporada.  Conocer más de la cultura vasca, entender qué tanto de su idioma tiene que ver en su personalidad, si son tan mestizos como nosotros, acosar estrellas hollywoodenses en su festival… a quien engaño, sólo quiero comer pinxtos.




domingo, 29 de julio de 2012

Fui a ver a Madrid y me dijeron que ahí no era


Cuando la gente sabe que me fui de viaje a Europa, me preguntan emocionados  ¿Y qué tal te fue? ¡Padrísimo todo!, ¿verdad? Sobre todo aquellos que saben que alguna vez viví –y adoré- a Madrid, suponen que me puse como loca, que lloré tirada en el piso de la Plaza Mayor abrazada de una pata de jamón.  Entonces saco mi pata vendada y empiezo mi cantaleta de “bien pero el esguince blablablá y me duele blablablá y fue en Barcelona blablablá”

Por supuesto que el mal de ojo -ficticio o no-, no tiene nada que ver con mi esguince en el tobillo.  Me provoqué el esguince por pendeja.  No me caí, no metí la pata donde no y tampoco estuve jugando el juego ese donde pones los pies y las manos en un tapete con círculos de colores y un como reloj te dice dónde poner cada extremidad. 

No llevé los tenis adecuados, eso pasó.  Usar converse de cuadritos rojos y blancos es casi igual a usar chanclas de 22 pesos.  Me sacaron ampollas, pero no me los quité.  Me recorrían la calceta guanga y lastimaba el talón, pero no me los quité.  Tuve que quedar inmovilizada y chillar en un autobús de Barcelona a San Sebastián para aceptar que necesitaba tenis chidos. 

Aún no sabía que era un esguince.  Sólo me sentía asustada y deprimida.  Y más cuando me encerré un día completo y mi tobillo no mejoró nada.  A ratos, parecía empeorar.  Cuando caminaba, mi pie izquierdo estaba chueco, como si pisara un pavimento que estuviera empinado en vertical.  Me tuve que resignar a casi no caminar.

Ya estábamos en Madrid y no podía creer que me estuviera jodiendo el viaje por una pendejada. Sentía la frustración en el estómago.  Era como si mi tobillo tuviera un veneno que se esparcía hasta mi cabeza. Madrid ya no era mío. Madrid me hartaba y sofocaba.  No era más que una turista jamaicona de esas que tanto me cagan.

Por eso escribo esto.  Tal vez así pueda atrapar mis demonios y aporrearlos. 

***

Estábamos en Lavapiés.  Era la segunda vez que bajábamos a ver si estaba abierto un bar en el que vendían zapatillas (como lonches de lacón con queso manchego derretido).  Cerrado otra vez.  Ése lugar solía ser de mis lugares favoritos para cenar.  En mi urgencia por hacer pipí, nos metimos a un bar que está justo enfrente, pedimos cerveza y un litro de sangría.  El vino endulzado con fruta ya se me había subido a la cabeza cuando se comenzó a escuchar Peces de Ciudad, de Joaquín Sabina.


En Comala comprendí / que al lugar donde has sido feliz / no debieras tratar de volver / Cuando en vuelo regular / pisé el cielo de Madrid / me esperaba una recién casada / que no se acordaba de mí.

Después pusieron a Amaral, Bebe y otros más que escuché una y otra vez durante ese año que viví en Madrid.  Montonal de imágenes de aquellos tiempos me comenzaron a llegar. Antes, era de ahí; ahora, soy una pinche turista más con una pata inservible.  Y para recordarme mi condición de turista estaba Lina, mi exroomate, que jodía con que mis nalgas habían crecido, que no tenía el pelo rojo y hablaba en mexicano.

***

Empiezo a pensar que Madrid, ese ex novio del que no entendía qué chingados le había visto, seguía igual.  El que tenga algunos bares cerrados o hayan cambiado el menú de algún lugar o hayan quitado al Tío Pepe no lo hacen menos genial.

La que cambió, fui yo.  La que fue tan idiota para pensar que se sentiría igual, fui yo.  Durante mucho tiempo lo extrañé.  Pero la distancia y mi nueva forma de ser y de vivir me hicieron guardarlo en un cajón.  Viajé a otros lados, escribí otras cosas, conocí más gente.  Entonces, hace algunos meses, supuse que era tiempo de volver.  Volver acompañada y por fin, caminar por las Vistillas del brazo de alguien a quien amo.  Compartirle mi Fnac y mis cañas de un euro.

Me parece que en las relaciones con las ciudades pasa lo mismo que en las relaciones con las personas: si te alejas (el motivo es lo de menos), de nada sirve volverse a ver.  Idolatrar lo que fue es realismo mágico. Se camina sobre lo que vivido y si dejas joderte por esguinces en las patas o en el cerebro, es tu pedo y de nadie más.

martes, 24 de julio de 2012

En Madrid, una gitana me echó mal de ojo porque no le acepté una ramita y a los pocos días me esguincé el tobillo


Ahí estábamos, en un Sol sin su Tío Pepe (chingatumadreApple) ni indignados del 15M, pero con un montón de calor.  El día anterior, los gachupines nos habían dejado entrar por el aeropuerto de Barajas sin siquiera mirar los miles de euros que traíamos o las escrituras de mis propiedades en México.  Apenas dos días antes de nuestra partida, el gobierno español aceptó, en un ataque de amistad y fraternidad *cofputitoscof*, que los mexicanitos podíamos visitarlos sin carta de invitación.  Y yo, que traje un jarabe tapatío en los intestinos durante los días previos, casi me sentí decepcionada de que nos dejaran entrar y que además, nos desearan “buenas vacaciones”.

Como dije, mi Maridaje y yo estábamos en Sol y recién nos habíamos perdido por la Calle Mayor ya que hicieron peatonal a la calle Arenal y me destanteé al no encontrar el antro Joy.  Y yo, que solía pedir dinero y hacer pipí en esas esquinas estaba inconsolable: no sólo me quitaron al Tío Pepe (chingatumadreApple) y movieron al Oso, también le quitaron lo orgásmico al Chocolate San Ginés.
Madrileñas que nada tienen que ver con el texto pero que buscan tener su atención

Madrid, ese Madrid que tiene un propio blog, no existía más.  Desde el primer día me di cuenta, pero me negaba a aceptarlo.  No importó que a las cuatro cervezas recuperara mi hablar en tiempo compuesto.  Que se me saliera una lagrimita al saborear un jamón ibérico.  Que viera a sus viejitos al sol y las morras enseñando nalga. Que la misma voz me advirtiera en el metro “estación en curva, al salir, tenga cuidado de no introducir el pie entre coche y andén”.  Madrid se había convertido en ese ex novio al que vuelves a ver unos años después y te preguntas: ¿Qué chingados le vi?

Anyway: Íbamos caminando por el McRoñas de Sol  cuando una gitana me ofreció una ramita y ya tenía mis dedos índice y gordo tomando la ramita cuando de golpe, recordé: fue el día que cumplí 30 años.  Trabajaba en la calle junto a mis amigas.  Me habían regalado una falda larga y azul. Abrazadas de los hombros, cantábamos en la calle alguna estupidez como “búscate un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera” y en cuanto veíamos un chico guapo pasar, nos parábamos frente a él y le ofrecíamos la salvación de su alma mediante el apadrinamiento de un chamaco del tercer mundo.  Sí, yo trabajaba como esos, pero los de ACNUR son unos salvajes, le dije a mi Maridaje cuando un chico se nos acercó y nos ofreció la salvación de nuestra alma en pro de los desplazados por las guerras.  Como estaba diciendo: cumplía 30 años y por andar cantando en la pendeja, una gitana me ofreció una ramita de la suerte y yo se la acepté.  Acto seguido me pidió dinero, porque todo mundo sabe que la suerte se paga y no acepta ramitas de vuelta.  Y como quitarse de encima a una gitana es inviable, le tuve que soltar unas monedas. 

Perrito lindo que pongo porque este es mi pinche blog

Por eso, en Sol frente al McRoñas, mi dedo índice no se juntó al gordo y no tomé la ramita.  Mi Maridaje, que desconoce las fluctuaciones de la suerte y que no alcanzó a ver (el pobre tiene un ojo virolo) me preguntó ¿Qué pasó? Me iba a dar una ramita y como no se la acepté, me lanzó una maldición, le dije.  Reímos ante la expectativa de estar malditos, besados por el chamuco y de morir quemados al visitar la Almudena.  Yo reí más, porque la verdad no vi que me maldijera, inventé todo el asunto y él se está enterando justo cuando lee esto con su ojo no-virolo.

Pero lo del esguince en el tobillo es real.  Demasiado pinche real. Me duele hasta escribirlo. FIN.

lunes, 18 de junio de 2012

Mis ciudades, segunda parte: Lisboa y Roma

(Primera parte, aquí)


Pensándolo bien, he tenido varios “Berlines” en mi vida. Las emociones, primero de angustia y después de gozo, han regresado una y otra vez. Tal vez, llegar a una ciudad es regresar. Y la puerta de entrada -y salida- son las estaciones.


Las estaciones (metro, autobuses, trenes o aviones) tienen una vida única y poderosa. Pero cuando tengo urgencia por llegar, sólo son un largo pasillo lleno de gente. Invariablemente llego cansada, recriminándome por cargar tanta porquería en mi mochila y con ganas de darme un baño. El tiempo que pasa entre mi llegada y sentir el agua (a veces no muy caliente) sobre mi cuerpo puede variar. Sobre todo, porque algunos arribos han sido en horarios inhumanos.


Así me pasó en Lisboa. El autobús llegó de madrugada, cuando aún estaba obscuro. Tuve que acurrucarme en una banca de cemento durante una hora o más, hasta que el metro comenzó a funcionar. De menos, la estación era subterránea y de Lisboa sólo escuchaba el viento que se colaba por las entradas sin puerta de la planta alta. Cuando dieron las seis, tomé el metro rumbo al centro de la ciudad.
Me bajé en la estación Rossio, donde una secuencia de largas escaleras eléctricas me llevó a la superficie. En aquella plaza, me recibió el amanecer. Colores rosas-anaranjados en el cielo, viento frío pero soportable, gaviotas gritando y un blancuzco sol tras un cerro coronado con un castillo. Tal vez era domingo o tal vez la gente de Lisboa no necesita madrugar. La cosa es que no había nadie en la calle.


Caminar por ciudades vacías es extraño. Por un lado, está ese consejo de mamá que tenemos las mexicanas tatuado en la cabeza: “no andes sola y mucho menos, por lugares sin gente”. Pero también está la oportunidad de apreciar la ciudad tranquila, sin esa dosis de locura que le da la gente y su ruido.


Nunca he planeado estar a solas con la ciudad. Simplemente ha pasado. Entonces bajo mi mochila y me siento sobre ella para cerrar los ojos y respirar. ¿A que suena una ciudad sin gente? A pájaros y viento. Trenes recorriendo vías. Autobuses que no tienen oportunidad de parar. Periódicos arrastrándose por las calles y a lonas aplaudiendo por el viento.


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La Ciudad no existe sin su gente y yo me siento cómoda entre ellos. Son los que saludan o regañan. Quienes la visten de colores y sonidos. Como resultado, la personalidad de cada ciudad es única. Aunque todas las ciudades son caóticas, cada una manifiesta y reacciona a este caos de manera diferente. En la Ciudad de México, venden comida en el periférico. En Madrid los bares están llenos de servilletas en el piso. En Buenos Aires, siempre hay tiempo para los piropos. En Roma, hay motos asesinas. No sé si la costumbre refuerza los estereotipos o vemos lo que esperamos ver. Tal vez haya algo de los dos.


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Si la gente y la ciudad son uno, la mejor manera de conocer una ciudad es bajo la guía de alguien que la habita. Pero no cualquier persona. Debe ser alguien que la ame y la conozca. Que te sepa llevar por su historia y te aleje del mapa de turismo. En Roma conocí a Julio César, un mexicano que estudiaba Derecho Romano. Hablando de ironías y estereotipos. Una prima segunda, a quien no he visto más de diez veces en mi vida, me dio asilo en el cuarto de sus niños. Como su vida no iba a detenerse por mi visita, me indicó rayando un mapa, los lugares que debería visitar. Ya había anochecido aquel día y caminaba rumbo a la ruta del autobús que me regresaría a su casa. La encontré caminando en sentido contrario y me arrastró a una exposición fotográfica en la embajada de México. Las fotos eran de Casasola, ese gran fotógrafo de la Revolución Mexicana y los años que le siguieron. El lugar estaba repleto de mexicanos; algunos famosos políticos y muchos metiches y gorrones de canapés y vino tinto. Ahí conocí a Julio César y al ver la pasión con la que hablaba de Trastevere, le pregunté si estaba dispuesto a darme un tour. Quedamos al día siguiente, en el puente que está sobre el Tíber.


Julio César llegó agitado y con libros de su escuela en el brazo. El frío había cedido un poco. Aunque ya había recorrido ese museo callejero que es Roma, hacerlo a su lado me hizo disfrutarla aún más. Julio César me explicó, que la Roma que pisamos, en realidad son muchas ciudades. Los siglos se amontonan en el piso y las excavaciones nos muestran edificios con siglos de diferencia. Caminar por sus calles es caminar por el tiempo. El Foro Romano, del siglo VIII a.C. Las columnas de lo que fueron los templos de Júpiter y Saturno, del siglo V a.C. Julio César me mostró las ruinas de un edificio destruido; eran departamentos de la gente que habitaba durante la época de Cristo. Las ruinas podrían considerarse insignificantes, pero el saber cómo vivía la gente de entonces me emocionó. Del siglo I d.C el impresionante y fotografiado Coliseo Romano, salvado de la destrucción por algún Papa. Roma sobrevivió a los saqueos y abandonos de la edad media para renacer con el triunfo del Papado.


No cabe duda que Roma tiene bien ganado el título de ciudad eterna. Sus gatos en las ruinas, su deliciosa comida y la gente histérica son para mí. Pero la sangre llama y me doy cuenta que Roma no es LA Ciudad.


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jueves, 31 de mayo de 2012

Me acuerdo

Me acuerdo que una vez, mientras mi mamá lavaba la ropa a mano, le dije que ella era perfecta.  Mamá no dejó de tallar y me dijo: nadie es perfecto, sólo dios.

Me acuerdo que en la primaria de monjas mentía al volver de vacaciones de semana santa.  "Claro que fuimos a misa el viernes santo, Madre"

Me acuerdo que en primero o segundo de primaria, una niña me quería copiar en un examen de inglés.  Antes del examen, me amenazó si no le pasaba las respuestas.  No se las pasé y le dije a la maestra que me quería copiar.  Nos llevaron a la dirección y llamaron a nuestras mamás. Al final me rajé y dije que no era cierto, que no me quería copiar.  No me acuerdo porqué lo hice.

Me acuerdo que una vez mi papá se olvidó de nosotras y nos dejó en la escuela hasta que ya no había niñas.  Estaba asustada.

Me acuerdo cuando tenía hipo en la fila de revisión de tareas.  Era un hipo de esos que hacen que una pequeña niña salte.  La maestra, me dijo que había reprobado el examen.  Entonces me puse a llorar.  Lloré hasta que me dolió la garganta y estaba tan atolondrada que no entendía que la maestra me decía.  Cuando logró calmarme, me dijo que era mentira, que lo había dicho para asustarme y quitarme el hipo.

Me acuerdo la primera vez que salí en el cuadro de honor.  La foto a blanco y negro enseñaba mi enorme frente, flamante por el pelo relamido hacia atrás. También me acuerdo que no entendía mucho por qué.

Me acuerdo cuando fue el temblor.  Un señor se abrazó al semáforo y mi hermana lloró.  Al día siguiente, con la réplica de la noche, la vecina salió gritando el nombre de su marido.

Me acuerdo cuando lloré porque no saqué diploma en sexto de primaria.  Mi hermana se reía de mí. A carcajadas y descarada.

Me acuerdo la primera vez que viajé en avión.  Tenía 9 años e iba con mi mamá y mi hermana de México a Guadalajara.  El avión comenzó a brincar en el aire y mi hermana vomitó sobre mi mamá. El pilotó avisó que volvíamos a México. Había un par de señoras llorando.  Cuando nos bajaron, vimos que Yuri iba en el avión y nos acercamos a saludarla.  Nos preguntó dónde estudiábamos y resulto que ella había estudiado en nuestra escuela.  Hasta nos mandó saludar a una Madre.

Me acuerdo que una noche me levanté y escuché a mis papás pelear.  Esa noche, él durmió en el sofá.  Al día siguiente, fui a la capilla de la escuela a pedirle a diosito que no se divorciaran.

viernes, 11 de mayo de 2012

Cuando el horno se empieza a quedar sin gas


El temor de quedar panzona a mis -casi- 37, es el mismo que tenía cuando era morra.  Antes, por lo que me faltaba por vivir, por la cochina sociedad, porque no era tiempo.  Ahora, por egoísmo.  Me gusta mi vida como está y no quiero cambiarla.  Tener un hijo es un gran cambio y compromiso.
 
Y no es que nunca haya querido tener hijos. De chiquilla, también jugaba a las mamás y más vieja, pensaba qué tipo de trabajo tener para poder atenderlos.  Pero las decisiones que tomé hicieron aplazarlo, al menos en un principio.  Después, decidí que no iba a embarazarme sólo porque el tiempo se terminaba.  Si no quise a los 26 y tampoco a los 28 y menos a los treinta y tantos, ni modo.

Pero cuando ya se te está quedando el horno sin gas, la gente empieza a joder.  Mi familia no.  Pero sí la gente.  Sobre todo cuando tienes una pareja estable.  Porque ya saben, es lo que sigue.  Se sacan de onda cuando les decimos que no queremos.  Entonces nos alertan sobre el “reloj biológico”.  Cómo si no supiera qué pedo con eso, con tanto tiempo cuidándome de quedar panzona.

La verdad, ahora tomo sus interesados comentarios con paciencia.  Él único que me hizo emputar fue mi ex ginecólogo.  Cuando le informé que no deseaba ceder a mis instintos primigenios de sacar chamacos por la vagina, me preguntó si mi pareja estaba de acuerdo. ¿Desde cuándo eso les importa a los ginecólogos? Yo sólo fui por un Papanicolaou.

Pero si de reacciones se trata, mi suegra es la que se lleva las palmas.  Lo reflexionó unos segundos y le dijo a mi viejo: Yo tampoco hubiera tenido hijos.  (Mi Maridaje es el último de ocho).

A veces, me pregunto en qué les afecta.  Si como dice Alaska, “mi circunstancia les insulta”.  Bah, tampoco creo que sea eso.  Yo culpo a las novelas de televisa y a tv azteca.

Hace unos meses que soy tía.  He visto y sentido cómo la escuincla trajo alegría y amor a mi familia.  Yo la adoro y me encanta ver a mi hermana en su papel de madre.  No dudo ni un momento la enorme felicidad que las amorosas madres pregonan.  Sin embargo, sigo sosteniendo que no es el único camino de ser feliz.  

lunes, 30 de abril de 2012

Me encontré una chiva



No estoy segura que la palabra correcta sea “encontré”.  Y es que eso suena a que de pronto apareció en mi casa o como si fuera un billete que estaba en el piso.  Chiva estaba echa bolas en un desagüe de una avenida.  Iba en el coche y la vi.  Pasé el primer retorno y seguía pensando en recogerla o no.  Luego me encariño y sufro cuando se va. ¿Y si está herida? Tenía que hacerme responsable del tratamiento o tal vez no quedaría nunca bien. Entonces pensé: qué demonios.  Y volví.

Me estacioné y caminé hacia donde la había visto.  Me imagino que la pobre caminó hasta que ya no pudo llegar más lejos.  Y por eso bajó el camellón (es de esos que tiene jardines y pista de para correr) y se quedó en el desagüe.  Me acerqué y no opuso resistencia cuando la toqué.  La recogí y la calmé con palabras suaves; en el coche le toqué las patas y no lloró.  Me pareció que estaba bien.

En casa está nerviosa.  Aun así no ladra o chilla.  Sólo tiene que estar encerrada (en un cuarto, en el patio) para que se eche y esté en paz.  Es muy faldera y amigable con la gente.  Se les acerca moviendo la colita y da un pequeño beso con la lengua.  La veterinaria me dijo que tiene 2 a 4 años, así que no crecerá más. De tamaño es pequeña (pesa 5 kg) y tiene ojitos de mapache.  Con Gazpacho y Scampi tuvo un primer grrr y después se dedicaron a ignorarse.  Dos días después quiso acercarse más a Scampi y el celoso (traía un juguete) la intentó morder.

Me angustia que esté así de nerviosa.  Quiere salir y buscar a su gente.  Se nota a leguas que es de casa, puesto que sabe caminar con correa, viene al llamado, hace pipí en el patio, sigue al dueño y quiere subirse a los muebles.  Además trae el pelo corto y también le cortaron las orejas y el rabo.  Por eso le puse Chiva, parece un chivo.

Voy a poner anuncios y la familia tiene una semana para aparecer.  De lo contrario, se la doy en adopción al primero que diga YO y que esté consciente de lo siguiente: la perrita está angustiada por no estar en su casa.  Los perros adoptados se tardan en comportarse como “de la familia”.  Estarán ansiosos, tristes e incluso hasta te lleguen a rechazar.  Gazpacho se tardó un mes y Scampi tres días.  Como tiene de 2 a 4 años, ya está acostumbrada a cierta rutina y ahora la extraña.  Ya tiene una personalidad y no va a cambiar demasiado.

En los 3 días que ha estado con nosotros me he dado cuenta que es una buena perra, cariñosa y obediente.  Ojalá que encuentre un buen hogar, snif


PD. ¿tu perro tiene plaquita? no seas codo.

domingo, 22 de abril de 2012

Mochilazo Europeo estilo Jonymun

Durante 6 años los tipines de Ryan Air me han acosado por correo electrónico: que si 10.99 Euros a Londres o 14.99 a Alicante; todo saliendo desde Barcelona.  Cuando esos mails acosadores llegaban en días de crisis existencial, el clic para seleccionar y borrar me dejaban el dedo índice adolorido y el mouse dañado.  

Sin importar el dolor, me negaba a desuscribirme.  Algún día lo iba a usar. Hoy me suscribí a Easyjet, Vueling, Air Berlín y Wizz Air, por si las dudas.

La ruta planeada es: Guadalajara - Cancun - Madrid - San Sebastian - Barcelona - Bruselas - Brujas - Amsterdam - CercaBruselas - OjaleBerlin - Algonosé - Madrid - Cancun - Mexico - Querétaro.

Esta vez será diferente.  Ahora viajo con mi Maridaje y prácticamente tengo con quien llegar en todas las ciudades.  Aunque los nervios y emoción son los mismos.


En lo que llega, subí a No le cuentes a mi madre un texto laaargo pero partido en 4 que se llama mis ciudades. Espero que les guste.

jueves, 19 de abril de 2012

Tremé y mi calentura

Una de mis obsesiones es la ciudad. La Ciudad con mayúscula, con nombre y personalidad propia. ¿Por qué Buenos Aires es diferente a Nueva York y al DF? ¿Cómo contribuye la gente a esa personalidad si todos somos tan diferentes? ¿Es un cliché hablar del fashion en París, de los asesinatos en Monterrey y de la vanguardia en Barcelona? Por eso, cuando me encontré con Tremé mi calentura citiadezca explotó.

Tremé es una serie de HBO que se localiza en New Orleans post-Katrina. Tres meses nada más, los suficientes para encontrarla desecha, abandonada y con gente necia aferrada a su ciudad. La historia la construyen dos elementos que se hacen uno: los orleaneses y la música. Podría con eso,sonar al mentado cliché: New Orleans = música (jazz, funk, blues) + comida + Carnaval (Mardi Gras). Lo que el cliché no incluye es el amor por una ciudad. Amor del bueno, cuando ésta te escupe y avienta. Cuando los que gobiernan se burlan en tu cara. Cuando los que quieres han decidido no volver a tanta chingadera.



Tremé es un barrio pobre, habitado principalmente por músicos y vividores. En una casa de madera de dos plantas y sin agua caliente (pero al menos tiene agua) vive David, un músico alegre, despilfarrador y mariguano que trabaja porque no le queda de otra. Tiene un amorío con Janette, una chef de las chingonas cuyo restaurante se jodió con el agua y no puede con los gastos de reparación. Ladonna tiene un bar y una de las tramas que le da el toque policiaco a toda la primera temporada: su hermano desapareció tras el huracán y ella lo busca con ayuda de Toni, quien es una abogada que se desvive por sus clientes. Toni está casada con Creig Bernett, un maestro, escritor e inmejorable maldecidor. Antoine Batiste es el exmarido de Ladonna, quien lo abandonó por ser músico. Además de infiel, irresponsable y despilfarrador (viaja en taxi sin importar lo quebrado que esté). Antoine (se dice Antuan) es 100 kilos y un trombón de carisma y encanto. Albert Lambreaux es el personaje fuerte, recto, que actúa siempre bajo sus principios morales. Le vale madre el gobierno, los vecinos o sus hijos. Él lucha por su Nueva Orleans. Es el respetado y seguido jefe indio. Annie y Sonny son una pareja de músicos callejeros. Y es la música, más que el sexo o la compañía lo que los une (y separa). Todos son unos locos enamorados de su ciudad.

Un table dance en el que las muchachas se quitan la ropita a ritmo del saxofón; un bar lleno de humo de cigarro y la banda desgarrando los metales; mariscos asados y con salsa caliente; los funerales seguidos de un alegre “second line”; la banda recibiéndote en el aeropuerto; una chica disfrazada de hada y hacer encantamientos; los huevos de aquellos que se enfrentan al gobierno; un video de youtube donde le mientan la madre a Estados Unidos. Esas son algunas de las escenas que amé de la primera temporada.


Y la música. Tienen que escucharla para entenderlo.

Durante los primeros diez capítulos los pinches escritores hacen que ames a los personajes. A través de cada uno, te cuentan cómo el gobierno se hizo pendejo sobre los diques que inundaron la ciudad. Cada uno lucha desde su trinchera (una cocina, un tribunal, unas casas sin servicios o un video de youtube) por salir adelante. Los vimos sufrir y apechugarle. Entonces llega el Mardi Gras y aprendemos de indios, bandas, cantos y desfiles que poco tienen que ver con la summerbreakezca enseñada de tetas por collares. Entendemos también, por qué existe la cruda de tanta felicidad.

Entonces llega el final de temporada con el flashbackazo más cabrón de la historia de la televisión: La mismísima Katrina.

Pinches pinches repinches escritores, mi corazón estaba bien apachurrado. El capítulo termina con una alegre banda de “second line”. A pesar del dolor, hay que tocar y bailar. Y eso, me hizo poner a Nueva Orleans en mi lista de lugares para ir.

miércoles, 11 de abril de 2012

Historias del Reino Computito del Código Solucionador


Resulta que ahora yo soy la Reina del Reino Computito del Código Solucionador.  A un lado, está el Reino de la Chingonería Arquitecturil y al otro, el Reino de los Programas Asímerocles.  Los otros dos reinos también tienen sus Reyes, individuos a quienes respeto y admiro.  Los 3 reinos conviven en paz (hasta ahora *hago chonguitos* *toco madera*) bajo la guía del jefe unidor y guía espiritual / invita cervezas *wink*.  Nuestra misión es evitar que el gran jefazzo se quede calvo ya que gusta de jalarse las greñas cuando está preocupado.  Más o menos así, pero con Gazpacho:



(Sí, estoy emocionada porque ya comenzó Game of Thrones)
(Yo soy la que carga los huevos)

Por las noches, cuando apago mi látigo-android y veo a mis perros cagar, mi Maridaje me pregunta ¿Y qué hiciste hoy, mi sol y estrellas*? Estas semanas han sido muy intensas; regreso harta cansada del trabajo, pero cuando escucho la pregunta no hago más que suspirar y meter las manos a los bolsillos.

Una de las cosas que me trajo en chinga algunos días fue andar de pedinche.  Tuve que viajar hacia los obscuros rincones del Reino de los Cables y los Protectores del Internetz donde un avanzado cyborg me tomaba la orden: “quiero una computadorsota verde chiclamino con 4 procesadores, 8Gb en RAM, 3 internetz, 2 IPs, 1 NyanCat y el disco duro bien tostado.  Y sin usuarios, por favor”  Lo tengo que pedir yo porque, pues soy la jefa y cuando se ha visto que cualquiera ande de pedinche en otros reinos.  La triste realidad es que, en este caso, era más mesera que jefa.  Porque alguien más me pidió el servidor, yo lo anoté en mi post-it y crucé medio mundo para solicitarlo. Pero resultó que requeríamos Lolcatz y menos RAM; en resumen: me hice bolas y todo mundo se hace bolas y entonces hay que cambiar otra vez el Magno Proceso de Pedinchez.   
Ser jefa: -10,000 puntos

Un día el jefazzo nos dijo: TDD, todos, a huevo. Y yo le dije, no a huevo no.  Y él dijo, sí a huevo sí.  Y yo dije: No, porque no los puedes obligar.  Y él dijo: pues no los obligues pero es a huevo. Entonces yo me pregunté por qué no uso guiones de diálogo y cómo chingados hacerle para que la gente haga algo que es a huevo pero sin obligarlos.  Agileee me dijo esa voz que siempre me jode pidiendo cervezaaaa.

Convoqué a gente de otros reinos y les comuniqué mis planes malévolos.  Mi primer convocado fue jGirl.  jGirl estuvo a mi cargo cuando entré a la empresa y tenía otro título (Doña de los Bugs).  jGirl y su banda tuvieron algunos problemas de adaptación ya que los testers eran el plancton computito. El otro convocado regentea una biblioteca virtual y real.  Prácticamente se apuntó solo al preguntarme ¿y qué ideas tienes para implantar TDD?

Entonces comenzamos a ejecutar el plan malévolo de TDD.  Metimos a los integrantes de los 3 reinos en un gran salón y jGirl y BookMan se encargaron de hablar y exponer la dinámica. Hubo globos, desmadre y mesa redonda.  Los chavos estaban participativos y abiertos.  No todo salió perfecto pero terminé muy contenta.  Primero, al ver que jGirl ha crecido.  El plancton será un tiburón si se pone lista.  Segundo, porque los chavos que hablan tiran netas.  Buenas y malas, contra jefes y compañeros.  Y eso, igual de complicado que lograr que la gente use TDD. 
Ser jefa: +10000000 puntos.

Pasaron los días bajo el intenso sol y nosotros sin cerveza.  Los ánimos de encontrar la tierra prometida fueron bajando, sobre todo, por esos bytes rucos que son como piquetes en désos.  Y claro, está la eterna chilliza de nadienoscomprendeporquesomoslosmagnoscreadoresdeluniverso.

Ser jefa: ahora le apechugas, pa´ qué dijiste que sí.  





PD. No pienso explicar qué es TDD.  Ni que este fuera un blog ñoño.  Pero si alguien quiere que le pase la dinámica avise.

*Los Dothraki no sabían que el sol es una estrella, no me culpen.