lunes, 31 de diciembre de 2012
Bendi... ¿queeeé?
viernes, 21 de diciembre de 2012
ChuperRox attacks again
Maldito tequila. Desperté a mi viejo en la madrugada porque no me acordaba de nada después del tercer caballito de tequila comunitario (por supuesto, había estado chupando toda la tarde). No recuerdo de haberle llamado para que fuera por mí o cuando llegó al lugar de la posada. Tampoco cómo traía pijama o dónde había vomitado. Porque había vomitado, esos flashazos sí los tenía. Ricardo me informó que un amigo/colega de demasiadas borracheras anteriores, le había llamado desde mi celular. Y del susto que tenía mientras manejaba a casa porque no hacía más que quejarme. Y que sí, vomité otra vez en el coche.
Los huecos mentales terminaron de llenarse el lunes, cuando me informaron mis compañeros de trabajo que sí vomité en el baño (fiu) y que era yo la que andaba organizando los caballitos comunitarios. Que fue en el baño donde me caí y me raspé las rodillas y el hombro. Que hubo quien me quitó los caballitos de la mano y me los cambió por agua. También de las chicas que me auxiliaron en el baño. Que cuando Ricardo llegó en nuestro rojo corcel, me lancé a sus hombros emocionada. Al parecer no hubo exhibicionismosos o malacopismos de mi parte.
Ponerse hasta la madre en la posada del trabajo es un riesgo que debería ser añadido al proyecto (chacatacum plashz). En serio, de las cosas que no hay que hacer en la vida están en el mismo nivel: matar gente, comer hotcakes con huevo y ponerse hasta la madre de ebrio en las posadas del trabajo.
Pero qué quieren. A veces y no sólo cuando estoy borracha, siento que no es trabajo, snif.
Por cierto, tengo un coche nuevo y no nos amamos desde el principio. La historia de su clutch y mi incapacidad de coordinar en un cuentito nuevo.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Black mirror o un reflejo oscuro y cercano
En The National Anthem, unos golpes en la puerta de la habitación despiertan al Primer Ministro de Inglaterra: acaban de secuestrar a la Princesa más querida por el pueblo y, a menos que se coja una cerda (de esas que saben tan bien en taquitos con salsa molcajeteada) en cadena nacional, el secuestrador la matará. Cuando despiertan al Primer Ministro, el video con la Princesita atada y llorando es viral. Entonces el smartophoneado pueblo toma el poder mediático. Juzga y presiona al gobierno quien además, hace las pendejadas de siempre.
¿Algo así podría pasar en nuestra sociedad? Algo me dice que ya pasó.
Link a The National Anthem, los de Channel 4 no dejan embeberlo, grrr.
15 Million Merits se burla de los reality que lanzan "estrellas" por el voto del público. El capítulo se llama así ya que la gente obtiene méritos por pedalear una bici estática. Viven en un cubo con paredes táctiles que reflejan la TV o las aplicaciones que compran. De no ser por los "vecinos" de bici, las relaciones personales son nulas. Además para eso existe un avatar que puede visitarte en las paredes del cubo. Vestidos de gris, estos seres no hacen más que pedalear y descansar en su caja. Bing tiene cerca de 15 millones de méritos, que es como dinero para comprar desde pasta de dientes, hasta apps para su caja. Bing ahorra su méritos; gasta apenas para lo indispensable. Entonces conoce a una chica hermosa que sabe cantar. La motiva para que vaya al concurso y todo se va por el caño. Esta vez, el reflejo negro es una sociedad gris cuyo mayor logro es salir en un reality que maltrata a los concursantes. Una sociedad clasista y conformista.
The entire history of you es, a primera vista, la que menos referencias actuales tiene. Con una estética de la gringolandia de los 50s, podría decirse que la sociedad es bastante "normal" excepto por un chip que graba todo lo que la gente ve. Todo. La película puede reproducirse a capricho en los propios ojos o en una televisión. En la trama encontramos a un hombre que se siente fracasado por no conseguir un trabajo. Además presiente que su mujer lo engaña con un excompañero de la escuela. El individuo no tiene acceso a las grabaciones de la mujer, o de su supuesto amante; sin embargo, puede rebobinar y hacer zoom en lo que considera indicios de infidelidad. En una escena impactante, el matrimonio está cogiendo de una manera automática, sin pasión. Pero en sus ojos, cada quien reproduce una escena de sus primeras cogidas, en donde jadeos y sudores existieron. Patético.
Aún no tenemos un chip grabador, pero que levante la mano quien, movido por un obscuro sentimiento, no haya stalkeado y sacado conclusiones de fotos de Facebook, checkins en foursqueare o post crípticos en blogs.
Link al avance de The entire history of you
Bájense Black Mirror, es imperdible. Luego me cuentan cómo les fue en el reflejo. En una realidad más agradable, mi post ñoño de las mujeres que desarrollan software.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Uno más para los 50
jueves, 8 de noviembre de 2012
Barbacoa, pulque y robos en Boyé
Píquenle en la imagen para irse al post de Barbacoa y Pulque en Boyé en No le cuentes a mi madre.
Barbacoa y pulque en Boyé
Le pregunté a mi Maridaje mientras veíamos una revistita que decía que se aproximaba la feria de la barbacoa y el pulque en la mentada localidad.
-Quién sabe, pero hay que ir.
Yo asentí. Y es que hay pocas razones válidas por las cuales levantarse un domingo de madrugada. Barbacoa + pulque es una de ellas.
Cuando la fecha se aproximaba, me enteré que la feria es de las más viejas de Querétaro: 20, 45, 100 años. Nadie sabía bien cuántos, pero es muy vieja. También me enteré que la fiesta es en honor a su patrono, San Antonio de Padua. Pero a pesar que a este santo lo celebran en junio, las fiestas son en septiembre, que es cuando los borregos están panzones y listos para meterlos al hoyo.
Me advirtieron también, que la barbacoa se acaba por ahí de las 11 am.
Eran las 7:30 am de un domingo y sin siquiera un café en la panza, mi Maridaje y yo esperábamos congelados en el IMSS de 5 de febrero. ¿De qué lado iba a estar? ¿Ya le llamaste? ¿Sí era a las 7:30? Eran mis preguntas acosatorias. No tardó mucho en llegar el Rizos en su camionetón. Esperamos un poco más a las viejas y emprendimos la huida hacia Boyé.
El pueblito queda yendo hacia Bernal, pero desviándose hacia Cadareyta (¿o Ezequiel?) y ahí derecho. Desde Querétaro son unos 50 minutos. Hay puestitos de barbacoa desde que se toma la carretera a la Sierra Gorda. Y por eso, los seis muertos de hambre que íbamos en la camioneta nos preguntábamos ¿será ahí la feria? Cada que veíamos un hoyo se nos antojaba (la barbacoa).
Supimos que habíamos llegado cuando nos detuvimos en una filota de autos. “Don Chon le da la bienvenida a Boyé” rezaba un anuncio. Eran casi las 9 y el corral de vacas convertido en estacionamiento estaba retacado: Y tú que querías llegar hasta las 12, se escuchó como recriminación. Con las tripas crujiendo, recorrimos las calles del pueblo. Un tianguis de chucherías guiaba nuestro camino: frutas, verdura, pan recién hecho, juguetes, trastos, ropa… ¿y la barbacoa?
Encontramos un lugar y estaba un poco vacío. Caminamos un poco más y nos encontramos a Don Poncho y sus curados de Pulque. Ahí también había barbacoa saliendo del hoyo. Nos miramos con alivio. Con la vaquita armada, apartamos lugar en las mesas y compramos consomé, barbacoa y por supuesto, curados. Como el de piñón costaba 80$ el litro, me decidí por el de nuez. El de guayaba estaba más rico.
Nunca antes había probado los curados. El pulque sí, en aquella ocasión que fuimos a buscar vendedoras de caricias en San Juan del Río. Mi bisabuelo tomaba pulque. De los pocos recuerdos que tengo de él es acostado de manera desparramada, oliendo ácido y diciendo puras sonseras. Y mi abuelita (su hija) enojadísima porque andaba de borracho. Mi hermana se divertía acercándose a él y jugando a esconderse tras de los muebles. A mí me daba un poco de temor. No por mi bisabuelo Felipe, sino por mi abuela, que no lucía nada contenta. Le di un trago y sentí el sabor amargosito y burbujeante en el fondo de mi garganta. La barbacoa y el consomé también estaban de rechupete. Y tortillotas recién hechas con salsa picosita.
El litro era para mi viejo y para mí, pero como él no toma líquidos mientras come, casi todo me lo empiné yo. Por eso, cuando nos levantamos para conocer más de la feria, sentí el alcohol revoloteando en mi cabeza. Me agarré del brazo de mi Maridaje y comenzamos a caminar.
Durante la hora y media que estuvimos comiendo, se atascó la feria. Iba caminando y empujando gente cuando me encontré a Padawan–Fosil. Le dije dónde comimos y que ahí estaba lo bueno: tenía que ir pa’trás. Después me di cuenta que la feria y el pabellón con un chingo de hoyos estaba pa´delante. La zona en la que comimos es parte de las casas del pueblo, que abren las puertas para alimentar a los hambrientos.
Al pabellón ni entramos. Con alargar el pezcuezo nos dimos cuenta que no cabía un borrego muerto o un hombre vivo más. Las colas para pedir eran enormes y la gente estaba desesperada por comer. Excepto los que son sabios y cargan con su tarro de cerámica para el refill de pulque.
En las carpas del pabellón me encontré a Padawan–Perry (ahora expadawan, bua), quien me dijo que ya no alcanzó consomé. Nosotros le presumimos nuestra panza y le demostré que ya no podía coordinar bien mis pensamientos. Osea, que el pulque si pega. Volví a decirle dónde estaba el curado “bueno”.
Tanto hablar de curados me dio antojo y convencí a mi Maridaje a que me acompañara por otro de guayaba. Y tal vez un vasito de piñón. Nuestra misión era volver a Don Poncho, en sentido contrario de la horda de comensales que se dirigían al pabellón. Pateando chunches chinas y comiendo muestras gratis de ese pan de feria de nuez -calientito y delicioso- llegamos con Don Poncho. Y justo en la entrada Padawan –Fosil me dijo que se había terminado el curado de piñón e iba a buscar en otro lado. Es más que ya no había nada.
Yo, que había sufrido empujones y manoseos (de mi viejo, así es de aprovechado cuando hay bola) corrí a los garrafones a llorar. Efectivamente, Don Poncho estaba atascado y sus hijos se hacían bolas atendiendo a sus etílicos clientes exprimiendo hasta la última gota de los garrafones. Esperé pacientemente y en primera fila que rellenaran las garrafas. Un borrachito con su tarro de cerámica pidió pulque de verdad (sus palabras) no chingaderas (sus palabras) y nos mentó la madre a los que veníamos de ciudad y freseabamos con curados de piñón. Me cayó bien el Don. Por fin llenaron las garrafas y me atendió la hija de Don Poncho, una gordita que se la pasaba preguntando a Don Poncho: ¿este es el de nescafé? ¿y el de nuez cual es? Le pedí un litro de guayaba. Desde que me lo sirvió, no lo vi con color de guayaba. Lo probé y no era de guayaba. Oye, no es de guayaba le dije. La gordita se puso un poco en su mano y lo probó. ¿Tío, verdá que este es de guayaba? Sí mija decía el Tío sin ver. Volvía a probar y le dije, que no, este es de nescafé. La gordita atendía otros clientes y aseguraba que era de guayaba. Que no. Y como me puse necia, mi viejo me mandó pa’ fuera con todo y curado. El desorden seguía, volvió el borracho mentamadres y mi maridaje se salió sin pagar. El curado de nescafé me supo a guayaba.
Apenas eran las 12 del día y ya habíamos recorrido la iglesia y los puestos. Nos entretuvimos un rato escuchando al joven vende cobertores ma-tri-mo-nia-les de esos que no te dan una -no estimados lectores- no una, ni dos cobijas, sino ¡tres! ¡Tres cobijas ma-tri-mo-nia-les por 250 pesitos! pero eso no es todo -estimados lectores- te llevas además, sin costo extra una almohada, o mejor dicho dos almohadas por 250 pesitos. Y es más, como ya se iban la oferta: una, dos, tres cobijas ma-tri-mo-nia-les y una, dos almohadas de plumas por 200 pesitos!
Estuvimos buscando un arbolito para jetearnos y no había nada. Los juegos mecánicos estaban apagados y nadie quería ir al lienzo charro. ¡Pues vamos a Bernal a bajar la panza en la piedra! Dijo alguien. Volvimos al camionetón y al salir a la carretera, vimos kilómetros y kilómetros de filas de autos. Prácticamente la fila llegaba hasta Cadereyta. ¡Ha-Ha! Les gritamos a todos los que se quedarían sin saborear la deliciosa barbacoa y el pulque. Mi maridaje les enseñó las nalgas por el vidrio para completar el cuadro mentativo.
Ya en Bernal, le llegamos a las micheladas, fuimos a la piedra, pedimos cerveza de manzana y por supuesto, terminamos en gorditas Doña Coco. Ah, y mi marido se robó un cacho de arte sacro que ahora engalana mi pared y que sostiene los dineros.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
En mi cuarto hay un gato encerrado
viernes, 5 de octubre de 2012
Learning to walk again
*Robado de mi marido
viernes, 14 de septiembre de 2012
Mi sobrina y yo les patearemos el trasero prontamente
A sus dos días de vida, sus principales gracias son: chillar como gatita, mover las manos de tiranosaurio y ser más bonita cada día. Le gusta hacer caras mientras duerme, chupar sus manos y llamar la atención de sus abuelos y tía. Viste camisetas de algodón y pañal. La técnica del taquito aún no está 100% dominada pero seguro que hay algo en youtube.Ahora, Gaby está por cumplir un año y sus principales gracias podrían llevarse muchos párrafos. Supongo que es parte de la evolución “normal” de un bebé, pero me parece la más inteligente y hermosa. Sus ojos azules son muy expresivos y atentos. Siempre están atentos y curiosos. Habla y habla en babytalk y no tiene empacho en gritar cuando está emocionada. Prefiere caminar a gatear y estoy segura que lo hará sola muy pronto. Todos los días aprende cosas nuevas: aplaude, ladra, hace como si anduviera sobre un caballo, manda besos y hace ojitos. Contesta con su dedito cuando le preguntan ¿Cuántos años vas a cumplir? y espera las partes divertidas de las canciones para bailar y mover los brazos. Ya sabe hacer berrinches y aunque come muy bien, cuando no quiere, no hay “avioncito” que la convenza de lo contrario. Le gustan los lugares nuevos, se emociona cuando llega a casas que no conoce. A veces, la gente cree que es niño y por eso le han comenzado a poner moños en ese pelo güero que le tardó tanto en salir.
Como vive en Guadalajara, la veo cada 3 semanas o un mes. Aunque mis papás me mandan videos bastante seguido, cuando la veo en vivo me doy cuenta que les faltó mandar muchos y eso que ya tienen 2 iPads con nada más que libros electrónicos y videos de la bebé. Por eso, cuando voy a visitarlos, me quedo todo el tiempo que puedo con ella.
Hace un mes, toda la familia fuimos a México. Nos amontonamos en casa de mi abuela y pusimos colchones inflables para dormir. Uno de los colchones quedó en el centro de la sala, con los sillones alrededor. Como esos colchones tienen alta capacidad brincolina, me puse con Gaby a jugar recargándome en el colchón para hacerla brincar. “Cuidado con la niña”, me decían una y otra vez. Y es que en cuanto comenzó a agarrar confianza, la niña gateaba rápido por el colchón hasta treparse a los sillones. Entonces se aventaba al colchón como si fuera una alberca, con la seguridad que estaba la tía para amortiguar su caída. En una de esas aventadas, no alcancé a agarrarla; el resultado fue una niña girando 360 grados por el aire y cayendo de espaldas en el colchón. Me asusté un segundo nada más: Gaby reía y gritaba divertidísima. Eso sí, ya no nos dejaron seguir jugando en el colchón.
Cuando estoy en casa de mis papás, la llevo a tocar esos juguetes de adultos que no están a su alcance. Aún no hemos roto ningún marco de fotos o recuerdito de ciudades. Cantamos, jugamos y leemos todo el tiempo que se puede. El domingo que se despertó, estaba sentada en la cama de mis papás. Entré al cuarto y en cuanto me vio, alzó los brazos para que me la llevara a jugar.
Cuando Gaby nació, escribí un tweet que decía algo así como que mi sobrina le pateará el trasero a todos sus hijitos, sobrinos y demás. Ahora me doy cuenta que esa fecha está muy muy cerca y que yo la voy a ayudar, muajajaja.
sábado, 1 de septiembre de 2012
Hit and Miss o el niño-niña que tenemos dentro
sábado, 18 de agosto de 2012
Put that in your pipe and smoke it
martes, 7 de agosto de 2012
Quiero morirme en San Sebastián
domingo, 29 de julio de 2012
Fui a ver a Madrid y me dijeron que ahí no era
martes, 24 de julio de 2012
En Madrid, una gitana me echó mal de ojo porque no le acepté una ramita y a los pocos días me esguincé el tobillo
lunes, 18 de junio de 2012
Mis ciudades, segunda parte: Lisboa y Roma
(Primera parte, aquí)
Pensándolo bien, he tenido varios “Berlines” en mi vida. Las emociones, primero de angustia y después de gozo, han regresado una y otra vez. Tal vez, llegar a una ciudad es regresar. Y la puerta de entrada -y salida- son las estaciones.
Las estaciones (metro, autobuses, trenes o aviones) tienen una vida única y poderosa. Pero cuando tengo urgencia por llegar, sólo son un largo pasillo lleno de gente. Invariablemente llego cansada, recriminándome por cargar tanta porquería en mi mochila y con ganas de darme un baño. El tiempo que pasa entre mi llegada y sentir el agua (a veces no muy caliente) sobre mi cuerpo puede variar. Sobre todo, porque algunos arribos han sido en horarios inhumanos.
Así me pasó en Lisboa. El autobús llegó de madrugada, cuando aún estaba obscuro. Tuve que acurrucarme en una banca de cemento durante una hora o más, hasta que el metro comenzó a funcionar. De menos, la estación era subterránea y de Lisboa sólo escuchaba el viento que se colaba por las entradas sin puerta de la planta alta. Cuando dieron las seis, tomé el metro rumbo al centro de la ciudad.
Me bajé en la estación Rossio, donde una secuencia de largas escaleras eléctricas me llevó a la superficie. En aquella plaza, me recibió el amanecer. Colores rosas-anaranjados en el cielo, viento frío pero soportable, gaviotas gritando y un blancuzco sol tras un cerro coronado con un castillo. Tal vez era domingo o tal vez la gente de Lisboa no necesita madrugar. La cosa es que no había nadie en la calle.
Caminar por ciudades vacías es extraño. Por un lado, está ese consejo de mamá que tenemos las mexicanas tatuado en la cabeza: “no andes sola y mucho menos, por lugares sin gente”. Pero también está la oportunidad de apreciar la ciudad tranquila, sin esa dosis de locura que le da la gente y su ruido.
Nunca he planeado estar a solas con la ciudad. Simplemente ha pasado. Entonces bajo mi mochila y me siento sobre ella para cerrar los ojos y respirar. ¿A que suena una ciudad sin gente? A pájaros y viento. Trenes recorriendo vías. Autobuses que no tienen oportunidad de parar. Periódicos arrastrándose por las calles y a lonas aplaudiendo por el viento.
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La Ciudad no existe sin su gente y yo me siento cómoda entre ellos. Son los que saludan o regañan. Quienes la visten de colores y sonidos. Como resultado, la personalidad de cada ciudad es única. Aunque todas las ciudades son caóticas, cada una manifiesta y reacciona a este caos de manera diferente. En la Ciudad de México, venden comida en el periférico. En Madrid los bares están llenos de servilletas en el piso. En Buenos Aires, siempre hay tiempo para los piropos. En Roma, hay motos asesinas. No sé si la costumbre refuerza los estereotipos o vemos lo que esperamos ver. Tal vez haya algo de los dos.
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Si la gente y la ciudad son uno, la mejor manera de conocer una ciudad es bajo la guía de alguien que la habita. Pero no cualquier persona. Debe ser alguien que la ame y la conozca. Que te sepa llevar por su historia y te aleje del mapa de turismo. En Roma conocí a Julio César, un mexicano que estudiaba Derecho Romano. Hablando de ironías y estereotipos. Una prima segunda, a quien no he visto más de diez veces en mi vida, me dio asilo en el cuarto de sus niños. Como su vida no iba a detenerse por mi visita, me indicó rayando un mapa, los lugares que debería visitar. Ya había anochecido aquel día y caminaba rumbo a la ruta del autobús que me regresaría a su casa. La encontré caminando en sentido contrario y me arrastró a una exposición fotográfica en la embajada de México. Las fotos eran de Casasola, ese gran fotógrafo de la Revolución Mexicana y los años que le siguieron. El lugar estaba repleto de mexicanos; algunos famosos políticos y muchos metiches y gorrones de canapés y vino tinto. Ahí conocí a Julio César y al ver la pasión con la que hablaba de Trastevere, le pregunté si estaba dispuesto a darme un tour. Quedamos al día siguiente, en el puente que está sobre el Tíber.
Julio César llegó agitado y con libros de su escuela en el brazo. El frío había cedido un poco. Aunque ya había recorrido ese museo callejero que es Roma, hacerlo a su lado me hizo disfrutarla aún más. Julio César me explicó, que la Roma que pisamos, en realidad son muchas ciudades. Los siglos se amontonan en el piso y las excavaciones nos muestran edificios con siglos de diferencia. Caminar por sus calles es caminar por el tiempo. El Foro Romano, del siglo VIII a.C. Las columnas de lo que fueron los templos de Júpiter y Saturno, del siglo V a.C. Julio César me mostró las ruinas de un edificio destruido; eran departamentos de la gente que habitaba durante la época de Cristo. Las ruinas podrían considerarse insignificantes, pero el saber cómo vivía la gente de entonces me emocionó. Del siglo I d.C el impresionante y fotografiado Coliseo Romano, salvado de la destrucción por algún Papa. Roma sobrevivió a los saqueos y abandonos de la edad media para renacer con el triunfo del Papado.
No cabe duda que Roma tiene bien ganado el título de ciudad eterna. Sus gatos en las ruinas, su deliciosa comida y la gente histérica son para mí. Pero la sangre llama y me doy cuenta que Roma no es LA Ciudad.
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