miércoles, 25 de febrero de 2009

Munich comenzó mal

Antes de narrar Munich, es importante contar mi "excelente" plan de vuelo. No viajé directamente a Munich porque salia como 80 Euros más caro, así que tuve la genial idea de viajar a Stuttgart, un pueblito cerca y de paso, conocer la ciudad. Dormir ahí o no... eso lo decidiría al llegar.

Así que utilizando mi avanzado lenguaje de sordos alemán, tome el s-bhan (metro) a la estación del tren donde se supone que estaba también la de camiones y varios hostales. Pero el lugar estaba horrible, lleno de indigentes y borrachos alemanes que me asustaban. Obscurecía y no sabía a donde correr. Tal vez se piense soy valiente y aventada al viajar sola, pero más bien soy media burra y loca. Nunca investigué como irme a Munich y dí por hecho que salían autobuses cada hora... seguroooo.

Decidí tomar el tren a Munich que partía a media noche. Cuando vi cuánto costaba, no se me cayeron los chones porque traía pantalón: 40 Euros. Osea que me costaba lo mismo que el avión y sin poner en riesgo mis huesitos. Me subí al tren, porque según eso arriba pasaba un señor y me cobraba... ¡Pero no lo hicieron! me baje corriendo del tren al llegar no fuera a ser que se dieran cuenta.

A las 04:00 am llegue a Munich y había muchísimos chavos perdidos de borrachos, pero tranquilos. La estación seguía de fiesta: en los kebbabs estaba la música, todos bebían y cantaban. Los guardias sólo se limitaban a checar que los que ahí tirados no tuvieran una congestión alcohólica. Algo loco, porque en Madrid no dejan tomar en la calle y ahí lo hacían frente a la autoridad. Pero yo no estaba como para chupar, estaba cansadísima y quise dormir en el piso. Cosa que no logré.

Amanecía y yo estaba agotada, con frío y sueño. Cuando me asomé a la calle fue peor: llovía a cántaros. Yo solo quería un lugar suavecito donde poner mis nalguitas. Entender el transporte publico alemán, esta en alemán aunque lo traduzcan en inglés de babelfish. Me tarde media hora en enterarme a dónde ir y cómo.

Y es que las grandes ciudades de Europa tienen 2 o 3 estaciones grandes de tren y yo no sabía ni para dónde. Como buena computita, busqué en internet (30 mins un euro!!!) para investigar hostal y direcciones. Me conecté al messenger, buscando hablar con alguien, pero eran las 02:00 am en América. Mandé un par de mails tratando de no llorar y que no se notara que si lloraba. Eso de llorar frente a una compu rentada es tan loco, seguro que a quien le haya pasado lo entiende.

Oktoberfest bajo aguaComo a las 10:00 am me animé a salir de la estación y llegué a la estación central. Afortunadamente encontré fácil el hostal y en una hora me dijeron que si había lugar (¡camita por fin!), pero el check-in era hasta las 3, así que me fui al Oktoberfest, que estaba cerca. Hice una escala técnica para comprar un paraguas, la lluvia no cedía.

Llegue al Oktoberfest y se me hicieron unas fiestas de octubre (de Guadalajara) primermundistas, pero nada del otro mundo. Pensé... ¿Tanto para esto? ¡Dónde esta la cerveza!. Muchos juegos mecánicos, lugares donde te venden la salchicha esa verde con pan, pretzels y unos bar-carrusel era lo único que veía. Me compré mi salchicha (que sabe muy rara) y casi muero atragantada. Tuve que vomitar tantito porque se me fue por el otro lado y no tenía bebida, ¡ouch!.

Por fin me dí cuenta dónde estaban las megatabernas en las que vendían tan preciada bebida. La verdad, ni ganas tenía de cerveza, pero quería sentarme y secarme aunque fuera un poquito. También buscaba una cara latina y pegármeles para tomar. Digo, mi alcoholismo no es tanto como para tomar sola.

No encontré a nadie y tampoco podía entrar a esos lugares paradisíacos. Solo podía ver por las ventanitas a un montón de gente divirtiéndose alcóholicamente, secos y chupando. Me largué de ahí decepcionada. ¿Para eso vine? ¿para ni siquiera entrar?. Como sea, eran más mis ganas de camita suave y ropa seca. Llegue a mi habitación, me puse mi pijama y me dormí.

El wombats hostel (el mejor hostal del mundo) es de habitaciones mixtas y había un mocoso roncando en una litera. Estaba tan cansada que dormí genial y hasta las 8. Quería regresar al Oktoberfest porque yo según yo, era el último día. Pero en el bar del hostal (el mejor hostal del mundo, ¿ya lo dije?) unos individuos me informaron que el día siguiente era el último día. [singlepic id=118 w=320 h=240 float=left]

La buena nueva me animó y como era la hora feliz (1Euro la cheve de 0.3 lt) me puse a tomar con un par de gringos, una canadiense y bastantes australianos.

Quizá para los que no han tenido las suerte/ganas/loquesea de estar en un hostal no lo entiendan. Al parecer, sólo somos una bola de borrachos presumiendo los lugares a los que hemos ido. Pero es mucho más: una australiana que conocí en Madrid lo definió bastante bien: se forman relaciones temporales-fuertes al compartir experiencias muy similares, como la mensada de mi avión o el negro acosador de Amsterdam.

Para mi, estos compinches fueron aquellos que me ayudaron a salir del hoyo y con quienes me la pase de increíble. Por lo tanto, fueron la mugre de mis uñas el siguiente día y medio. La verdad el hostal está medio sangrón, tienen muchos carteles con un humor bastante gringo-idiota. Pero la gente es amable, hay espacio suficiente y está bien organizado.

Y lo mejor es el bar que te permite emborracharte sin salir de "casa". ¡Qué bonito!, ¡snif!.

Como sea, ese día y por increíble que parezca no me puse borracha. Platiqué y platiqué en mi fluidísimo inglés -en serio, resultó que hablo perfectamente gabacho- y al día siguiente ya tenía con quién ir al Oktoberfest.

Fue increíble cómo el día comenzó tan mal y terminó genial.

martes, 17 de febrero de 2009

Amsterdam, o hazle caso a mamá

El no seguir las recomendaciones de mi madre, me provocaron varios sustitos:

1. "Mide tu tiempo, hijita"
Todo iba on-time, hasta que mi roomate se levanto y nos pusimos a cotorrear del día anterior que fue mi fiesta fin de cursos.  En ese entonces estudiaba vivía en Madrid.  El resultado: llegué 15 minutos tarde al check-in del avión, casi cerraban el vuelo. Mi destino final era Munich en su Oktoberfest.  Pero mi vuelo Madrid-Amsterdam hacía una escala de 4 horas en las que me dispuse cuasi-conocer a tan pachecosa ciudad

2. "Llevate tu suéter, hijita"
En España, el otoño entra unos días enfriando y de pronto vuelve un calor riquísimo.  Así que el sábado amaneció soleado y me puse una camisetita. Esta vez si me lleve suéter... pero en la maleta. Así que al bajar a Amsterdam, el clima estaba como a 15ºC con aire y chipichipi. Y yo toda despechugada, no se si tenía mas vergüenza que frío por andar así. Pero bueno, saliendo de la estación central, me compre un -casi nada turístico- suetercito rojo que dice AMSTERDAM. Pero debería decir "Fui a AMSTERDAM y me tuve que comprar este suéter por MENSA y no hacerle caso a mi madre". 25 pinches euros.

3."No hables con extraños, hijita"
Después de gastar dinero a lo pendejo, me dirigí a un lugar donde según yo había una oficina de información turística. Cruzaba la calle evitando a los locos ciclistas cuando vi un letrero que decía "Cuidado con sus pertenencias". Apenas abrazaba mi bolsita cuando se me acerco un negrote y me pregunto que si tenia frío.

Ya ha dicho que me asustan los negros (me imponen demasiado) y lo primero que pensé fue que me quería robar, así que agarré más fuerte mi bolsita. El cabrón me seguía haciendo platica de turista y yo le dije "ok thanks" pero igual no se iba. Después pensé que quería dinero por un tur personal, pero al verlo bien me dí cuenta que vestía ropa cara, chamarrón de cuero y demás. Fue entonces que me di cuenta que no había considerado lo obvio: mi abrumante sex apeal.

4."No aceptes nada de extraños, hijita"
Así que me dije a mimisma: "mimisma, no seas tan cerrada, sólo esta platicando, hay mucha gente, no pasa nada". Así que me relajé un poco. Como se notaba que tenía frío, el negrote me invitó un café en una de esas coffee shop que apestan a mariguana. Yo solo pedí café y él se hizo un churro de mota. Yo no quise, claro. Aún estaba asustada y tensa.

Para ese momento oía a mi madre diciendo "a ver si no le puso algo al café, míralo es marigüano". Decir que hablaba con él es mentira, porque yo respondía secamente lo que me preguntaba. Entonces comenzó a hablar el lenguaje internacional de la adulación con fines reproductivos, diciéndome que soy guapísima y a toda madre, mientras me toqueteaba el brazo.

Como sus negras intenciones fueron mas claras, me dio más susto. No salía corriendo porque como era un negrote alto, ya se me hacía que iba tras de mi. Así que me hacia pendeja y con mensajes corporales lo mandaba a la chingada cuando me quería tomar la mano o la cintura. Además le dije claramente que solo iba a estar 3 horas en Amsterdam, pero el caliente no cedía ante mis rechazos.

Quería llevarme en "trole" a unas florerías o no sé qué madres, pero por supuesto no quise. Así que caminamos como 1 hora por el centro mientras él intentaba ponerme sus negras manos encima y yo se las quitaba. Cuando nos acercamos a la estación del tren le dije que ya me iba. El puercote me abrazó y no me soltaba y como que quería robarme un beso negro (osea en la boca, no sean cochinos) pero, ¡nel! Se molestó un poco, pero no me sorrapó ningún golpe como yo creía.

Tanta preocupación por nada. Atacada de la risa, me dispuse a tomar mi avión a Stuttgart.

Amsterdam

De lo que me hizo Berlin

Muro de Berlin
Tenía 14 años cuando fue la caída del muro. Apolítica y valemadrista como soy, entonces dije... ah órale, ya sólo hay un Berlin. En el 2002 andaba de mochilazo por Europa cuando conocí lo que queda del muro, y esa ciudad me cambió la vida.

Llegué a Berlin después de 3 noches seguidas de viajar en autobús. Prefería dormir viajando que preocuparme por conseguir hostal (en verano es difícil encontrar alojamiento barato) pero ya me urgía un baño (4 días sin bañarme, ¿y?). Aún estaba tratando de adaptarme a viajar sola y me sentía asustada. Berlin no me recibió amablemente. El señor de los boletos del autobús me gritoneó en alemán (nunca me enteré porqué), la vieja del baño me gritoneó por no saber que decía un letrero en alemán, el policía del metro parecía un nazi y me vió feo. Además vi un perro vomitar y comerse su vómito.

Cuando por fin hallé hostal, fue del lado oriental de Berlin... no es un lugar bonito, más o menos como Tacubaya (y yo que venía de ver palacios en Austria). Después de recorrer enemil estaciones del metro, que todas sonaban igual, llegué al hostal... pero no me dejaron entrar hasta las 2pm. Intenté comer, pero mi angustia había hecho nudos en mi estómago y no pude.

Caminando, me metí al internet con la esperanza de ver a alguien conectado y así no sentirme tan abandonada, pero no había nadie... con tanto horario y viaje, me había olvidado que era domingo y de madrugada en México. Lloré y lloré. Me dí cuenta que había perdido mi guía de Europa y seguí llorando. Regresé al hostal y me topé con una protesta sobre la matanza de perros, quienes traían unas fotos horribles y un perro que mataron en el techo del auto. Seguí llorando. Por fin me dieron mi cama, me bañe, regrese a llorar y me dormí. Lo único que quería era irme de Berlin.

Al día siguiente llegué a la conclusión que ya me había cansado de llorar y decidí tomar un tour que me recomendaron en recepción... "Berlin Walks". Así que deje mi maletón en la estación de trenes zooghnierngs, donde ya esperaba un inglesito para comenzar el tour.

Éramos un grupo como de 20 y todos tomamos el metro hacia el lado este. En el trayecto, el inglesito nos comentaba de economía, del Rhin, de costumbres berlinezcas... bajamos del metro y mientras caminábamos nuestro carismático guía nos iba narrando la historia de Berlin, con el imperio, la primera guerra, los nazis, la segunda guerra y los rusos. Como siempre, el pueblo era quien llevaba las de perder. Cuando contó del bombardeo durante la segunda guerra que destruyo el 90% de la ciudad, me impactó el que los elefantes del zoológico anduvieran caminando por la calle, la pestilencia, la histeria, la cantidad de muertes... se me puso la piel de gallina.

Al llegar a la plaza en donde los nazis quemaron los libros, mi corazoncito se apachurro al leer "Quien comienza quemando libros, termina quemando gente". Alguien lo escribió hace más de 2 siglos y seguimos quemando gente.

De ahí al muro. Yo no sabía los acontecimientos que llevaron a que el muro se cayera, y esto fue lo que me enteré: Cuando vino la Perestroika, la URSS le dijo a los demás países comunistas "Ahí se rascan ustedes solos". La presión para el gobierno alemán no sólo venía de un Reagan exigiendo en la puerta de Brandeburgo que se cayera el muro, si no de sus propios ciudadanos, que se comenzaron a escapar por Hungría hacia Austria. Las protestas en diversas ciudades como Leipzig y Berlin se hicieron insoportables, el mundo tenía los ojos puestos en Alemania del Este.

Entonces, el gobierno alemán lanzó un comunicado el 9 de noviembre de 1989 en el que dijo que iban a abrir las fronteras. Esto, sin avisarle a los militares de las mismas y sin establecer el cómo salir. Todos lo berlineses veían por el único canal de TV esta conferencia. Un reportero le pregunto al vocero.. "Y eso desde cuando empieza?" el individuo, presionado y sin mas información dijo "pues ya, desde orita". Los de Berlín del oeste también se enteraron, por lo que corrieron a su lado del muro, para verlos salir. Sin alguna otra instrucción y abrumados por la gente, los militares permitieron salir.

Las poquísimas salidas que había se abarrotaron, y fue cuando la gente se lanzó a tumbar el muro. Prácticamente todo Berlin del este se lanzó a romperle su madre. En el oeste, recibieron a los alemanes con marcos (la moneda de entonces) para que los gastaran en la Potsdamer Platz y en todos los bares o restaurantes había comida y cerveza gratis. Familias que tenía 28 años sin verse se reencontraron.

El tour se terminó en Checkpoint Charlie que era la puerta gringa entre los 2 Berlines. Ahí hay un museo dedicado a la historia del muro. Fotos, recreaciones de escapes, historias...

Lo aprendido ese día me movió demasiado. Decidí dejar de chillar y apechugarle.  Mi mochilazo por Europa se puso mejor, pude conocer gente, salir de noche y disfrutarlo al máximo. Al regresar a México sabía que podía estar sola y salir adelante aunque me sintiera de la fregada.

Sin Berlin no habría Querétaro y mucho menos Madrid.  Y por su puesto, tampoco existiría este blog.

sábado, 7 de febrero de 2009

Metrobús al pasado

Metrobús

Me subí al metrobús, desde La Joya hasta Potrero. Una hora y media por lo que debe ser la avenida más larga del mundo. Al menos es la más larga que yo he recorrido en un transporte urbano. Una hora y media como espectador desde una ventana, en la que la Ciudad de México te de una probadita de varios de sus colores y por supuesto, olores. Una hora y media en la que regresé a mi pasado chilango, a esa niña que la recorría -mayormente dormida- en el asiento de atrás de un vocho.

Pocas estaciones después de La Joya, grandes edificios se asoman. En lo alto llevan el nombre de la trasnacional que es soportada por mexicanitos que trabajan más que los gringos a la que pertenecen.

Después se asoma Ciudad Universitaria y su estación la presume como patrimonio cultural de la humanidad. En las noticias siempre la llaman nuestra "máxima casa de estudios". A mi me hubiera gustado estudiar Historia ahí, lo admito. Mi papá es Doctor puma y no dejé terminar a mi mamá Letras.  A la derecha, el campus con su característico edificio cuadrado adornado de motivos precolombinos. Poquito después y a la izquierda, el Estadio Universitario retacado de pumitas.

Y comienza la zona de antros y restaurantes super inn. Aparte de Polanco, creo que es de las zonas nice de la ciudad. Confieso que en uno de esos probé el mango al tequila mas delicioso de mi vida y que me pasaba un buen rato en su Liverpool comprando chocolates. Vi su edificio de pronósticos en estado bastante deplorable. De chiquita y regresando de Morelos, mi papá nos decía: "aquí vamos a venir a recoger mi premio". Veintitantos años después y no lo conozco por dentro, ja.

Se termina la zona bonita y sabes que va a comenzar el centro por los anuncios de ropa y electrodomésticos fabricados sin gusto y con material resistente. Los edificios se achican y se ve más gente en sus calles. Los chilangos caminan muy rápido. Si me preguntaran como son diría eso: caminan muy rápido, aunque no tengan prisa.

Me sorprendió ver Buenavista, recientemente restaurada por el tren suburbano. En esos primeros años de tapatía, viajábamos mucho en tren al DF. En pullman toda la noche, en cuartos para 6 con mis primas. Me gustaba mucho viajar así y me dio tristeza cuando lo quitaron. ¿Cómo estará ahora? ¿Cómo se verá desde esa ventana? Un día que no tenga nada que hacer tal vez vaya y me suba.

Pasando el circuito, me puse lista para salirme en la raza. Pero me distraje con una señora que traía a su perro en la bolsa y los 7 segundos que te dan para salir no me alcanzaron, no tengo esa habilidad, ja. No fue tan malo, ya que vi para donde quedaba la central del norte y ya en Potrero, salí del lado correcto, cosa que casi nunca hago.

Crecí con coche (vocho, pero coche al fin) y al ser mujer -y niña- primero mis papás y después mis novios la hacían de chofer. Ahora, tengo coche y pocas veces son las que he necesitado utilizar el transporte público en mi país.

Supongo que el siguiente párrafo es una patada en los huevos a la gente que no tiene otra, que aunque el metro cueste 2 pesos, los micros te cobren por kilómetros y te avientes todo Insurgentes por 4.5 varitos, tienen que sufrirlo todos los días y perder de una a tres horas de su vida -si bien les va- entre arrempujones y olores indeseables.

Pero como extranjera, viajar en transporte colectivo te deja ver un poquito de la gente que vive ahí. De que aún hay gente que ayuda al cieguito y deja sentar a la señora con niño. De los jóvenes y de lo que hablan, de la melancolía que transmiten sus viejos.

Sé que es snob, fresa y mamón. Pero soy pueblerina y me fijo en esas cosas, qué se le va a hacer.

jueves, 5 de febrero de 2009

Colonia a pie de guerra

Colonia del Sacramento (Uruguay) era lo que necesitaba para terminar mi viaje (Buenos Aires y Montevideo), como una transición entre vacaciones y la triste realidad. Colonia es un pueblito precioso y tranquilo, con gente amable que se encuentra a 50 kilómetros frente a Buenos Aires, en la otra orilla del Río de la Plata, en Uruguay. Dormí las dos horas y media en el autobús, desde un lluvioso Montevideo. Cuando desperté el sol había salido y el paisaje era verde. Mis ánimos subieron.[singlepic id=74 w=160 h=120 float=left]


El hostal no estaba lejos caminando y, a pesar de venir cargando 26 kilos de maleta, traía mucha energía. Me instalé y salí a caminar por sus casas viejas. Atardecía y la gente tomaba mate en su portón. Al llegar al puerto donde están los barquitos, miré uno de esos atardeceres que inspiran a grandes poetas. A mi se me antojó una malteada de vainilla. [singlepic id=73 w=160 h=120 float=right]


Su arquitectura  portuguesa-española del centro está perfectamente conservada, sin duda me recordaba a Sintra y sus afueritas, mientras que sus faroles y casitas tienen ese aire español colonial que tanto hay por el centro de México.


Colonia definitivamente es para ir en pareja. Sus callecitas empedradas y sus restaurantitos alumbrados de velas o faroles son los ideales para tomar un Tannat (tinto uruguayo) o un medio y medio (tinto y blanco espumoso) con pasta.


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Sin embargo, en el hostal había asado. La carne no estaba muy buena, pero sí la compañía: Dos porteños (hombre y mujer) y un gringo. Los cuatro viajábamos solos, por lo que durante la cena nos hicimos de esos one-night-friend de los que no recuerdas ni su nombre, por lo que en el futuro te referirás como el Gringo y los argentinos casi-enana y el no-estoy-casado.


[singlepic id=78 w=160 h=120 float=left] Gringo llevaba 14 meses viajando, desde Chiapas hacia el sur. Se aventó todo sin planearlo y sin saber ni jota de español. Los argentinos andaban sólo de fin de semana. Casi-Enana era ejecutiva y una mujer viajada. Yo no soy muy alta, pero su tamaño era el suficientemente bajo como para que me tuviera que agachar para escuchar. Como 1.45 m, o algo así. No-estoy-casado era agente libre y casi no había salido de su país. Tenía un hijo y conforme pasaba la noche -y el alcohol- le iba bajando a los años que llevaba separado. Para mí que estaba casado.


[singlepic id=79 w=160 h=120 float=right] Como sea, nos la pasamos bien. Sin duda, los litros de cerveza uruguaya -Pilsen- ayudaron. Pasamos la noche en el carnaval, el cual está muy lejos -pero mucho- de tener la espectaculariedad de Montevideo. Pero bueno, estaba en un pueblo y la noche era deliciosa. Comenzaron los típicos tambores de las murgas (con todo y perro), después un conjunto medio tropicalón y, al final, unos piratas que cantaban música como de protesta. Después me fui a dormir.


Por la mañana me despertó el estruendo de un rayo. Llovía a cántaros. Desayuné lo que comí prácticamente todos los días de viaje: pan tostado con dulce de leche (cajeta) o mermelada y café y esperé a que pasara la pinche lluvia. Afortunadamente, como a las once dejó de llover.


[singlepic id=84 w=160 h=120 float=left]Caminar por sus calles son de esas experiencias que no te esperas. Es uno de esos pueblitos en los que su empedrado, sus flores, sus árboles, sus casas a medio pintar y sus calles en desnivel te proporcionan una armonía imposible de ser imitada. La gente se le ve relajada, tomando mate al atardecer. Amables y sonrientes. Todo es muy tranquilo, hasta los perros son unos flojotes.


Para ser un pueblo tan pequeño, Colonia tiene muchos museos (y sus entradas son muy baratas), donde hay desde fósiles, arqueología, historia y muebles que te remontan a esos años coloniales. Fiel a mis amados walking-tours, pagué uno con una guía embarazada. Mis compañeros de tour eran también latinoamericanos. Sobre todo las señoras eran muy, muy latinas. De ésas que le dan significado al cliché de el calor latinoamericano, ya que terminaban de hablar con un corazón, mamita o papito. Y por supuesto abrazaban a la embarazada cada que podían, por el milagro que dios le mandó. [singlepic id=85 w=160 h=120 float=right]


Cuando se acordaba que estaba trabajando, la embarazada nos contaba la historia de su ciudad y sus calles. Historia que me dispongo a contar:


Colonia fue fundada por portugueses en un tiempo que los españoles ya estaban del otro lado del río. Así que la historia de amor y odio que tuvieron España y Portugal durante esa época de conquista, la vivió Colonia muy de cerquita. Los portugueses se encerraban -literalmente, con una muralla- en unas cuantas calles y a pocos metros vivían los españoles. Cuando se acordaban que tenían que pelearse por su rey, agarraban la escopeta y sacaban a los españoles -o portugueses- del sueño que producen esos veranos en diciembre del sur. Pero como las estaciones en el norte están cambiadas, nada más les daba frío a los portugueses o españoles, volvían.   Total, era el cuento de nunca acabar.  Al final, más que por una negociación diplomática que por una victoria militar, España se quedó con la ciudad.


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Después de comer pizza con cerveza, y comprar mi dotación de vinos uruguayos y mate, a las tres de la tarde partí en Buque Bús de los rápidos a Buenos Aires. Una hora después estaba desembarcando en Puerto Madero, tomando el taxi para salir a las once de la noche rumbo al DF y así poder alcanzar el autobús de las 7:00am a Querétaro y llegar 2 horas tarde al trabajo.
Calle de los suspiros

martes, 3 de febrero de 2009

Encueratrices en Montevideo

Una de las razones principales por las que viajo sola es para protegerme de posibles demandas por exposición ilógica de la vida. Sin llegar al extremo de poner mis huesos en riesgo, como lo hice en mi viaje Stuttgart-Munich, tuve la grandiosa idea de viajar a Montevideo por la noche. Qué importaba salir de Buenos Aires a la 1:00 am, brincar el río -bueno, en Buque Bús-, pasar inmigración uruguaya a las 4:00 am y agarrar un gélido autobús a Montevideo, para tener que esperar en el pinche hostal 3 horas para el check in. 10 horas gastadas en algo que pude haber hecho en 3. Soy brillante, lo sé.  [singlepic id=48 w=160 h=120 float=left]

Así que, con camita asignada, sólo quise dormir. El hambre me despertó y me fui a recorrer la ciudad. Las siguientes líneas han sido escritas con una total parcialidad, amor y obsesión por Buenos Aires, que es de donde procedía y lloraba por partir.

Por lo tanto, la primera impresión de Montevideo fue malísima. Su 17 de Julio esta muuuuy lejos de ser la Av. de Mayo y mucho menos la 9 de Julio de Buenos Aires. Ya sé, no debería comparar, pero es inevitable. Sin embargo, esas horas en suelo uruguayo valieron la pena.

[singlepic id=50 w=160 h=120 float=right] En Montevideo, el piso no es uniforme. Mientras caminaba  me puse a reflexionar la importancia del piso en las ciudades. En serio. Nunca nos damos cuenta, porque pos... nos la pasamos pisándolo, pero es de las cosas que les da (o quita) cierto feeling a la ciudad. El centro de Querétaro  no sería igual si no tuviera ese empedradito lustroso y Guadalajara se ve horrible con las rayas amarillas pintadas. Los hexágonos de Gaudí en paseo de gracia, los cuadritos romanos en Lisboa...

Cuando azoté de un resbalón dejé de pensar en el piso y ponerme a ver donde pisaba y me dirigí al Barrio antiguo.

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Hay 2 zonas en el Montevideo turístico: el Barrio Antiguo y el Centro. El centro se parece mucho al DF, más o menos por la zona de Tacubaya, sobre todo por sus puestos ambulantes y el descuido de hacer en edificios bonitos comercios con anuncios horripilantes. La 19 de Julio es demasiado angosta (solo dos carriles de cada lado) para ser una de las arterias principales de la ciudad. Esta descuidado, sucio, hay pordioseros y perros callejeros. De pronto ves un edificio que tendría alguna influencia europea, pero justo el de al lado está regacho o tiene un anuncio demasiado contrastante. [singlepic id=63 w=160 h=120 float=left]

El barrio antiguo esta mejor cuidado, pero sólo la calle turística. Caminé por otros lugares y de plano estaba feyito. El sábado había tianguisito de artesanías y, cuando intenté ir al puerto, me tocó un aguacerote.  Odio la lluvia cuando viajo.

Los uruguayos tienen una pinta mucho mas mezclada que los porteños, incluso hay muchos mulatos tirándole a negritos. Me dieron la impresión de que no llevan prisa en su vida. Cuando no llovía, la gente se sentaba en los parques con su termo y su mate... nada más a platicar. Además son muy amables. Cuando les decía "gracias" me contestaban "no, que va!" en un tono de ¿porque lo agradeces? La ciudad no es muy turística, por lo que infiero que me trataban bien por ser buena onda, no por esa odiosa amabilidad a fuerzas que incluyen los impuestos turísticos.

[singlepic id=55 w=160 h=120 float=right] No son guapos como los argentinos y su acento es diferente, como más cantadito. El sábado por la mañana estaba todo cerrado en el centro y, a pesar de estar a 3 cuadras de la 17 de julio, no pasaban taxis. Tuve que subir a la mentada avenida porque los pinches taxis no se dignaban a bajar.

Cuando planee mi viaje al sur, elegí principios de febrero por el festivo del día 5. Ni me acordaba que era época de carnaval. Por lo tanto, cuando oí de él, no sabía lo que estaba a punto de presenciar. Resultó ser uno de los más elaborados y esperados de Sudamérica. En Buenos Aires presencié algunas murgas, pero nunca un desfile.

[singlepic id=57 w=160 h=120 float=left] Me enteré que los participantes vienen de todo Uruguay y se preparan con mucho tiempo de anticipación. Como en todos los desfiles, hay varios contingentes, aunque todos los integrantes tienen una organización bastante similar: Al principio van unos individuos con banderas, después unas chicas enseñanalgas (trasvestis es opcional), luego unas doñas y luego un viejito con barba. Al final los tambores.

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Yo estaba al inicio de desfile, donde llegaban para prepararse. Así que me tocó ver como calentaban los tambores para que sonaran bien y se terminaban de arreglar y los nervios pre-escénicos.

Sin duda, ir al carnaval salvó mi estancia en Montevideo. Ver a la gente en las fiestas es de las mejores cosas de viajar. Había una vieja fea como un lunar con pelos y granos: chimuela, gorda, celulítica, etc. Pero estaba retefeliz de participar. Los trasvestis, muy desinhibidos, posaban cual diva para las fotos.

[singlepic id=67 w=160 h=120 float=right] La comida es algo loco. Un día cené un frankfurten con fritas (y cerveza, claro), que no es más que un pinche pancho hotdog cubierto TOTALMENTE de jamón y queso. No sabe mal, algún día podría asustar a mis invitados con ese "manjar". Sin embargo, lo mas impactante fue el mentado "Chivito". En capas, es: lechuga, carne, jamón, queso, huevo frito y aceitunas. Todo eso apachurrado en un pan es opcional. La Verdad no me gustó.

Esos días en Uruguay me tocó un clima raro. Me dicen que es lo mismo en Buenos Aires, aunque ahí me tocó un calor riquísimo (excepto cuando me casi dio el golpe de calor) . Llueve fuerte 20 minutos y se quita. Hasta sale el sol. Y después otra vez llueve fortísimo y se quita. Y así todo el pinche día. Dicen que es por la humedad del Río de la Plata. [singlepic id=65 w=160 h=120 float=left]

Algo bueno de Uruguay es que es barato para nuestros pesos mexicanos. Los regalitos fueron más baratos, me compré unos tenis medianamente chidos a 70$mx y un libro historia de Montevideo. Así que a continuación narro la ya esperada y famosa parte histórica de mis viajes.

Antes de los españoles había indígenas, charrúas principalmente, pero pues no me enteré de nada de esta civilización, antes de los charrúas había dinosaurios y otros animales. Tampoco me enteré de mucho al respecto. Ya en la época colonial (española, para los neófitos) , Buenos Aires siempre fue el consentido de la monarquía. Buenos Aires era la ciudad importante y Montevideo la usaban como estrategia naval y comercial, por estar más cerquita del mar. Así que siempre hubo pique entre estas dos ciudades, a pesar que a los uruguayos les tocó lidiar con los portugueses e ingleses. De España recibía papelitos pero no suficiente apoyo financiero y "la siempre fiel Montevideo" se mantuvo con la corona española cuando el virreinato de la plata declaró su independencia.

[singlepic id=61 w=160 h=120 float=right] Uruguay es chiquito y supongo se quedó así encerradito con su independencia, porque arriba tenían a Brasil (colonia portuguesa, quienes los jodieron constantemente) y abajo el Río de la Plata. Y como no querían a los porteños, pues se quedaron así, a pesar de unirse tardíamente en su independencia. Pero les duró poco el gusto de estar en paz, ya que como doce años estuvieron peleando para ver quién manejaba Uruguay (apoyados con intereses franceses e ingleses). Esa guerra fue harto curiosa, porque mientras se daban en la madre, detenían el fuego para hacer las fiestas y las horas de comida (al menos en Montevideo) O sea, fueron casi 12 años, pero mucho tiempo nomás se miraban pasar. Los blancos y los colorados (ambos bandos) siguen hasta hoy.

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El libro que compre "la malbienquerida" esta muy padre, ya que recopila lo que los diferentes tipos de viajeros (viajeros - militares, viajeros - naturistas, etc) hablaban de la ciudad y su gente. Era extraño, puesto que lo mismo que hace 150 años los viajeros narraban lo percibí yo. Incluso Dumas anduvo por ahí y cita que sentía feo de que se dieran en la madre durante tanto tiempo. ¿Será que los pueblos no cambian? No sé si sea bueno o malo...