Érase una vez cuando yo era alguien más
hoy me vi en esa otra vida, en ese entonces
cuando era nuevo.
En algún momento comencé a resbalar
y los años pasaron mordiéndome
los labios.
Ahora estás por tu cuenta, dimos vuelta a la página
la aventamos sobre la
colina y a través de los tiempos
dime ahora, ¿mi paraíso arde como un infierno en tí?
Conteniendo la respiración, esperé y esperé
¿Cómo una vida sencilla se vuelve tan de pinche complicada?
Zapatos por llenar, secretos que derramé por ti.
Hoy justo debajo de las grietas
vienen en oleadas como en un terremoto.
Dime ahora, dime Sr. Neta
¿Tienes un chingo de valor?
Voy a mostrarte un pedacito de mi espina dorsal
¿Por qué no lo haces tú?
Back & Forth.
Foo Fighters
La noche del 11 de diciembre de 2013 no tiene nubes. El aire en la Ciudad de México se cuela a través del escenario del Foro Sol. Ninguna de las 40 mil personas amontonadas en dos secciones siente frío. A las nueve y media, los gritos y chiflidos para el staff fueron sustituidos por esa cosquilla que da en el corazón cuando la anticipación alarga el tiempo. Entonces sale la guitarra azul amarrada al cuerpo vestido de negro. La banda toma su lugar. Una brisa le levanta el pelo y Dave alarga la nota de las guitarras. El escenario parpadea y las cámaras se levantan sobre las cabezas.
En la segunda sección está un hombre con canas en las sienes y durante tres segundos, sus pulmones se quedaron sin aire. Por un instante, pensó que esa nota sostenida era la entrada de In Your Honor. Pero cuando el ritmo cambió y en vez de preguntar Can you hear me, hear me screaming?, afirmó: These are my famous last words!, Manuel volvió a respirar.
Al frente, la multitud se azota como si fuera una ola contra el escenario. Hay apachurrones, codazos y pisotones. Por eso no lo ve Manuel, quien ya está en el 2005, googleando In Your Honor Foo Fighters. Encuentra algo en un blog y cinco días después sigue leyéndolo en el trabajo. ¿Quién esta Buttercup? se pregunta. Y para averiguarlo le escribe un email: No tengo el gusto de conocerte pero… La respuesta (o algo parecido a una respuesta) llega algunos chats, mails y un viaje a la Ciudad de México para conocerla. A pesar de haber llegado a sus treintas, Manuel seguía sintiendo ese hoyo en el estómago en cuanto a mujeres se refiere. La multitud brinca y Manuel recuerda el concierto en el Black Horse, las cervezas, el beso robado y el cuarto en la penúltima planta del hotel desde donde se veía las luces de la ciudad y las sábanas blancas donde le besó el cuerpo completo, comenzando desde los pies.
Sin música, Dave da un grito largo. Recibe el mismo grito. Da un grito corto. Le responden otro igual. Toma un trago a su Corona y eructa. Los 40 mil lo celebran. Dice: sentimos mucho haber tardado tanto tiempo en venir. Pero hoy tocaremos hasta que no podamos más. La gente responde con gritos, aplausos, brincos, besos y lágrimas. La intensidad de la respuesta no baja cuando presenta a Chris, Rami, Pat y un reticente Nate que odia a los solos, pero toca el bajo porque la gente lo exige. Taylor en la batería, queda al final y saluda: “Hola amigos and amigas”. La complicidad de Taylor y Dave se desborda cuando cambian puestos. La cámara enfoca a Dave, liderando desde la batería con una sonrisa y masticando un chicle blanco.
Con Dave en la batería y un rubio cantando, Jorge escucha los acordes deSmells Like Teen Spirit en lugar de los de Cold Day In The Sun. Entonces, el adolescente que era en 1994 lloró. Ya no se siente en edad de andar en conciertos y apachurrarse contra otros. Es lo que cobra el haber vivido mucho, muy rápido. Desde sus veintes que ya no le interesan las multitudes, el ruido y la gente en general. Desde su lugar frente a la pantalla derecha, recuerda ese abril en un balneario con Maetzin. Flacuchos, ojerosos y con el pelo desaliñado, parecían hermanos… muy a su pesar. Aquel día Maetzin le dijo otra vez que no. Este día no puede ser peor, pensó. Aún no sabía que Kurt Cobain estaba muerto. Cuando volvió a casa y su hermana se lo dijo, no podía dejar de llorar.
Cuando comienza Stacked Actors, Dave dice que esa no es una canción de amor. Algunos piensan que es una canción para Courtney Love y todos aquellos cantantes que son una pose y que sólo quieren el glamour. Tal vez por eso la guerra de guitarras a media canción, el correr tocando por el escenario y la pasarela y Taylor apretando la quijada en cada batacazo. La banda se entrega y en el último grito muere y vuelve a renacer en los primeros acordes de Walk. ¿Sabrán que lo mismo sucede todos los días en la Ciudad de México? Se abren más calles en el piso, debajo de él, en el aire. Las bicis usan la vía del metrobús. Hulk se encuentra frente a frente a Zapata y Villa frente a la mansión de los azulejos. Un Santa pequeñito trepa por los departamentos de Isabel La Católica y en el metro, hay que brincarse el torniquete a petición popular. En el Zócalo hay susurros de revuelta social. Los designios de Huitzilopochtli de sacrificarse, morir y renacer se cumplen día a día en esta ciudad.
A Sara no le gusta Best Of You. Le duelen sus preguntas. Desde su lugar en medio de la primera sección, sabe que es la canción que sigue porque Dave se calla. Entonces recuerda cuando rentaba una habitación en Madrid y sólo veía el canal de videos en la televisión. Ya habían pasado tres meses desde su mudanza y seguía echando de menos a sus mexicanos. Fue en uno de esos días que lo vio por primera vez: ese close-up al micrófono estilo 50's al que unos dientes y una barba se acercan a gritar “I´ve got another confession to make”. Poco a poco se distinguen unos ojos, un rostro que preguntan: Were you born to resist or be abused? Arranca la batería y comienzan los flashazos: explosiones, niños jugando y abrazándose, un auto que choca, un león que caza un águila en vuelo, un recién nacido que llora, un cementerio, una pareja que se besa. Y la banda completa tocando como si tuvieran la obligación de destruir los instrumentos.
La fuerza de la música, la imagen y la letra la impactan. En la computadora prestada descarga todo el disco en Limewire. Es el mejor puto disco que he escuchado en mi pinche vida, le dice a Eduardo por messenger una noche. Hay burra, cómo no conocías a los Foo Fighters contesta él. La conversación se termina con acá ya es bien tarde y mañana tengo escuela. Un cuídate y dos adiós.
Días después comenzaron las llamadas transcontinentales en las que la voz grave y borracha de Eduardo le preguntaba una y otra vez: Is someone getting the best, the best, the best of you? Ella decía sí. Él volvía a preguntar gritando un poco más: Is someone getting the best of you? Ella decía que no. Nunca supo si era una acusación o una reflexión o si había una respuesta correcta. Como sea, la pregunta que le atormentaba durante todo el día era Were you born to resist or be abused?
El escenario está obscuro y sólo una luz ilumina a Dave, que está en la orilla de esa larga plataforma cantando en acústico. Un brassiere rosa aterriza a sus pies. Los de general A se conforman con verlo en las pantallas que empalman su rostro con la luna. Poco a poco, las estrellas se encienden en el piso. Las parejas se abrazan entre el olor a mariguana. Los 40 mil corean y se bordan en la piel esos acústicos It’s times like these you learn to live again / it’s times like these you give and give again. Dave tiene a los 40 mil en la punta de sus dedos cuando las guitarras gritan y el escenario se incendia. Alguien le avienta la guitarra azul y corre por la plataforma para plantarse frente a la banda. La emoción desborda el llanto y vuela la cerveza.
Es la segunda vez que la banda regresa en esa noche. Dave pregunta: Do you want more? Junta las palmas de sus manos frente a su pecho y por primera vez en casi tres horas, la voz se le quiebra al decir Thank you very, very much. Toma su guitarra y comienza el riff de Everlong. Hello, I´ve waited here for you le dicen los 40 mil. Manuel, Buttercup, Jorge, Maetzin, Sara y Eduardo brincan al mismo tiempo cuando Dave les advierte: This is it! Last chance to dance!