lunes, 27 de febrero de 2012

Ayuda a Ramsés

El viernes por la mañana, cuando salía al trabajo lo vi.  Estaba acurrucado en una cochera de un vecino.  Por la tarde, cuando volví a comer ahí seguía.  Es un perro extremadamente delgado, todos los huesos se le notan.  Camina como si se fuera a romper.  Además en las caderas tiene unas profundas llagas.  Le llevé un poco de croquetas y no quiso comer.  Me veía con los ojos rojos y tristes.  Me siguió hasta la casa y le di agua.  Tomó un poco y volvió a la cochera donde lo encontré.  Tenía una respiración entrecortada. Seguro había sufrido maltrato y estaba enfermo.  Con todo eso, se veía tranquilo y movía la cola. 



No pude ni comer bien.  Me puse a llorar.  No sabía si recogerlo y llevarlo a una veterinaria.  Decidí hablar a APAQRO, ya que sé que ellos son expertos en estos casos.  Nadie me contestó el viernes y después ya no lo vi en la colonia.  El sábado lo vi y hablé otra vez. Esta vez me contestaron y fueron a recogerlo.

APAQRO es el refugio donde adopté a Gazpacho.  Desde entonces, seguí en contacto con ellos y sé que tienen un enorme compromiso con los animales.  El perro ahora se llama Ramsés y se que en cuanto sane, será un gran compañero de alguien.  Como lo supuse, sufrió maltrato, estaba deshidratado y extremadamente desnutrido.  Y al parecer, las llagas son tumores.

Por lo pronto, Ramsés está en buenas manos y sanará con el tiempo.  Ahora es momento de caerse con una lana.  Por favor, apoyen a Ramsés y al refugio con dinero, lo que puedan dar es bienvenido.  Estos son los datos:
Cuenta HSBC No. 4024419293 a nombre de la Asociación Protectora de Animales de Santiago de Querétaro, A.C.
Transferencia bancaria con la CLABE 021680040244192939  
Si no puedes dar dinero pero sí tiempo, déjales un mensaje en su muro de facebook.

Por favor, adopten y esterilicen a sus mascotas.  Y si me conocen y tienen mascotas no esterilizadas los estaré chingando cada vez que los vea con que los esterilicen.  Lo siento mucho, pero vean a Ramsés, el pudo haber sido nieto de sus "consentidos"

jueves, 9 de febrero de 2012

The Woman. Calificación: No-pinches-mames



La película tenía 20 minutos de comenzada cuando agarré mi libro, le eché las nalgas a mi Maridaje y le dije: "está muy tonta, no la voy a ver".  Era uno de esos días que me da por ser culturosa y mamona.  Terrible, lo sé.

Pero no leí.  Las mordidas, los gritos, la sangre y la mugre me hacían voltear a la tele.  The Woman es de esas películas independientes en la que los "conocedores"encuentran la genialidad escondida y reservada para entes de su intelecto: que si es una crítica a la familia tradicional o un feminismo exacerbado.  Los viejitos y fanáticos de Disney dirían que es una pinche porquería.

La realidad es que es una gozada ver violencia y gore con una trama tan bien desarrollada.  El típico hombre americano: blanquito, trajeado, con familia tradicional, captura a una salvaje para "civilizarla".  La mujer capturada es prácticamente un animal.  Conforme avanza la película y la sangre con baba y los pechos mugrosos y las violaciones y los golpes y el machismo del tipín y ¡oh si! las mordidas, comienza uno a sentirse incómodo.  De esa incomodidad que se siente cuando tienes 13 y ves porno en Cinema Golden Choice a escondidas de tus papás.  Las escenas están tan bien dosificadas que esa incomodidad va creciendo.  Por eso, cuando termina lo único que queda es decir: No-pinches-mames.

Lo mejor de estas películas es la confrontación de madrazo con nuestra propia violencia. Al menos yo terminé con ganas de arrancar con los dientes los testículos de algunos de mis ex.  O mínimo agarrar a esa pinche vieja por los pelos de la vagina y quitarle un pezón a mordidas.  Sí, te hablo a ti, pinche lagartija que andas de nalgasprontas en facebook con mi viejo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Ahora, mi trabajo es ver gatitoz y estar en el féis

Y bueno, sigo siendo computita de 8-5. De esa parte no hablaré hoy.

Una vez más, el internetz me cambia la vida.  Hubo un tiempo que estuve buscando chamba de blogger.  Es un trabajo sucio cuando no te bañas y bloggeas sin chones, pero honesto.  Aún así, hay gente que nomás quiere maquila de posts.  ¿Que es eso? llenar y llenar servidores de letras que repiten como borracho de cerveza  ad nausebundun.  Y yo quería, ya saben, escribir de lo que me gusta, con estilacho... en fin.

Así que el internetz. Fue un Ángel quien me contacto y me dijo la palabra mágica: perritos.  En este blog ya no había escrito tanto de mis jijos porque pues quería aparentar cordura. Ahí iba a poder hacerlo y seguir aparentando.  Le llaman Community Manager y aún no se me ha ocurrido un sobrenombre cariñoso e indecente, pero ya lo tendrá.

No les voy a mentir.  Es un trabajo muy cabrón.  Al principio, reescribía los tuits 20 veces y tardaba 3 horas en hacer un post de cuartilla y media.  También tuve que estudiar "cómo usar facebook".  Otras habilidades, como de monitoreo y curación de contenido están en desarrollo.

El reto más grande es hablar por alguien más.  Aquí y en mis 50 blogs, la que escribe, firma y mienta madres soy yo.  Conozco y amo mi voz.  Pero en mi chamba, no soy yo.  Doy la cara de una empresa que tiene valores, propósitos y fines propios.  Y eso, la voz, es lo que más me cuesta.  Porque no quiero ser igual que todas las empresas de perritos y me resisto a jugar con la carta del cachorro bonito. Tengo mucho que aprender.

Pero como todo, tiene una parte peligrosa:  la adicción al youtube y a los gatitoz.  Cuando me chuté el canal de de Jesse, tuve un problema marital. Pero, ¿pa qué chingados veo todo el canal si termino poniendo el primer video? pues por puro gusto.   Y están los gatitoz.  Y los gatitoz que están con perritos.  Realmente consideré adoptar uno, pero Scampi se lo cenaría.  Otra cosa es que vivo con el corazón apachurrado.  Muchos, demasiados perros y gatos que buscan un hogar.  Gente desdichada que los abandona o que sólo quieren de raza y cachorros.  Un día que se me suba la sangre escribiré de eso un poco más.

Así que sí he escrito, pero acá: Catálogo Petcétera.

Se aceptan jitomazos y todo lo demás.  Y por cierto, mañana es cumpleaños del blog marsupial por excelencia.  No olviden llevar pastel.

lunes, 6 de febrero de 2012

Fui a Real de Catorce y traje melcocha en vez de peyote

¿Y vamos a buscar peyote?

Mis amigos y yo planeábamos un viaje a Real de Catorce.  Y como soy la más borracha del grupo, tenía la obligación moral de averiguar que onda con el peyote.  Gracias a google y a los mariguanos de la red, me enteré que no es tan sencillo.  Primero hay que ir al desierto, lo que toma 3 o 4 horas.  Buscar el peyotito, hacer un ritual para cortarlo y comerlo con ayuda de una manzana.  Los alucines duran hasta 16 horas.  Haciendo cuentas, necesitaríamos al menos tres días para la experiencia drogadicta mística. Comuniqué mis hallazgos al grupo de intrépidos computitos (ejem) y decidimos cargar en la mochila el embrutecedor habitual: alcohol.  Sólo íbamos de fin de semana.

Salimos a las siete de la madrugada con el estómago vacío.  El objetivo era llegar a comer a unos míticos burritos que conocí en un viaje escolar a Saltillo: los Burritos de Matehuala.  Imposible perderlos, están en plena carretera y pasamos por Matehuala, ¿cierto? Pues no los vimos y nadie sabía de ellos. Mientras escribo esto, recuerdo que era una ñoña preparatoriana en aquel viaje a Saltillo.  Vivía en Guadalajara y la salida a Saltillo es otra.  Quizá, muy probablemente tal vez… mi recuerdo gustativo es de los burritos de Moyahua, Zacatecas? Comimos una triste torta en la carretera y con ello aguantamos hasta el pueblo fantasminero.

Cuatro horas y media después, llegamos al túnel que nos conduce a Real.  Cobran veinte pesos por pasar y hay que esperar un poco.  El túnel es de un solo sentido y usando walkietalkies el poli nos indica cuándo podemos cruzar.  El túnel se llama Ogarrio y mide 1.9 kilómetros.  Entramos.  Cuando se hizo la luz, llegamos por fin a Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce, uno de los centros plateros más importantes del siglo XVIII.  Hoy, los hijos de los hijos de los hijos (etcétera) de los mineros se ofrecen como guías.  Y como buen guía te dicen que no vas a llegar sin su ayuda porque ya saben,  Real de Catorce es un pueblo con 30mil calles.

Aun así, aceptamos su ayuda y cinco minutos después, estábamos en el hotel.  Les recomiendo ampliamente el Mesón del Refugio. La doña que atiende es amable y el lugar es limpio.  Habitaciones grandes y limpias.  Con agua caliente y tele con cable.  Esto era importante porque hacía frío y jugaban los gallos contra la chivas.

[singlepic id=332 w=160 h=120 float=left]Terminado el check in, fuimos a comer a la fonda más cercana.  ¿Enchiladas potosinas y micheladas? Sí por favor.  Las opiniones sobre el sabor estuvieron divididas; yo me tragué todo.  Decidimos caminar. Primero la iglesia y un museo.  Aunque en el museo de moneda casi no hay monedas, tocamos una exposición para ciegos y vimos curiosos objetos de metal.  Lo que más me gustó fue la exposición de fotos de épocas pasadas.  Un maestro realcatorciano nos dijo que un “must do” era ir al pueblo fantasma.  Un guía local nos podía orientar.

La arquitectura del pueblo es muy… bonita-pueblerina.  No en balde Hollywood se ha aprovechado de ella para representar a todos los pueblos de México en sus películas.  Calles empedradas, casas con puertas de madera y colores desgastados, tiendas con artesanías y comida recién hecha.  Mis amigos le mueven a eso de las camaritas y aprovecharon para tomar fotos “diarte”, de esas para las que el pueblo está pintado.  Yo me tomé fotos con los perros.

[singlepic id=350 w=320 h=240 float=right]Amé los perros de Real.  Todos andan sueltos y son mansos con la gente. No se ven desnutridos ni sobrepoblados.  Entre ellos, se dan sus mordidas, pero sólo para establecer dominio.  Si les hablas, vienen.  Supongo que ya están acostumbrados a los gringos los alimentan.  Yo no les daba de comer pero los acariciaba.  Ellos se dejaban.  Se les ve retefelices.

Aunque era temprano (como las 4 de la tarde), estaba nublado y hacía frío.  Caminamos hacia el cementerio para seguir tomando fotos.  Encontré algunas tumbas muy viejas, desde 1890 y tantos.  Otras, tal vez no eran tan viejas, pero sí de 1940s.  Y aún les llevaban flores.   Siempre he dicho que a mí, me incineren sin velorio y me avienten donde caiga.  Esas tumbas me hicieron repesar mi postura, algún día escribiré de ello.

En el cementerio conocimos a Celorio y Anastasio.  O algo así.  Ellos tenían unos caballos y por 120 pesos nos llevaban hasta el pueblo fantasma en la comodidad de sus lomos (de los caballos).  A mí me choca montar.  Me rozo de los muslos y chillo.  Además siempre siento que los caballos se van a torcer una pata, resbalar y dejarme como a Superman.  Pero mis amigos son montañeses que aman montar.  El trato quedó para el día siguiente a las 9; es que arreciaba el frío y comenzó a brisar.  Un Don hasta nos dijo: va a nevar.

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Terminamos de recorrer el pueblo y volvimos a la habitación.  Encomendamos a los hombres para ir al súper y preparar el ambigú que ambientaría el partido de gallos.  Cuando volvieron ya estaba en pijama.  Hacía frío y estaba pegada a la calefacción.  Entre vino tinto, pan y carnes frías vimos a los gallos ganar, nos quitamos el frío a mezcalazos y ya cansados, nos fuimos a dormir cada quien con su cada cual.

A la mañana siguiente nos asomamos por el balcón.  Había nevado.  Apenas unos centímetros de nieve, lo suficiente para emocionar a estos ñoños citadinos.  Yo me puse doble pantalón, sudadera de lana, chamarra y bufanda.  Celorio y Anastacio (o algo así) nos pegaron un chiflido y bajamos.  Esperamos unos minutos congelándonos en el puente, donde llegaron nuestros caballos.  Yo elegí el burro esperando que fuera más lento.

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Nuestro guía certificado nos llevó a las montañas, hacia las minas y el pueblo fantasma.  “¡déjelo, los caballos se saben el camino!” nos gritaban cuando algún ñoño asustadizo (yo) chillaba porque el cuaco agarraba su camino.  Los caballos estaban bien alimentados y panzones.  Y se olía que tenían una digestión envidiable.  Entre pedos de los caballos, aire helado y vistas chingonas, llegamos a la punta de un cerro, donde esta la mina abandonada.

Anastacio nos guió por los restos de la mina: lo que queda de los edificios y por los túneles.  Aunque se le olvidó la lámpara, pudimos entrar a los túneles ayudados por un iphone.  Caminamos un rato por ahí mientras Anastasio se divertía tomando fotos sin zoom y contándonos de cuando trabajó en la mina.  La producción había bajado mucho para el siglo XX y cuando cayó el precio de la plata (finales de los setentas), cerró permanentemente.  Nos dijo que a veces, la plata está ahí en la piedra, luego luego se ve.  Aunque al final, tenían que quitar mucha piedra.  Sacamos algunas fotos más y volvimos al pueblo.  Yo regresé caminando porque ya saben, soy bien chillona.

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Era hora de volver a Querétaro.  El trabajo y todas esas cosas de adultos nos esperaban.  Antes nos detuvimos en un pueblito que está a media montaña y que se usa de set cinematográfico.  En la gasolinería compré la Melcocha  que es una como mermelada de algo que le sale al nopal.  Mi amiga, la Tampikis girl nos guió (de manera exitosa, no como otras) a unos tacos tortilla de harina que no tenían abuela.  Un tortillón con frijolitos cuyo recuerdo me hace babear.

Real de catorce está a cinco horas de Querétaro.  No es exactamente cerca para ir y venir el fin de semana, pero tampoco es imposible.  Como una ya está anciana, llega con las rodillas jodidas y el sueño atrasado.  Pero el corazón contento por haber pasado un fin de semana con los amigos en lugar de estar, limpiando el baño, comprando los víveres y otras cosas retedivertidas que se hacen los fines de semana.

Más fotos lindas y la ansiada melcocha aquí:

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