Ni siquiera había tomado mi sagrada cafeína, cuando el viernes por la mañana estaba haciendo corajes y maldiciendo. En CNN en español un par de flacuchas pelos de elote, de esas que contratan para leer noticias, hablaban del “escándalo” en twitter: Einstein estaba equivocado; era posible superar la velocidad de la luz. De sus labios rellenos de silicona salieron frases como “si no podemos confiar en lo que dijo Einstein, el hombre más inteligente que ha existido, ¿en qué vamos a creer?” o “ ¿¡Todo lo que aprendí en la escuela esta mal!?”
Por fortuna, el tipo que tenía que decir la noticia dijo que los del CERN exponían sus experimentos y resultados a la comunidad científica y que el mismo Einstein estaría feliz de ser refutado. Apenas y escuché las palabras neutrinos y nada supe de los detalles del experimento. Hasta hoy domingo pude investigar sobre el tema. Entonces me encontré que el “Einstein equivocado” era el titular común. Ahora sentí tristeza. Pocas veces hay notas científicas y cuando las hay, las tratan de manera superficial. Como si se tratara de un reality show. Es más importante quemar a un científico que explicar de qué se trata el experimento.
La ciencia, no se trata de estar bien o estar mal. Se trata de entender lo que pasa a nuestro alrededor. De hacer teorías y comprobarlas. Cito a Carl Sagan en “El Mundo y sus Demonios”:
Una de las razones del éxito de la ciencia es que tiene un mecanismo incorporado que corrige los errores en su propio seno. Quizá algunos consideren esta caracterización demasiado amplia pero, para mí, cada vez que ejercemos la autocrítica, cada vez que comprobamos nuestras ideas a la luz del mundo exterior, estamos haciendo ciencia. Cuando somos autoindulgentes y acríticos, cuando confundimos las esperanzas con los hechos, caemos en la pseudociencia y la superstición. Cada vez que un estudio científico presenta algunos datos, va acompañado de un margen de error: un recordatorio discreto pero insistente de que ningún conocimiento es completo o perfecto. Es una forma de medir la confianza que tenemos en lo que creemos saber. Si los márgenes de error son pequeños, la precisión de nuestro conocimiento empírico es alta; si son grandes, también lo es la incertidumbre de nuestro conocimiento. Excepto en matemática pura, nada se sabe seguro (aunque, con toda seguridad, mucho es falso).A pesar de lo que se piensa, los científicos (o al menos los verdaderos) nunca declaran certezas absolutas:
Los humanos podemos desear la certeza absoluta, aspirar a ella, pretender como hacen los miembros de algunas religiones que la hemos logrado. Pero la historia de la ciencia —sin duda la afirmación de conocimiento accesible a los humanos de mayor éxito— nos enseña que lo máximo que podemos esperar es, a través de una mejora sucesiva de nuestra comprensión, aprendiendo de nuestros errores, tener un enfoque asintótico del universo, pero con la seguridad de que la certeza absoluta siempre se nos escapará. Siempre estaremos sujetos al error. Lo máximo que puede esperar cada generación es reducir un poco el margen de error y aumentar el cuerpo de datos al que se aplica.
Entonces, ¿por qué periodistas serios tratan con tanta banalidad la nota? ¿Por qué sólo dicen “Einstein bruto” y no explican un poquito de dónde sacó Einstein eso de que no es posible superar la velocidad de la luz?
Como la ciencia nos conduce a la comprensión de cómo es el mundo y no de cómo desearíamos que fuese, sus descubrimientos pueden no ser inmediatamente comprensibles o satisfactorios en todos los casos. Puede costar un poco de trabajo reestructurar nuestra mente. Parte de la ciencia es muy simple. Cuando se complica suele ser porque el mundo es complicado, o porque nosotros somos complicados. Cuando nos alejamos de ella porque parece demasiado difícil (o porque nos la han enseñado mal) abandonamos la posibilidad de responsabilizarnos de nuestro futuro. Se nos priva de un derecho. Se erosiona la confianza en nosotros mismos.
Pero cuando atravesamos la barrera, cuando los descubrimientos y métodos de la ciencia llegan hasta nosotros, cuando entendemos y ponemos en uso este conocimiento, muchos de nosotros sentimos una satisfacción profunda. A todo el mundo le ocurre eso, pero especialmente a los niños, que nacen con afán de conocimiento, conscientes de que deben vivir en un futuro moldeado por la ciencia, pero a menudo convencidos en su adolescencia de que la ciencia no es para ellos.
En su encuentro con la naturaleza, la ciencia provoca invariablemente reverencia y admiración. El mero hecho de entender algo es una celebración de la unión, la mezcla, aunque sea a escala muy modesta, con la magnificencia del cosmos. Y la construcción acumulativa de conocimiento en todo el mundo a lo largo del tiempo convierte a la ciencia en algo que no está muy lejos de un pensamiento transnacional y transgeneracional.Para mí, eso es lo hermoso y emocionante de la ciencia. Les dejo un video explicativo de la Teoría de la Relatividad. Mi maestro de física lo explicaba aventando el borrador a la pared y hormigas superluzónicas en el Cañón del Colorado, pero este está bastante mejor. No está de más saber por qué tanto pedo.