miércoles, 29 de septiembre de 2010

Colitis ulcerosa en fase terminal

Después del incidente, el Doctor Olivares se encargó de que nunca tuviera el culo cagado. Justo ahora está aquí, con su bata almidonada, verificando que el suero pase de la aguja al brazo. El piquete arde y entreabro los ojos. La cara de bulldog se dibuja a contra luz. Los enormes cachetes le cuelgan llevándose parte de los párpados y escucho su lengua chasquear mientras dosifica la entrada del líquido. Su credencial del Seguro Social cuelga de una de las bolsas del pecho; enfoco la vista en el pedazo de cartulina y descubro que el bulldog de la foto tiene pelo. Suspiro. Tengo el culo limpio y la operación será en un rato más.

Descanse Señora, me dice el Doctor Olivares. Ahora, sus palabras son muy diferentes a la reprimenda de bienvenida al hospital. Tenía que haber dejado hace mucho el picante, los carbohidratos y las grasas Señora. Ya ve lo que le pasa por no hacer ejercicio Señora. En realidad, el Doctor Olivares no fue el primero en sermonearme por no llevar una vida saludable. Esta enfermedad ya la tenía bastante anunciada.

Aquella noche, yo usaba un pañal de adulto zurrado bajo esta batita rasposa de flores. Está muy mal Señora, tiene colitis ulcerosa en fase terminal, debió venir antes Señora, me dijo. La reprimenda fue larga y estuvo atascada de “Señoras”. Tanto repitió esa palabra tras ese tapabocas, que terminé pensando que decía “Pendeja”. En resumen: yo me lo busqué y por eso, cagaba con sangre.

La intimidad no existe en este hospital. Una percudida tela corrediza es lo único que me separa de la mierda vecina; la que caga una comatosa que ya produce clorofila. No tuve otra opción que la seguridad social; estoy en quiebra por apostadora y borracha. De haber ahorrado el sueldo de gerente de Recursos Humanos, tendría un cuarto-hotel con batas de 20mil hilos egipcios y pantuflas acolchonadas.

El primer día, los coágulos tibios ardían al salir por el ano. No pasó mucho tiempo y el pañal de adulto dejó de ser suficiente; la mierda café y rojo me comenzó a escurrir por las piernas. Tuve que rogar a una enfermera para que lo cambiara. Acostada de lado, la panza se desparramaba hasta casi caer de esta pequeña cama. Me retorcía del dolor en la panza y, en más de una ocasión, estuve a punto de caer. Un poco de morfina aplacó el dolor, pero no la tibia caca chorreante.

Lo único que podía hacer era esperar a la operación de colon. Mínimo diez días para tener un quirófano Señora. Más morfina para la Señora. Esas fueron las instrucciones del Doctor Olivares.

El chirrido de la cama me despertó a media noche. Pero no era mi cama la que se movía, era la de la comatosa. Me tallé los ojos para despertar bien y afinar la mirada. Una sombra se movía sobre el colchón, empujando con la pelvis hacia la cabecera. ¡La comatosa despertó y quiere levantarse! Pensé. Pero un quejido grave me hizo cambiar de opinión. “Aggg Aggg Aggg Señora Aggg” escuché. Curiosa, apoyé los codos en la cama y me senté. Cuando mis ojos se acostumbraron a la obscuridad, vi una lengua negra jadeando. ¿El doctor Bulldog? Tal vez estaba soñando.

Los chirridos de la cama continuaron y los quejidos se hicieron cada vez más fuertes. No supe cómo reaccionar. Por suerte, mi cuerpo reaccionó por mí. Lo sentí pasar por el intestino y un retortijón me dobló hacia adelante. El pedo salió a presión por mi esfínter y el sonido retumbó la habitación. Con el olor, el Don Juan de las semimuertas salió de su éxtasis. Los ojos de bulldog se abrieron muy grandes al verse descubierto y, subiéndose los pantalones balbuceó al mismo tiempo que huía Se-se-ñora, yo-yo… Seño-ño-ra-a.

Como dije, la intimidad no existe en este hospital.

Por la mañana, el Doctor Olivares corrió la cortina que, en un apuro de amor, había olvidado cerrar. Ésta es la Enfermera Verónica, estará aquí para ayudarle si tiene ganas de defecar Señora, dijo con una mirada que me hizo sentir transparente. De pie, con la espalda muy recta y las manos en su espalda, la impecable flacucha asintió con las pestañas.

Además, le tengo una gran noticia, Señora. Logré programar su operación para mañana. Sonreí complacida. Ser testigo de un romance furtivo no resultó ser tan malo. El Bulldog salió del pedazo de habitación que me toca y la flaquita recogió el set de limpieza del piso y lo colocó en la mesa de metal, a un lado de la cama. De su canasta sacó un par de guantes verdes y un tapabocas. Pobre ilusa; creyó que eso sería suficiente protección contra el olor de mi caca. Si lo sabré yo que tantas cacas de cruda he tenido. Con voz seca, pidió que me pusiera de lado. Acaté su orden al instante y me abrí la bata, apuntando mi trasero a su cara. Escuché las cintas del pañal despegándose y sentí las manos plásticas de la flacucha en la panza. Moviendo el pañal entre las piernas, me retiró el mazacote de caca quemada.

La pobre debe necesitar mucho este trabajo: el olor ácido de esta caca se estanca en la nariz todo el día. La flacucha mojó una esponja en un recipiente con agua tibia y lo pasó con suavidad, abriendo las nalgas celulíticas con sus dedos. La esponja recogió los restos de esa mezcla blanda que se había quedado pegada y volvió al agua. Una tos temerosa salió de la flacucha mientras exprimía la esponja. Tal vez quería vomitar. Tal vez, debió estudiar para secretaria.

¿Tiene familia Señora? me preguntó la flacucha. Supongo que tenía la esperanza que alguien viniera a limpiarme el culo por la noche y así evitar el tormento vespertino. No tengo, contesté con un pedo. Me disculpé sin realmente sentirlo.

La flacucha se fue con el rostro desfigurado. Moví, de lado a lado, este enorme y radiante trasero contra la cama. Las nalgas, antes embetunadas, estaban limpias por fin. Así es la vida: uno no sabe qué mierdas ajenas terminará limpiando.

¿Quién no ha tenido un Bocho?



Hitler, ese conquistador/asesino convertido en YouTube-Star, encargó la construcción de un auto para el pueblo. Las especificaciones del vehículo eran, como todo en su imperio, rudas e innegociables: fuerte, duradero, barato y de fácil mantenimiento. Lo que Hitler nunca supo es, que pueblo que terminó agenciándoselo, es el mexicano. ¿Habrá alguna familia clase-mediera-embarrada-de-mugre que nunca haya tenido un Bocho? Al menos, la mía siempre hubo uno.

La historia de los Bochos en mi familia comienza con mi papá estudiando para doctor. Todos los días, recorría de Tlanepantla hacia Ciudad Universitaria (es decir, hasta la sexta chingada del DF) en el Pistachón, un Bocho verde claro. Sin embargo, su color no era lo que hacía a ese coche peculiar: era el tener una tibia (el hueso del chamorro) como palanca de velocidades. Mi abuela sufría cada vez que mi papá manejaba ese esqueleto.

Cuando yo nací, mis papás tenían un bocho blanco. Recuerdo el techo de plástico blanco con puntitos negros, cuando entrecerraba mis ojos para medio borrar los puntos. En los 80s viajamos del DF a Cancún, con la panza atiborrada de maletas y dos niñas acostadas en la cama improvisada que se forma al bajar el asiento de atrás. Desde entonces, todos nuestros bochos fueron blancos.

El run-run de las velocidades del motor del bocho me arrulló durante todo el camino al sur. ¿Lo recuerdan? Cuando la velocidad estaba a punto de explotar, el coche chillaba en tonos altos. Entonces entraba el clutch, la nueva velocidad y seguía adelante. Había un modelo con una ventanita en los asientos de adelante que se abría de lado. Yo, que siempre he sido una quejica del aire, pedía que abrieran nada más su “ventanita chiquita”. Era una niñita que hablaba con muchos diminutivos.

El último bocho blanco de mi familia fue noventero y en él aprendí a manejar. Después de cada sesión de manejo, un dolor de piernas y mano derecha se apoderaba de mi cuerpecito. Al final, convencí a mis padres de que me prestaran el golf, que era automático. Por eso, no sé manejar estándar. Ese bocho ahora lo maneja mi primo, que es 15 años menor que yo.

El bocho blanco de la foto estaba en la calle de mi abuela. Sus ociosos dueños lo pintaron de verde y rojo por aquello del furor del bicentenario. Con tanta mamada que salió al respecto, creo que ese humilde cochecito representa con una mayor fidelidad lo que es el pueblo mexicano. Al menos, el pueblo en el que me ha tocado vivir: aguantador, improvisado, golpeado, sin focos, pero con harto sentido del humor.



lunes, 20 de septiembre de 2010

Hagamos caso a la nariz

Tengo un mes y algo con alergia. Tengo un mes y algo trabajando de computita. Mi alergia consiste en exceso de mocos, estornudos constantes, cosquilleo en la nariz y el párpado del ojo derecho brincando como en contracciones de parto. Yo lo relacioné, primero, con el frío. Y es que sacar a los perros a cagar a las 7:30, recién despertada, despeinada y en pijama, no sólo es insultante para mis vecinos, sino que también lo es para mi cuerpo. Dejé de hacerlo. La alergia no disminuyó.

Más allá del chiste fácil de que trabajar me da alergia, hay algo de fondo. ¿Coincidencia o Relación? Psicosomático es la palabreja técnica y no es la primera vez que me pasa.

Lo que más me molesta de esta alergia es que no soporto el cigarro. El ojito comienza con su brincadera y el picazón en la nariz es insoportable. Yo no fumo, nunca he podido hacerlo. Sin embargo, siento gran envidia por aquellos que lo hacen y lo disfrutan. Por eso, de mi boca nunca escucharán un "te vas a morir", "ya no se te a va a parar el pito", "Te apesta el hocico". Es más: La gente que reniega de sus vicios me caga la madre. O lo dejas en silencio o sigues en lo tuyo. "Las buenas intenciones" sirven para un carajo.

En los Soprano (voy en la temporada 3) salió un mafioso-ruco efisemático que ya no podía ni hablar. La voz, aunque lastimosa, aún tenía los huevos necesarios para dar órdenes. Hablaba y tosía con sangre y nadie, ni un pinche mafioso, le hacía el feo, ponía cara de fuchi o lo regañaba por vicioso. El capo efisemático tuvo que matar a su sobrino. Nadie se lo mandó, así es el código de valores de la mafia. Falla el primer balazo: apenas le rosa la oreja. El sobrino (joven y fuerte) se lanza sobre él (ruco, enano y tosijoso) y, cuando el asma comenzó, supones que el efisemático va a valer madres. El sobrino se aplasta al mafioso que está de espaldas en una mesa. El ruco es quien sostiene la pistola y ambos ejercen presión sobre la mano, para tratar de apuntar hacia la cabeza del otro. El ruco tose y escupe sangre que se junta con la de la oreja del sobrino. So gore and ilovit. A pesar de todo, gana el ruco porque tiene unos megahuevos. Para festejar su triunfo, el ruco enciende un cigarro y fuma. Por supuesto, apenas y puede hacerlo, pero el placer de fumar y habérselo chingado nadie se lo quita. Al final, el capo efisemoso se muere, al perder la madre esa que al aspirar, abre los alvéolos. Gran personaje de un capítulo.

Eso de los Soprano no viene al caso, pero me acordé y no pienso borrarlo. Lo que viene al caso, es de aquellos que se ofenden porque me tape la nariz si tengo alergia. Tan ensimismados en su mundito están que creen que los rechazo cuando me tapo la nariz. ¿Por qué la gente se toma tan personal las cosas? Ya estoy muy lejos del dios y del diablo para ponerme a darles gusto a todos y más, cuando me es imposible porque, ya dije, estoy de psicosomática y es el meollo de este post.

Pero no más fucking words sobre mafiosos y gente "extrasensible"... ¿En realidad trabajar me jode la nariz y los ojos? Me da dinero, me entretiene, soy chingona en eso y creo que lo que estoy haciendo aquí, es útil. Mi mente se mantiene despierta al enterarme de tecnologías, formas de trabajar, etcétera. Es decir, realmente me gusta mi trabajo de medio tiempo.

Pero en algún lugar recóndito de mi persona y, si mi nariz tiene razón, sé que eso no es lo que quiero. Y eso me da pa' bajo. Que yo lo sepa y me haga pendeja. ¿No me estoy justificando como los pinches adictos? Mientras lo pienso, el tren de la vida sigue corriendo y yo me la paso subiendo y bajando el pie.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Desperté de madrugada y en un lugar común

Mis perros aun duermen en mi cuarto, aunque ya lo hacen en el piso. Roncan sobre dos colchonetas de piel que mi mamá les hizo, ya que las de tela acababan con el relleno por fuera. Afuera, hay una perra callejera en celo y a cada rato se escuchan chillidos histéricos de cogida. Entonces, Scampi y Gazpacho corren a la ventana a ladrar, como queriéndose unir a la fiesta. En realidad, sus ladridos no me molestan… excepto a las 5:30 de la madrugada.

Me despertaron y encontré que soñaba con Tony Soprano, ese gordito tan endemoniadamente sexy. No, no era un sueño erótico, sólo veía a Tony reírse con ese gesto de ardilla en el que levanta la trompita y enseña sólo un pedazo de los dientes de arriba. Lo absurdo fue que las escenas se movían como en una presentación de Prezi. That Fucking Thing.

A mi amasiato no le importaron ni mis gritos, ni los de mis perros. El siguió durmiendo. Nunca había conocido a alguien que durmiera tan profundamente como él. Lo envidio y mucho. Envidio la baba que fluye, el que duerma sin almohada y que se agandalle la orilla libre de la cama con la excusa que es zurdo. Envidio que nunca tenga insomnio, que vuelva a dormir como si nada y que lo haga hasta medio día si lo dejo.

Entonces, me convierto en lo que siempre odié: una esposa-madre que levanta, pone suéteres y exige habitaciones recogidas. ¿Por qué Buba, porqueeee?

Nadie me lo advirtió.

***
Me despierto y releo mi cuento cagado. No es que sea chistoso (aunque anticipo risas) o que sea una cochinada (aunque depende de con qué lo compares). Es un cuento donde la protagonista está embarrada en su mierda, literal.

No es mi cuento favorito. Vamos, ni si quiera es especial. No me salió del alma y tampoco requirió de mucha inspiración. Pero hay que escribir mucha caca antes de escribir bien. Por eso, me concentré en las imágenes. Me inventé un doctor con cara de Bulldog y una enfermera parca.

Escribir ficción no es fácil y, aprovechando el tema escatológico, a veces duele como caca de alitas de habanero. Duele la corrección, duele la edición, duele la retroalimentación. ¿Cómo no entienden lo que digo!? grita el escritorcillo que habita en mis intestinos. El otro escritorcillo, el que está en mi cabeza lo ignora y sigue amontonando ideas que, cuando llegue el día, el segundo cagará.

***

Acaba de sonar la alarma de las 7 y el amasiato no tuvo la decencia de despertarse.

O me duermo o lo cago. Uhmmm…

viernes, 17 de septiembre de 2010

¡Mamá, hay un pito en el refrigerador!


Una amiga y su marido y sus suegros fueron a darse una vueltecita por Italia y me trajeron un pito del David.
Me cuentan que estaban viendo los recuerditos y, al ver el imán, ambos se voltearon a ver y pensaron lo mismo: "Este para Rox". Siento rebonito que la gente me conoce bien, sabe de mis gustos y los fomenta.
La parte triste de esta historia es que no se si el prosciutto es más suave que el de bellota, snif.

martes, 14 de septiembre de 2010

Escuincles caguengues

Tengo un par de conocidos que, a pesar de tener 18- 19 años, son unos pinches escuincles. Ignoro si así sean todos los de esa edad y supongo que no soporto sus dramas porque ya estoy muy vieja.

Pero es que chillan de todo: "No, no quiero tomar porque me pongo muy mal"; cuando la fiesta termina, están hasta la madre de borrachos. "Nadie me quiere, no tengo novia" y siempre traen tremendos moretones en el cuello. Sus dramas de vidas injustas y madres que no los comprenden me aburren.

Yo se los dije: le hacen mucho de pedo. Cada generación cree que es bien malota e incomprendida y creen que rompen con los demás, pero la verdad, llevamos mucho tiempo haciendo las mismas pendejadas. No hay historias muy originales, gente.

Como sea, esos escuincles están enfermitos y les gustan mis historias de sexo rudo, ofensas y degradación.

Quema es una de ellas. Y recibió aplausos y ovaciones. Ya sé lo que van a decir: la enferma es la que escribe, osh con ustedes.

Luego dicen que sólo escribo de sexo placentero.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Más extraño que la ficción.


Yo no sé porque no la había visto antes. Tuvo que hacer Blockbuster su jueves de a diez varos para que llegara esa película a mi DVD pleyr. La premisa de la película es: Un individuo se entera que se va a morir porque la que escribe su vida, se lo dijo en una voz en off. Es decir, es el personaje principal de una novela y el final incluye su muerte. Así que hace dos cosas, va con la psicóloga (que también es costurera en The Invencibles –pixar muvi-) quien le confirma que está loco. Él duda de la loquera y termina con un maestro de literatura, quien nos regala las mejores frases de la película. Libros > psicología. WIN. El individuo no sólo comienza a buscar a la escritora, sino que también, comienza a vivir su vida, a salirse de la rutina.

Emma Thompson como la escritora me encantó. Yo he hecho algunas cosas sólo para poder escribir al respecto. Al verla mal fajada, histérica y con “writters block” me hizo sentir gran empatía por el personaje. Will Ferrell, que nos tiene acostumbrados a personajes pendejos y exagerados, lo hizo muy bien. El personaje es cómico involuntario, actuado por alguien que si es cómico, pero no intenta ser cómico. (y yo no intenté decir nada inteligente)

Como todo en este mundo, la historia no es nueva. Un personaje de Niebla, la novela de Unamuno dialoga constantemente con el autor. Es el propio Paul Auster quien, en la Trilogía de Nueva York, recibe una llamada. En resumen: los escritores empiezan a perder tornillos y confunden la realidad con la ficción.

La idea, de que tu personaje principal tenga vida propia me parece muy coherente. Al menos, para los que hemos creado algún personaje de ficción. Por ejemplo, yo nunca mato a los perros de mis cuentos. Todos me dicen “¡Que se muera el perro!” NO. Me vale madres si el final no es el mejor. También he tenido frases de las que me enamoro y que me vale madre si no le entienden o les parecen ilógicas.

Comienzo a obsesionarme con las letras. Me gusta.

Una de esas obsesiones es, como ya dije de mi sueño, el pedo matemático / computito. Hoy me di cuenta que este blog, es una metodología ágil. Los cuentos que son revisados, revisados, revisados y vueltos a revisar sólo para almacenarlos y mandarlos a un concurso / editorial / warever es un pesado y metodológico proceso de desarrollo en V.

El pedo es… ¿qué hace mejor a uno u otro cuento?



(la respuesta es muy cursi y me da penita decirla)

Exhibicionistas en la Rivera Oaxaqueña

Llegamos a Puerto Escondido muy temprano y fiel a mi costumbre comencé a odiar la mochila naranja. Como un gran espartano, mi compañero de viaje soportó mis chillidos sobre el peso de la maleta, el hambre de mis tripas y el calor de la costa. Pero como tampoco es un santo, accedió a quedarnos en el primer hotel que encontramos. Por 200 pesitos tuvimos televisión (para ver la inauguración del mundial), toallas limpias y vista al mar.

Me puse el bikini y saqué la revista del estado para encontrar que Zipolite (la playa nudista) está cerca de Huatulco, no de Puerto Escondido. Le comuniqué a mi acompañante el pequeño error de 150 kilómetros que cometí y me miró con cara de mañana-es-el-partido-si-quieres-te-encueras-en-el-cuarto. Ya veremos, dijo. Ya veremos, contesté. Y como las penas con pan son menos, nos fuimos a tragar al Cafecito, en la playa de Zicatela.

[singlepic id=285 w=160 h=120 float=left]Ahí nos dimos cuenta de que estábamos en el lugar correcto: puro guapo y extranjero. En Zicatela hay europeos, gringos, australianos y sudamericanos para elegir; todos andan hipiosos y sin camiseta (algo importante) por lo que el desfile de músculos y tatuajes está a la orden de la pupila. La razón de que haya tanto extranjero buenote, es que son surfers y esa playa, de junio a septiembre, es ideal para tan bello deporte.

Después de tomar algunas fotos a esos valientes y acuáticos jinetes, tomamos un taxi para ir a la Playa Carrizalillo. Las playas en Puerto Escondido están enmarcadas en montañas, por lo que su acceso no es tan sencillo; por eso elegimos a Carrizalillo. Hay que bajar 900 mil escalones para pisar la arena, lo que garantiza la ausencia de niños.

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Vista desde el escalón 542,157 de bajada a la playa


Aunque el mar en esa pequeña bahía es más tranquilo que en Zicatela, es indispensable saber nadar. El mar se vuelve profundo unos pocos metros hacia adentro y tiene corrientes traicioneras que te jalan de los pies, provocando indiscretos panzazos contra la arena. Entonces, sus olas te envuelven y arrastran hasta que la parte inferior del traje de baño queda repleta de esas diminutas piedras color café.

Como toda revolcada, la de Playa Carrizalillo vale 100% la pena. El agua es templada tirándole a caliente y algo que no me esperaba: transparente, muy transparente. Si no fuera por la arena revuelta de las olas, se vería mucho más claro. Confieso que tampoco me esperaba los siete tonos de azul verdoso que alcanza el mar visto a lo lejos. Colores que sólo identificamos con el Caribe están presentes en Puerto Escondido.

Por la noche dimos un romántico paseo por el Adoquinado acompañados de millones de insectos voladores. Nieves, tostadas, tamales, tacos, tlayudas y cervezas fueron los inauguradores del ahora legendario tragazón oaxaqueño 2010.

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El adoquinado tiene un cacho de asfalto


Al día siguiente y después de ver a la Selección Mexicana perder 1-1 contra Sudáfrica, emprendimos el viaje rumbo a Zipolite. Las instrucciones de la atolondrada vendedora de boletos eran: ir a Pochutla y de ahí tomar un colectivo a la playa de encueratrices. El camión era de segunda y en cada pueblo el conductor tenía la amabilidad de anunciar la parada. Una hora después y ante el grito de Mazunte-Zipolite, descendimos 4 despistados del camión.

-¿Aquí es Pochutla?
-No, no es Pochutla.
-¿Tonces pa’ onde es?
-Pos quién sabe, hay que preguntar.
Preguntamos, nos dijeron que faltaba un poco para Pochutla, pero Zipolite era derecho y en colectivo.
-¿Y ustedes a donde van?
-A Zipolite, ¿y ustedes?
-A Mazunte, es por ahí cerquitas.
-Pues vámonos todos en un taxi.

Detuvimos un taxi y cerramos el trato en 80 pesos por los cuatro. Nuestros compañeros de taxi se quedaron en la playa tortuguera y nosotros nos bajamos hasta la encueradera.



Zipolite es una playa larga, de olas medianas a grandes y con muy pocas personas… todas ellas vestidas con pantalones y bufanda. ¡Nos estafaron! Fue el pensamiento común de estos viajeros exhibicionistas. Llegamos a una cabañita, donde unos hippies marigüanos nos ofrecieron que comer y beber. Yo, que ya había comenzado con mi chilladera contra el calor y las mochilas naranjas que se cuelgan en los hombros, acepté una salvadora caguama Victoria en lo que mi compañero de viaje iba de exploración en búsqueda de un lugar donde tirarnos al sol y dejar que se quemen las partecitas nunca antes tocadas por los rayos UV.

Casi me había terminado la caguama cuando el explorador espartano regresó con la noticia que después del monte estaba la Playa del Amor. Nuestras maletas se quedaron con los hippies y ascendimos el monte para encontrarnos esto:

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The love beach


La playa estaba vacía y tenía una palapa donde dejé cámara, dinero y los consejos de mamá de no andar enseñando mis partecitas en público. En pelotas, nos metimos al mar. Hay algunas piedras grandes y el oleaje a veces se intensifica por lo que no hay que distraerse, a menos que quiera uno ser encontrado muerto y encuerado en Japón. Lo bueno de esta situación es que los japoneses están acostumbrados al desnudo.

Son curiosos los sentimientos que se despiertan cuando te quitas la ropa. De la diversión (jijiji andamos en bolingas), pasé a la libertad (¡¡guaju!!) y por último a la dicha (suspiro). Esa tarde sentí que no necesitaba nada más. Ninguna toalla tratada con litros de suavitel se comparó con la brisa del mar secando mi cuerpo. Los rayos que calentaron mi piel fueron caricias de un amante tierno. El sonido de las olas contra las rocas y del viento contra la palapa fue la música que el momento necesitaba.

Por eso digo que es dicha lo que se siente al dejar junto con la ropa, el twitter, los libros, los qué dirán, el estoy lonjuda y el ya no me alcanza para ir a Puebla ni para pagarle a Slim.

Conforme avanzó la tarde fue llegando más gente. Una pareja de veinteañeros se escondió tras unas piedras para asolearse en pelotas. Otra de cincuentañeros se refugió en una miniplaya al fondo. Un solitario se la pasó en el mar y cuatro vestidos se dedicaron a decirse cositas románticas al oído a la sombra de la montaña. Bola de fresas. Sólo mi viejo y yo tuvimos la decencia de dejarnos ver como nuestras mamás nos trajeron al mundo, pero con más pelitos y bolitas.

Comenzó a caer el sol cuando nuestras tripas demandaron alimento. Con pesar, volvimos a usar esas odiosas ropas que la sociedad exige y nos dirigimos a Pochutla, para tomar un autobús al paraíso gastronómico y magisterial que es Oaxaca capital.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Sofía lleva un cuento escrito en la espalda

El que se llamaran Ricardo y Sofía es irrelevante. Tampoco importan las horas que llevaban encerrados en una habitación pintada de atardecer. Lo que realmente importa, es que desde ese día, Sofía lleva un cuento escrito en la espalda.

Desnudo, Ricardo se detuvo a la entrada de la habitación rosa bengala y vio el tiempo detenido: la cama revuelta, los libros sobre el buró, la ropa tirada en el piso. Se sintió un poco ridículo por ir cargando una mesa de madera con dos tortas de conejo. Vestida con su piel de vainilla, Sofía llegó atrás de él. Le embarró las cervezas en las nalgas y el pito de Ricardo brincó.

La tripas que exigían y un “¿qué horas serán?” los había levantado de la cama. Pero ya estaban de vuelta y con una gran dotación de cervezas en la hielera, como para no salir nunca más. Sofía movió sus brazos con rapidez, arrinconando sábanas y almohadas en la cabecera de maple. Corrió a los pies de la cama y con ambas manos, la empujó contra la pared. La mentada de madre que gritó el muro apachurrado les hizo reír. ¡Shhhh! ¡Se enoja!, dijo Sofía, llevándose un dedo a la boca.

Ricardo puso la mesa sobre la cama y miró a la ventana. Las persianas se movían con el aire, entonando una canción de plástico. ¿Le cierro? preguntó Sofía, al ver los vellos ligeramente levantados sobre la piel sabor de anís. Si me hace usted favor, dijo Ricardo haciendo una reverencia con las manos. Sofía aventó la ventana y el aluminio calló la melodía.

¡A comer! gritó Sofía levantando ambas manos. Y dejándose caer, aterrizó en la cama boca abajo. La mesa bailó suspendida en el aire, junto a los platos y las latas de cerveza. Sofía se incorporó y tomó una torta de conejo. Ricardo sintió que ese olor lo tranquilizaba: era un olor a pan caliente con mantequilla que lo hacía recordar las tardes de su infancia en el comedor de su abuela. Sofía masacraba su torta con grandes mordidas; las migajas caían sobre sus pechos y panza. Ricardo la miró hasta que el crujido de pan lo sacó de su letargo. Si no empezaba a comer, probablemente se quedaría con el estómago vacío. Quedaron buenas, ¿verdad?, dijo Ricardo al sentir el conejo con aguacate en su lengua. La torta que tenía pegada Sofía a la boca se movió de arriba-abajo.

Barriendo la cama con la palma de su mano, Sofía tiró al suelo las migajas que habían caído de las tortas de conejo. Ricardo se recostó en la enorme almohada que había formado esa suave revoltura de sábanas y cobijas contra la cabecera. Lo mismo hizo Sofía, aunque su almohada estaba llena de huesos y en su interior había un corazón. Con su mano derecha, Ricardo le acariciaba el cuerpo; tenía los dedos lacios y los ojos cerrados. Ella se dejó hacer, abierta, feliz.

Sofía tomó un pesado libro del buró y comenzó a leer en voz alta. El libro amarillo comenzó a quejarse con gritos atragantados. Y es que los ojos roba-párrafos de Sofía le amputaban, una a una las palabras que leía. Asustadas, las letras descendieron por el tobogán de su voz, cayendo en la cama y en la piel de vainilla. Revueltas, algunas letras comenzaron a llorar. Se buscaban para formar sílabas, con la esperanza de hacer una palabra coherente; misión casi imposible porque las vocales débiles flotaron más tiempo en la respiración y cayeron hasta el piso. Las letras más egoístas, como la Be, la Eme o la Ene, reían a carcajadas al ver la desesperanza sobre la cama.

La mano izquierda de Ricardo despertó y quiso ponerse a escribir. Enojado, el codo aventó los dedos al aire, exigiéndole tranquilidad con violencia. Pero los dedos eran necios y el codo perdió la batalla cuando la mano se desprendió y fue a dar al piso. Con cuidado, los dedos recogieron las letras que lloraban entre las migajas de pan. De un brinco subió a la cama e hizo un montoncito de letras a un lado del cuerpo de Sofía, que descansaba boca abajo.

Con movimientos de araña, la mano izquierda comenzó a acomodar las letras sobre la espalda de vainilla. Tranquilas y expectantes, las letras susurraban cada sílaba y daban pequeños brincos, orgullosas de formar parte de una palabra. Celosas al ver la fiesta que se vivía en la espalda, las pocas Doble-u y Kas comenzaron a clavarse en la cintura de Sofía, intentando subir. Ella no pudo evitar las cosquillas, las tomó en su puño y las aventó al piso. Las letras que ya estaban acomodadas se horrorizaron, no querían terminar igual. Tampoco querían volver a ese papel blanco y ser aplastadas entre las pastas duras y amarillas. Por eso se tatuaron a la espalda de Sofía quien, desde entonces, carga con este cuento.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Acomoda tus cosas hijita


Las fotos en mi computadora, están perfecta acomodadas. Esto gracias a que tengo una carpeta contenedora "acomodar". Lo malo es que ésta carpeta crece y crece en bytes y yo no acomodo ni madres. Debería subir todas juntas y ponerles etiquetas tipo gmail. Esto solucionaría muchos de mis problemas.
Tal vez lo haga. ** Ángel, el único lector de este no-blog sabrá cómo ;) **
Ojalá fuera así de fácil "acomodar la casa". Llevamos una semana durmiendo en el cuarto de visitas porque nos negamos a doblar la ropa  que está sobre la cama. 
Espero que mi mamá no lea esto nunca.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Sueños 3D

De unas noches para acá, he tenido sueños muy vívidos. Esto no me permite descansar bien, me despierta y obsesiona. Locos e incomprensibles como son los sueños, cuando estoy dormida siento que es una clave, un secreto, una llave para algo maravilloso.

Pero cuando despierto, estoy confundida.

Y es que mis sueños se han vuelto matemáticos-computitos. Me explico. En matemáticas, hay unas gráficas 3D que resultan de funciones. La primera vez que tuve noticia de esto, mi maestro lo describió como la gráfica del pancake. Pero en mis sueños, en estas coordenadas está una nueva forma de redactar un cuento. Es decir, en vez de la clásica fórmula de introducción, nudo, desenlace, éstas se ordenan y forman nuevos elementos, causantes de fórmulas matemáticas de crepa-style.

Lo computito, también se presenta, en forma de clases y patrones. La historia tenía, incluso, un set de pruebas de stress.

Les digo que hace malo trabajar.

martes, 7 de septiembre de 2010



Alguna vez escribí una historia un cuentito sobre una orgía con un grupo de Rock.
Ese grupo de rock era Disidente. Y la orgía fue el sábado, en el 212. 
Lo malo, es que no fue con ellos y tampoco fue grata. Nunca en mi  vida me habían apachurrado y golpeado tanto. No nací para hacer slam y tampoco para ser embarrada de tanto sudor ajeno =(
Pero no importa, el concierto estuvo de puta madre.
Y para no golpearte dame una razón por favor
dame una razón, para golpearte dame una razón.
Si me haces sonreír, mientras duermo

lunes, 6 de septiembre de 2010

Burocracia digital

Existen dos tipos de mexicanos. Los burócratas y los que sufrimos de los burócratas. Hábilmente, el gobierno se ha encargado de marcar esa diferencia. Bonos, prestaciones, pre-posadas y posadas, horarios de trabajo de medios días y la facilidad de hacer su trabajo mientras se liman las uñas y tortean, son algunas de las diferencias marcadas. Pero sobre todo, está la prerrogativa que tienen de mirarnos con desprecio y obligarnos a atender sus indicaciones -no negociables- al pie de la letra.

Los burócratas son unos sádicos. Nos tienen amarrados de las manos y podemos elegir la hora que nos chingan, pero de que toca chingadazo, toca.

Historias de sadismo burócrata hay muchas. Pero sin duda, las más violentas son aquellas que involucran a la Secretaría de Hacienda. Ya de entrada, el dar dinero al gobierno a nadie le gusta. Así que además le peguen a uno, es sobre todo, humillante. Bulling gubernamental al puro estilo redneck.

Desde hace poco más de un mes, yo soy su víctima y no veo para cuando me suelten.

Mi primer trámite, fue el cambio de domicilio de Guadalajara a Querétaro. Como buena habitante del internet, investigué en la página del SAT los requisitos y en googlemaps la ubicación. Llegué con mi formita llena, 3 identificaciones personales y 5 comprobantes de domicilio, todos con dos copias.

En la entrada, había dos filas. Una fila para los que traían cita y otra para los que no teníamos cita. Me formé en la segunda y me dieron un cartoncito fucsia con la leyenda “cambio de domicilio” y una hora fija: 12:30. Los que traen cita, obtuvieron ese cartoncito por teléfono o internet. Así que los que traíamos cita de las 12:30 teníamos que formarnos en la fila 1 de las citas desde las 12:10 y así tener un turno de atención. Una cita para tener una cita, para tener un turno; me gusta su estilo.

Así obtuve mi turno de atención: C1054.

Oh Tim Burton, debiste haber venido a México para la famosa escena de Beetlejuice. Y es que por más que el número de ticket sea 999999999999, es un consecutivo. En cambio, el SAT maneja de 5 a 7 consecutivos en su display electrónico. Cuando me senté, ninguno de los 3 números del display tenía relación entre sí o con mi turno. Existía, por ejemplo (porque no recuerdo exactamente), el 154, A382 y 2502. Media hora después, el turno C1052 pitó en el display.

Por fin, hora y media después, un chico me atendió en la ventanilla 10, a pesar que el display decía ventanilla 2. En el momento que lo vi, pensé que la espera había valido la pena. El tipo era de esos morenazos, con ojos negros tan coquetos que hasta lunar a un lado tienen. Además, parecía que llevaba sus 26 años sonriendo, porque esa mueca en los labios que a nadie le sale esa oficina de gobierno, a él le quedaba perfecta. ¿Cómo estás? ¿Has esperado mucho? ¿Eres de Guadalajara?, ¡que bella ciudad! Ah! Te llamas Rosalinda, como mi madre. Es un nombre hermoso. No sabes si estabas dada de alta, no te apures, ahora te averiguo. Todo eso, mientras capturaba mi información en su sistema.

Increíble, el tipo era un sillón de piel en una oficina gubernamental.

Tan bueno fue su trato, que empecé a sospechar que tenía triples intenciones. Por eso, cuando me preguntó cuál era mi película favorita me frikie: el wey quería salir conmigo. “no se” respondí con cara de Leonard Hofstadter. En realidad, el individuo lo utilizó para establecer mi contraseña y así poder entrar al portal del SAT.

Salí feliz, con mi contraseña asignada dispuesta a ser una buena mexicana y comenzar a emitir mis comprobantes fiscales digitales (CFD). Una vez más, que bonita es la inocencia.

Los CFDs son las facturas y recibos de honorarios digitales. Es decir, en vez de usar un papelito de imprenta, nosotros, los mexicanos responsables del siglo XXI, damos CFDs. Por cierto, desde enero de 2011, las facturas de más de 2000 pesos tendrán que ser electrónica, es decir, CFD. Y háganme caso, emitan desde YA, para no entrar en la bola de millones.

Para esto, necesitaba mi FIEL. No, no es un hombre bueno (e imaginario), es una Firma Electrónica Avanzada, como una llavecita pues. Aquí comenzó mi viacrucis burocrático digital. Y es que los de sistemas del SAT, con tal de tenerte bien protegido vigilado me hicieron pasar por una serie de aplicaciones informáticas igual de masoquistas que cualquier burócrata.

//Inicia burocracia digital, si no quieres leerla llena tu cabeza de yadayadayada. Va a ser más o menos lo mismo.

Primero hay que bajar una aplicación llamada SOLCEDI, al cual le capturas cierta información y te da dos archivitos. Ninguno de esos es tu FIEL. Para obtenerla, hay que volver a las oficinas del SAT, en la que, después de hacer cita y hacer fila 20 minutos antes, te dan un turno y te pasan con un individuo que verifica que hayas llenado bien tu forma y lleves en USB los archivos que generaste con la aplicación. Acto seguido, te fichan como delincuente: huellas digitales de los cinco dedos, firma capturada, captura del iris y digitalización de documentos. Sólo les faltó pedirme muestra de orina o ADN. Al volver del fichaje, el individuo me entregó mi FIEL vigente, un archivito .CER en mi amada USB. Entonces, la burocracia sigue en los Intewebs, porque ahora hay que obtener el Certificado de Sello Digital (CSD). Para esto, hay que volver a la aplicación chafa esa del SOLCEDI usando la FIEL para ensobretar y obtener un .CER. Es decir, hay dos archivos *.cer y uno de esos es el certificado. Aún no se cual es, pero sé que la tengo. Después, hay que obtener los folios, igualitos que las facturas, pero folios digitales. Así que entras a una aplicación llamada SICOFI con tu FIEL (o tu CSD?) y solicitas la generación de esos folios. La aplicación te hace un archivito de texto y, con la misma aplicación y usando tu CSD, envías los folios al SAT. Dos o tres días después, hacienda hace válido tu CSD y tus folios y ¡YAY! Ya puedes comenzar a facturar electrónicamente.

//Termina burocracia digital, ya deja de decir yadayada.

Ya saben que sólo soy filantrópica en lo que toca a perros, pero sólo para joder al gobierno (bien reaccionaria yo) les doy algunos tips para no terminar golpeándose la cabeza con el mouse.
  1. Usen siempre explorer. Una hora después me di cuenta que un sitio no soportaba Chrome.
  2. Escriban todo. TODO Dije. Así llenen 20 hojas de Word con printscreen, guarden todo lo que hacen. En especial los passwords. Por cierto, los criterios para formar passwords están cabrones. ANOTENLOS TODOS y aguas si le meten mayúsculas y minúsculas.
  3. Usen MisFacturas.net. =)
En fin, ¿Recuerdan al chico del cambio de domicilio? Me llamó a la casa. Al parecer, lo que tiene de guapo, lo tiene de idiota y no digitalizó correctamente mi comprobante de domicilio. Tuve que ir dos veces dos al SAT con un comprobante que les gustara.

Ahora, me toca mandar mis impuestos por internet. ¿Quién me ayuda? O de perdis, que me cure las heridas.

viernes, 3 de septiembre de 2010



¿Que sería de México sin José José? Neto.
Recuerdo que una vez, en españa, hicimos "concurso" de canciones de heridos.  OBVIO nos los chingamos (a sudacas y gachupos) con josé josé y javier solís, nomás.
Cuando era chica, escuchaba a mi madre cantar mientras hacia el "aseo" las canciones de jose jose.  Hace unos días, una de las viejas de mi taller hizo el cuento mas chingón del mundo con una canción de josé josé.  Cuentito, que solo los mexicas entenderíamos.
Warever. Larga vida a pepe pepe.

Salú

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Denme una mano


No se ustedes, pero si esta mano estuviera en facebook, yo sería feisbuquera, no bloguera. Pero como eso nunca va a pasar, les presumo lo chingos que he escrito.

Morado Obsesión. La triste y atrevida historia de un vendedor de zapatos en la que su podofilia y su zapatofilia es uno de sus filias menores. Por fin! ficción cochina.

Mi perro spot. Estoy bien orgullosa de este cuento. El libro existe y yo lo tenía de chiquita. En un sentido, soy yo y mis papás. Pero no se engañen, no es una historia alegre. Cuéntenme como lo ven :)

Mérida reloaded. Ya sé, ya lo vieron. pero tiene fotos pornográficas esta versión.

Mi posteriuouououos. Posts chiquitos y sin usar word. Ilikeit