miércoles, 29 de septiembre de 2010
Colitis ulcerosa en fase terminal
¿Quién no ha tenido un Bocho?
Hitler, ese conquistador/asesino convertido en YouTube-Star, encargó la construcción de un auto para el pueblo. Las especificaciones del vehículo eran, como todo en su imperio, rudas e innegociables: fuerte, duradero, barato y de fácil mantenimiento. Lo que Hitler nunca supo es, que pueblo que terminó agenciándoselo, es el mexicano. ¿Habrá alguna familia clase-mediera-embarrada-de-mugre que nunca haya tenido un Bocho? Al menos, la mía siempre hubo uno.
La historia de los Bochos en mi familia comienza con mi papá estudiando para doctor. Todos los días, recorría de Tlanepantla hacia Ciudad Universitaria (es decir, hasta la sexta chingada del DF) en el Pistachón, un Bocho verde claro. Sin embargo, su color no era lo que hacía a ese coche peculiar: era el tener una tibia (el hueso del chamorro) como palanca de velocidades. Mi abuela sufría cada vez que mi papá manejaba ese esqueleto.
Cuando yo nací, mis papás tenían un bocho blanco. Recuerdo el techo de plástico blanco con puntitos negros, cuando entrecerraba mis ojos para medio borrar los puntos. En los 80s viajamos del DF a Cancún, con la panza atiborrada de maletas y dos niñas acostadas en la cama improvisada que se forma al bajar el asiento de atrás. Desde entonces, todos nuestros bochos fueron blancos.
El run-run de las velocidades del motor del bocho me arrulló durante todo el camino al sur. ¿Lo recuerdan? Cuando la velocidad estaba a punto de explotar, el coche chillaba en tonos altos. Entonces entraba el clutch, la nueva velocidad y seguía adelante. Había un modelo con una ventanita en los asientos de adelante que se abría de lado. Yo, que siempre he sido una quejica del aire, pedía que abrieran nada más su “ventanita chiquita”. Era una niñita que hablaba con muchos diminutivos.
El último bocho blanco de mi familia fue noventero y en él aprendí a manejar. Después de cada sesión de manejo, un dolor de piernas y mano derecha se apoderaba de mi cuerpecito. Al final, convencí a mis padres de que me prestaran el golf, que era automático. Por eso, no sé manejar estándar. Ese bocho ahora lo maneja mi primo, que es 15 años menor que yo.
El bocho blanco de la foto estaba en la calle de mi abuela. Sus ociosos dueños lo pintaron de verde y rojo por aquello del furor del bicentenario. Con tanta mamada que salió al respecto, creo que ese humilde cochecito representa con una mayor fidelidad lo que es el pueblo mexicano. Al menos, el pueblo en el que me ha tocado vivir: aguantador, improvisado, golpeado, sin focos, pero con harto sentido del humor.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Hagamos caso a la nariz
Tengo un mes y algo con alergia. Tengo un mes y algo trabajando de computita. Mi alergia consiste en exceso de mocos, estornudos constantes, cosquilleo en la nariz y el párpado del ojo derecho brincando como en contracciones de parto. Yo lo relacioné, primero, con el frío. Y es que sacar a los perros a cagar a las 7:30, recién despertada, despeinada y en pijama, no sólo es insultante para mis vecinos, sino que también lo es para mi cuerpo. Dejé de hacerlo. La alergia no disminuyó.
Más allá del chiste fácil de que trabajar me da alergia, hay algo de fondo. ¿Coincidencia o Relación? Psicosomático es la palabreja técnica y no es la primera vez que me pasa.
Lo que más me molesta de esta alergia es que no soporto el cigarro. El ojito comienza con su brincadera y el picazón en la nariz es insoportable. Yo no fumo, nunca he podido hacerlo. Sin embargo, siento gran envidia por aquellos que lo hacen y lo disfrutan. Por eso, de mi boca nunca escucharán un "te vas a morir", "ya no se te a va a parar el pito", "Te apesta el hocico". Es más: La gente que reniega de sus vicios me caga la madre. O lo dejas en silencio o sigues en lo tuyo. "Las buenas intenciones" sirven para un carajo.
En los Soprano (voy en la temporada 3) salió un mafioso-ruco efisemático que ya no podía ni hablar. La voz, aunque lastimosa, aún tenía los huevos necesarios para dar órdenes. Hablaba y tosía con sangre y nadie, ni un pinche mafioso, le hacía el feo, ponía cara de fuchi o lo regañaba por vicioso. El capo efisemático tuvo que matar a su sobrino. Nadie se lo mandó, así es el código de valores de la mafia. Falla el primer balazo: apenas le rosa la oreja. El sobrino (joven y fuerte) se lanza sobre él (ruco, enano y tosijoso) y, cuando el asma comenzó, supones que el efisemático va a valer madres. El sobrino se aplasta al mafioso que está de espaldas en una mesa. El ruco es quien sostiene la pistola y ambos ejercen presión sobre la mano, para tratar de apuntar hacia la cabeza del otro. El ruco tose y escupe sangre que se junta con la de la oreja del sobrino. So gore and ilovit. A pesar de todo, gana el ruco porque tiene unos megahuevos. Para festejar su triunfo, el ruco enciende un cigarro y fuma. Por supuesto, apenas y puede hacerlo, pero el placer de fumar y habérselo chingado nadie se lo quita. Al final, el capo efisemoso se muere, al perder la madre esa que al aspirar, abre los alvéolos. Gran personaje de un capítulo.
Eso de los Soprano no viene al caso, pero me acordé y no pienso borrarlo. Lo que viene al caso, es de aquellos que se ofenden porque me tape la nariz si tengo alergia. Tan ensimismados en su mundito están que creen que los rechazo cuando me tapo la nariz. ¿Por qué la gente se toma tan personal las cosas? Ya estoy muy lejos del dios y del diablo para ponerme a darles gusto a todos y más, cuando me es imposible porque, ya dije, estoy de psicosomática y es el meollo de este post.
Pero no más fucking words sobre mafiosos y gente "extrasensible"... ¿En realidad trabajar me jode la nariz y los ojos? Me da dinero, me entretiene, soy chingona en eso y creo que lo que estoy haciendo aquí, es útil. Mi mente se mantiene despierta al enterarme de tecnologías, formas de trabajar, etcétera. Es decir, realmente me gusta mi trabajo de medio tiempo.
Pero en algún lugar recóndito de mi persona y, si mi nariz tiene razón, sé que eso no es lo que quiero. Y eso me da pa' bajo. Que yo lo sepa y me haga pendeja. ¿No me estoy justificando como los pinches adictos? Mientras lo pienso, el tren de la vida sigue corriendo y yo me la paso subiendo y bajando el pie.
sábado, 18 de septiembre de 2010
Desperté de madrugada y en un lugar común
viernes, 17 de septiembre de 2010
¡Mamá, hay un pito en el refrigerador!
martes, 14 de septiembre de 2010
Escuincles caguengues
lunes, 13 de septiembre de 2010
Más extraño que la ficción.
Exhibicionistas en la Rivera Oaxaqueña
Me puse el bikini y saqué la revista del estado para encontrar que Zipolite (la playa nudista) está cerca de Huatulco, no de Puerto Escondido. Le comuniqué a mi acompañante el pequeño error de 150 kilómetros que cometí y me miró con cara de mañana-es-el-partido-si-quieres-te-encueras-en-el-cuarto. Ya veremos, dijo. Ya veremos, contesté. Y como las penas con pan son menos, nos fuimos a tragar al Cafecito, en la playa de Zicatela.
[singlepic id=285 w=160 h=120 float=left]Ahí nos dimos cuenta de que estábamos en el lugar correcto: puro guapo y extranjero. En Zicatela hay europeos, gringos, australianos y sudamericanos para elegir; todos andan hipiosos y sin camiseta (algo importante) por lo que el desfile de músculos y tatuajes está a la orden de la pupila. La razón de que haya tanto extranjero buenote, es que son surfers y esa playa, de junio a septiembre, es ideal para tan bello deporte.
Después de tomar algunas fotos a esos valientes y acuáticos jinetes, tomamos un taxi para ir a la Playa Carrizalillo. Las playas en Puerto Escondido están enmarcadas en montañas, por lo que su acceso no es tan sencillo; por eso elegimos a Carrizalillo. Hay que bajar 900 mil escalones para pisar la arena, lo que garantiza la ausencia de niños.
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Vista desde el escalón 542,157 de bajada a la playa
Aunque el mar en esa pequeña bahía es más tranquilo que en Zicatela, es indispensable saber nadar. El mar se vuelve profundo unos pocos metros hacia adentro y tiene corrientes traicioneras que te jalan de los pies, provocando indiscretos panzazos contra la arena. Entonces, sus olas te envuelven y arrastran hasta que la parte inferior del traje de baño queda repleta de esas diminutas piedras color café.
Como toda revolcada, la de Playa Carrizalillo vale 100% la pena. El agua es templada tirándole a caliente y algo que no me esperaba: transparente, muy transparente. Si no fuera por la arena revuelta de las olas, se vería mucho más claro. Confieso que tampoco me esperaba los siete tonos de azul verdoso que alcanza el mar visto a lo lejos. Colores que sólo identificamos con el Caribe están presentes en Puerto Escondido.
Por la noche dimos un romántico paseo por el Adoquinado acompañados de millones de insectos voladores. Nieves, tostadas, tamales, tacos, tlayudas y cervezas fueron los inauguradores del ahora legendario tragazón oaxaqueño 2010.
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El adoquinado tiene un cacho de asfalto
Al día siguiente y después de ver a la Selección Mexicana perder 1-1 contra Sudáfrica, emprendimos el viaje rumbo a Zipolite. Las instrucciones de la atolondrada vendedora de boletos eran: ir a Pochutla y de ahí tomar un colectivo a la playa de encueratrices. El camión era de segunda y en cada pueblo el conductor tenía la amabilidad de anunciar la parada. Una hora después y ante el grito de Mazunte-Zipolite, descendimos 4 despistados del camión.
-¿Aquí es Pochutla?
-No, no es Pochutla.
-¿Tonces pa’ onde es?
-Pos quién sabe, hay que preguntar.
Preguntamos, nos dijeron que faltaba un poco para Pochutla, pero Zipolite era derecho y en colectivo.
-¿Y ustedes a donde van?
-A Zipolite, ¿y ustedes?
-A Mazunte, es por ahí cerquitas.
-Pues vámonos todos en un taxi.
Detuvimos un taxi y cerramos el trato en 80 pesos por los cuatro. Nuestros compañeros de taxi se quedaron en la playa tortuguera y nosotros nos bajamos hasta la encueradera.
Zipolite es una playa larga, de olas medianas a grandes y con muy pocas personas… todas ellas vestidas con pantalones y bufanda. ¡Nos estafaron! Fue el pensamiento común de estos viajeros exhibicionistas. Llegamos a una cabañita, donde unos hippies marigüanos nos ofrecieron que comer y beber. Yo, que ya había comenzado con mi chilladera contra el calor y las mochilas naranjas que se cuelgan en los hombros, acepté una salvadora caguama Victoria en lo que mi compañero de viaje iba de exploración en búsqueda de un lugar donde tirarnos al sol y dejar que se quemen las partecitas nunca antes tocadas por los rayos UV.
Casi me había terminado la caguama cuando el explorador espartano regresó con la noticia que después del monte estaba la Playa del Amor. Nuestras maletas se quedaron con los hippies y ascendimos el monte para encontrarnos esto:
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The love beach
La playa estaba vacía y tenía una palapa donde dejé cámara, dinero y los consejos de mamá de no andar enseñando mis partecitas en público. En pelotas, nos metimos al mar. Hay algunas piedras grandes y el oleaje a veces se intensifica por lo que no hay que distraerse, a menos que quiera uno ser encontrado muerto y encuerado en Japón. Lo bueno de esta situación es que los japoneses están acostumbrados al desnudo.
Son curiosos los sentimientos que se despiertan cuando te quitas la ropa. De la diversión (jijiji andamos en bolingas), pasé a la libertad (¡¡guaju!!) y por último a la dicha (suspiro). Esa tarde sentí que no necesitaba nada más. Ninguna toalla tratada con litros de suavitel se comparó con la brisa del mar secando mi cuerpo. Los rayos que calentaron mi piel fueron caricias de un amante tierno. El sonido de las olas contra las rocas y del viento contra la palapa fue la música que el momento necesitaba.
Por eso digo que es dicha lo que se siente al dejar junto con la ropa, el twitter, los libros, los qué dirán, el estoy lonjuda y el ya no me alcanza para ir a Puebla ni para pagarle a Slim.
Conforme avanzó la tarde fue llegando más gente. Una pareja de veinteañeros se escondió tras unas piedras para asolearse en pelotas. Otra de cincuentañeros se refugió en una miniplaya al fondo. Un solitario se la pasó en el mar y cuatro vestidos se dedicaron a decirse cositas románticas al oído a la sombra de la montaña. Bola de fresas. Sólo mi viejo y yo tuvimos la decencia de dejarnos ver como nuestras mamás nos trajeron al mundo, pero con más pelitos y bolitas.
Comenzó a caer el sol cuando nuestras tripas demandaron alimento. Con pesar, volvimos a usar esas odiosas ropas que la sociedad exige y nos dirigimos a Pochutla, para tomar un autobús al paraíso gastronómico y magisterial que es Oaxaca capital.
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domingo, 12 de septiembre de 2010
Sofía lleva un cuento escrito en la espalda
¡A comer! gritó Sofía levantando ambas manos. Y dejándose caer, aterrizó en la cama boca abajo. La mesa bailó suspendida en el aire, junto a los platos y las latas de cerveza. Sofía se incorporó y tomó una torta de conejo. Ricardo sintió que ese olor lo tranquilizaba: era un olor a pan caliente con mantequilla que lo hacía recordar las tardes de su infancia en el comedor de su abuela. Sofía masacraba su torta con grandes mordidas; las migajas caían sobre sus pechos y panza. Ricardo la miró hasta que el crujido de pan lo sacó de su letargo. Si no empezaba a comer, probablemente se quedaría con el estómago vacío. Quedaron buenas, ¿verdad?, dijo Ricardo al sentir el conejo con aguacate en su lengua. La torta que tenía pegada Sofía a la boca se movió de arriba-abajo.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Acomoda tus cosas hijita
Tal vez lo haga. ** Ángel, el único lector de este no-blog sabrá cómo ;) **
jueves, 9 de septiembre de 2010
Sueños 3D
martes, 7 de septiembre de 2010
dame una razón, para golpearte dame una razón.
Si me haces sonreír, mientras duermo
lunes, 6 de septiembre de 2010
Burocracia digital
- Usen siempre explorer. Una hora después me di cuenta que un sitio no soportaba Chrome.
- Escriban todo. TODO Dije. Así llenen 20 hojas de Word con printscreen, guarden todo lo que hacen. En especial los passwords. Por cierto, los criterios para formar passwords están cabrones. ANOTENLOS TODOS y aguas si le meten mayúsculas y minúsculas.
- Usen MisFacturas.net. =)
viernes, 3 de septiembre de 2010
¿Que sería de México sin José José? Neto.