martes, 28 de junio de 2011

Day 16 - a song that you used to love but now hate / posts feitos :(

El cuento que hice ayer para el blog de la hoja de arena ya lo había escrito. Pensé en retomarlo y cambiarlo sólo un poco. Pulirlo. Pero cuando lo leí, lo odié. Creí que era más bueno. Para los que escribimos ficción, la etapa de correcciones es extramadamente dolorosa. Es ponerle alfileres a tu hijo, cortarlo, ponerle una madriza a puño cerrado.

Yo suelo dejar morir mis cuentos. Los entierro en el blog después de un par de correcciones y no los vuelvo a tocar. Pero como dije, con ese cuento hice una excepción. Entonces, el drama. Caminar distraída pensando cómo no me dio vergüenza subirlo al blog o leerlo. Tan bruta para creer que era bueno. Después, tuve que recogerme. Echarme babita a las heridas y darle al teclado.

Sin embargo. No quito posts. Una vez, hace 6 años juré hacerlo. Y juro que sólo lo he hecho una vez. Cada post, así sea estúpido y mal escrito, tienen pedacitos de mí. Es una versión de lo que era entonces. Algunos, me dicen cosas y me ubican en un tiempo de mi vida.

Si le escarban en el historial les aseguro: hay mucha basura.

Escribirlos me han dado muchas satisfacciones: Recolectivo, los Diarios del Fin del Mundo (aun hay en venta). Guffo, Luis, Ángel, Alice, Agustín, Chilangelina, Zape. Los que han hecho críticas de lo que escribo. Los que me dicen que se quedaron pensando en algo que dije.

Los de la Hoja de Arena me propusieron participar después de leer el blog de cuentos. Algo bueno habrá por ahí. Por cierto, el post de hoy, canciones de cuna para sonámbulos me sacó piel de gallina,


Tanto como odiar, no odio a esos posts. Pero Alejandro Sanz si se ha vuelto muy chafa (o yo de gustos refinados, prttt). Y pensar que alguna vez pagué por verlo



Mejor no le puchen play y vayan a leer el cuento refurbisheado. Si conocieron el anterior, me dicen si les late o estoy con PMS.


Punks are not dead

... they are cooking!!

La comida callejera es la auténtica. Europa y gringolandia serán acá muy primer mundo pero cuando la tripa pide, se extrañan los tacos. No lo digo por mexican jamaiquinus, si no porque cuando uno va de prisa, nada mejor que una torta de tamal para comerla colgada de un autobús. Imagínense los paraderos del metro sin sus taquerías. ¿O de qué vivirían las señoras que sacan su tanque de gas y su comalote para hacer garnachas?

Por fortuna, hay países tercermundistas que no chillan por tantita mugre. Tailandia, Marruecos, Afganistán son algunos. Pero la vida es perra y algunos no tenemos dinero para ir a esos exóticos lugares a comer de pie.

Aunque en Querétaro tenemos a Tako Kong.



Su facebook dice que es "COMIDITA CALLEJERA GLOBAL! LA PURA "SABROSURA". Además tiene Actitud. Excelente servicio. Agüitas de sabores extraños (sólo sábados). Tiritos Culinarios (miércoles). Comida internacional (los sábados). Y regalan la Vice.

Me hice adicta a sus Stir Fry desde la primera probada. Son verduras salteadas con pasta y montón de ingredientes secretos que explotaron en mi boca. Entonces comencé a ir a los tiritos culinarios. Compiten un tako y un stir fry que normalmente no están en el menú. Un chef invitado hace alguno. Lean cómo se oye esto y babeen:
  • Taquito de suadero con jamaica caramelizada y salsa macha fresa!!
  • Burrito con jocoque seco, carne deshebrada, reduccion de vino tinto, nuez troceada y salsa de chile morita.
  • Tako de pato ahumado en tortilla de flor de calabaza con ensaladita oriental y salsita de chiles secos con cacahuate
  • Stir fry de costillita de cerdo estilo malayo, ya saben aca picosita, crocante, especiada, la pura sabrosura!!
Esta es la última semana de cous-cous. Bolitas de pasta que revuelves con carne dulzona y que puedes comerte con las manos.

Tako kong está en el merito centro. 5 de Mayo 87 B entre Altamirano y Río de la Loza. Es el local con monos adentro. Acá unas fotos mías de cous cous, tako de algo y nomeacuerdo qué. Lo blanquito son fideos chinos fritos y a un lado, un bombón cubierto de almendra o algo así


lunes, 27 de junio de 2011

Day 15 - A song that describes you / vida de perros

No sé qué escribir sobre el tema que toca hoy. Tengo 7 años con un blog personal y cuando toca el turno de hablar de mí, lo bateo. Por eso, hoy toca hablar de los hijos.

Decir que se tiene una “vida de perros” es decir, de una manera elegante, que va de la chingada. Pero, como todo, depende de qué tipo de perros se esté hablando; porque los míos son un unos tiranos de colas movibles. Desde que tuve la grandiosa idea de levantarme a la 6:40 a.m. para ir al gimnasio, ellos han decidido que quieren salir a las 6 a.m. a obrar en nombre del señor. Ladran, lloran y gimen en la puerta del cuarto hasta que logran que me levante. No respetan sábados, domingos o crudas. No me queda más que ponerme las pantuflas al revés y sacarlos a cagar. Como cualquier madre responsable, salgo dormida y con el periódico bajo el brazo. Las secciones de sociales y política son las mejores para la mierda. A veces, mientras me agacho y siento la caca calientita a través del papel, me acuerdo de Seinfield; el chiste de que si los extraterrestres nos vieran en esa humillante posición no sabrían quién es el líder del grupo. A lo que iba es que yo soy una madre sumisa y responsable. Tan responsable que mis perros están castrados. Cuando los hombres se enteran que les mandé cortar los huevitos, van al baño a acariciarse los propios. Juran que nunca dejarán que me acerque a ellos con esas inmorales intenciones. Dicen que es un reflejo de mis ansias de castración masculina. Ni que estuviera loca. No sé por qué algunos de mis perros sí lo han estado. Tuve un cocker color miel que se llamaba Dogy. Daba vueltas por el jardín sin cesar, hasta dejó un círculo de tierra en el pasto. Enloqueció y se aventó a las llantas de un coche. Wilby, un poodle minitoy, era racista. Odiaba a los perros negros y se transformaba en un rottweiler cuando veía a alguno. Se suicidó tirándose del tercer piso de unos departamentos. Supongo que Palomo fue el más equilibrado. ¿La razón? No se crió conmigo. Era callejero y lo recogí adulto. Era una cruza de labrador y algo chino, porque tenía los ojos pequeñitos. Me caía bien por mamón. Si alguien lo acariciaba, hacía cara de “te estoy dejando que me acaricies”. A mí me sonreía. Enseñaba los dientes de adelante jalando los cachetes hacia atrás. Y respiraba fuerte. Como era más calle que Calle 13, se escapó y no supe más de él.
A Gazpacho lo recogí de un albergue de perros. Es un perro mártir. Tiene el pelo negro y sedoso; es de andar ligero y gusta de hacer pipí y olisquear todo símbolo fálico de la calle. En casa pone una mirada triste, como si su vida fuera puro sufrimiento. Se le cae el pelo como si tuviera necesidad de alfombrar el piso. Antes tenía los bigotes naranjas percudidos. De tanto lamerse el pito, supongo. Cuando está emocionado (porque llego a casa o es hora de salir o de comer) agarra un muñeco con el hocico y gime. También sabe hablar. Son gemidos guturales en los que abunda la “o” y la “u” y que nunca llegan a ser aullido. Antes (de Ricardo) Gazpacho y yo hablábamos más. Lo subía a la cama y le contaba de mi día mientras él me ignoraba recargando su hocico en mi panza. De cuando en cuando me mandaba una mirada de “a ver si ya te duermes”. Gazpacho come decentemente, nunca se atraganta. Ni siquiera cuando le ofrezco pan o jamón. Se agacha sobre su planto, toma algunas croquetas y levanta la cara hasta que termina de masticar y tragar. La mayoría de las veces deja comida amontonada a un lado del plato de cerámica. En eso es donde se ve la diferencia de personalidad ante Scampi, a quien recogí cuando Gazpacho tenía 2 años. Scampi sumerge el hocico en las croquetas y lo saca sólo para escupir las bolitas que le impiden llegar a los pedazos de pollo. El sonido de croquetas machacadas no para. Siempre deja un poco porque se acuerda que Gazpacho está afuera comiendo. Scampi lo mira desde el ventanal que separa el comedor del patio. Se sienta frente a él y lo mira fijamente, como obligándolo a desistir. Gazpacho accede y deja de comer. Entonces dejo entrar a uno y salir al otro para que se terminen las croquetas el uno del otro y viceversa. Scampi me recuerda a mi hermana; cuando era chiquita quería lo mismo que yo. Scampi es güerito y me gusta cortarle el pelo con Mohawak. Va con su personalidad desmadrosa y jodona. A diferencia de Gazpacho que odia a los hombres (y a la gente en general), Scampi quiere a todo mundo. En especial si ese todo mundo tiene algo de comida para dar. Prefiere comer a andar corriendo. En el parque, se arrastra de panza, empujándose con las patas de atrás. Después se voltea y se rasca el lomo retorciéndose como serpiente hasta que se le quita la comezón. De tanto tragar, se ha puesto gordo y lento; ya no le gusta tanto correr. Scampi es el perro más cariñoso que conozco. Cuando escribo en la computadora está atrás de la silla, en vez de estar en su colchón. A veces me hago hacia atrás y lo atropello. Cuando están acostados en su colcha, se pone junto a Gazpacho y lo comienza a lamer. En las orejas, ojos, orejas hocico, cuello, lomo, pito. Puede lamerlo durante 20 minutos sin parar. Gazpacho se deja, flácido y con los ojos semicerrados. La verdad, a mí me molesta un poco escuchar tanta baba correr, pero casi nunca me hacen caso.


Esta foto es de sus primeros juegos. Si ahora se encima Scampi, muere Gazapacho



Y hablando de animales, acá está Monkey Wrench; aunque no estoy segura que esta canción me describa. Sin embargo, describe lo que anhelo ser, snif.


Intenten seguir las instrucciones de Dave en el minuto 3.

domingo, 26 de junio de 2011

Day 14 - a song that no one would expect you to love

Una se cansa con la mudanza, pero le satisface empacar recuerdos y abandonarlos en la casa del cerro. Toma la avenida semi-iluminada y baja por última vez viendo la luna caer sobre las luces de la ciudad. Una sabe que no necesita demasiado maquillaje cuando ha vuelto a sonreír. Una sabe siempre sobrevive y cree que el cambio de casa es el último de la lista.

Alguien aparece aquella noche que una se emborracha. Alguien la lleva a la casa junto a las vías del tren. Se mete a su cuarto, a sus sábanas. Alguien le besa todo el cuerpo y ocupa un espacio que nadie sabía que existía.

Una siente que necesita contarse un brazo, desencajarle una pierna. Que las rodillas se doblen hacia afuera y que le salgan dedos en todo el cuerpo. Una y Alguien son un Picasso sobre la cama: un cuerpo con dos cabezas; las manos son de una, las nalgas de alguien. Se amarraron los codos y se voltearon las piernas.

Una no esperaba querer verlo más seguido y extrañarlo durante una semana. Alguien no esperaba sentirse tan a gusto a su lado. Una no esperaba que se pudiera hacer “nada” todo el día y que esa “nada” fuera mucho. Una no esperaba que alguien que alguien quisiera quedarse todos los días.


Supongo que el que me guste Enjambre es bastante previsible para quien me conoce. Melodías con ritmos viejos y melódicos. Pero no se dejen engañar por los acordes bonitos de las grabaciones. En vivo suenan durísimo. Y la canción le queda perfectamente a lo que hace algún tiempo hubiera jurado que es ficción.

jueves, 23 de junio de 2011

Day 13 - a song that is a guilty pleasure

Cuando vi la lista de canciones del reto, el único día que me hizo pensarlo 85 veces fue este: el del gusto culpable. Nada tenía que ver ese pinche numerito asustapendejos. Sabía perfectamente qué escribir. Intenté, no crean, evadir el tema. Tan sólo recordar ese periodo internada en el sanatorio me frikeó. Cuando me corrieron de la empresa porque parecía estar “en drogas”, adelgacé 20 kilos, me dio pulmonía y me quedó la vagina casi destrozada por el exceso de masturbación.

La culpable de mi gusto culpable, fue la edad. A los 30 las canas en la cabeza hicieron su aparición. No había pedo, siempre quise ser pelirroja. A los 32, un coqueto pelito blanco creció entre las pestañas de mi ojo izquierdo. No había fish, uso rímel morado. A los 34, creció una crespa cana en el tapete. Qué importa, casi siempre traigo calzones. Pero a los 35, nació una cana en la de nariz.

Una cana asquerosa y larga en la parte superior del hoyo derecho, justo el agujero prominente de mi chueca nariz. Y la muy cabrona, no conforme con ser blanca y gruesa, apuntaba directamente hacia afuera. La recorté un par de veces, pero crecía con una velocidad de eyaculador precoz. Entonces tomé unas pinzas de cejas. La acerqué al pelo maldito. Respiré hondo. Jalé.

pinchepeloputofoquinpelohijodesufoquingmadrefocfocfoc

Hay chistes malos que dicen que esos pelos son los más largos porque al arrancarlos, lo sientes hasta en el culo. Pero es algo más. Es el calor que se expande por la nariz y hasta en la frente. Es el dolor punzante en la nuca. El pitido que rebota entre las orejas. El grito liberador, como un estornudo, un orgasmo.

Esa fue la primera vez. Esperé dos tres días a que la cana creciera. Pero nada. Sin embargo, un pelo negro se paraba muy acá dentro del hoyo izquierdo. ¿Por qué no? Pensé. Jalé. Jalé, jalé y jalé, todas las mañanas, durante 5 meses. Al final, los pelos que quitaba eran tan difíciles de agarrar que no me daba tiempo de maquillarme o desayunar. Y es que jalaba también a medio día y mientras manejaba. En frente de la computadora y mientras veía CSI. Incluso, aprendí a hacerlo sin pinzas: la cicatriz en mi dedo índice está de testigo de la crueldad de la uña del dedo gordo. Sólo detenía mi jaladera para comer (soy de pulcritud le-gen-da-ria). Así que dejé de comer.

Después de 5 meses, enfermé de pulmonía. La falta de pelos en la nariz fue una puerta abierta a los bichos del mundo. Para entonces, ya estaba delagadísima, ojerosa y con la nariz afilada. Del hospital, mis papás me llevaron a esa clínica de tratamiento para adicciones. Los doctores sugirieron masturbación como parte de mi tratamiento. Pero como ya conté, eso no salió tan bien.

Al final, sé que es muy cursi decirlo pero es la verdad, me salvó el amor. Nos conocimos dentro de la clínica. Lo llamaba Señor Maraca, porque solía tronarse compulsivamente los huesos del cuerpo. Ya saben, mover la cabeza para tronar el cuello, sacar la mandíbula inferior para hacer sonar la quijada, cerrar los puños para las falanges y las rodillas haciendo cuclillas.

Al salir, decidimos cuidarnos mutuamente. Los pelos de mi nariz ya crecieron. Inclusive la cana. El Señor Maraca la recorta cada tercer día con mucho cuidado. Y tenemos en la sala grandes rollos de tela de burbuja (esas de plástico con la que envuelven cosas), para que él controle su ansiedad. A ratos, el pinche sonidito de la burbuja tronada me pone nerviosa. Así que introduzco diferentes cosas en mis orejas para no escuchar. Quién hubiera pensado que los pelos que quedan en la regadera funcionan tan bien.



Ser norteña, cumbianchera, mariachiera y ranchera nunca me ha dado pena. Pero cuando salió el reggetón quise matar puertorros. Comencé a escuchar a Calle 13 porque, ¡ah! es Café Tacvba, Bajofondo, la Mala Rodríguez, pero la verdad el "terreno fértil para sembrar el dedo pulgar en la parte genital frontal vaginal ya me puse vulgar de mal gusto muy gráfico, sucio pornográfico" de esta canción me encanta.

lunes, 20 de junio de 2011

La Motocleta

La gente amable del sitio La Hoja de Arena me invitó a colaborar en su blog nue-ve-ci-to.

Allá escribiré ficción (cuentitos) vistos por dos caras de la moneda. El primero es un inédito y se llama "La Motocleta". Si les gusta, dejen un comentario o de ya de perdis píquenle a la manuela feisbuquera o al pajarito de tuiter. Me tocan los lunes, para no perder la costumbre.

Para ir al sitio, píquenle en la imagen:


Mushas gracias, la Gerencia.

Day 12 - a song from a band you hate

Voy a hacer trampa y sólo diré: odio al TRI y a Alex Lora. Me caga que viene a Querétaro y que la radio pase en cada corte su pinche voz diciendo las mismas pendejadas que hace dos siglos. Y como pasó con Maná, no pienso poner un video relacionado en mi blogsito.

En cambio les pongo este video para que adivinen quien es más boludo que el TRI.


Resumen: ¿Qué errores cometemos al pensar? ¿Qué argumentos nos llevan a una deducción equivocada? Creencias, opiniones, convicciones, generalizaciones, conveniencias. Y los argentinos siempre meten al fútbol en sus razonamientos.

domingo, 19 de junio de 2011

Day 11 - a song from your favorite band

No sabía sobre qué escribir este día. ¿Mi favorito qué? ¿guiso de gordita queretanas? ¿cocktail virtuoso? ¿marca de pasta de dientes? Entonces un artículo de la gran revista Distintas Latitudes me dio el tema: el porno y el feminismo radical y cito:
¿De dónde proviene el deseo? ¿Por qué deseo lo que deseo? ¿Por qué cojo como cojo? ¿Por qué beso como beso? Esto, al final, invita a reflexionar en torno a: ¿En qué momento y a través de qué dispositivos configuré mi concepto del placer, del amor, del sexo? ¿En qué, de todo ello, participó el porno? ¿El cine, la literatura, la televisión, la música?
La reflexión que propone la autora (Estefanía Vela) dio en el clavo y me puso a pensar mientras andaba en bicicleta: ¿De dónde saqué mis favoritismos respecto al sexo? Pensé entonces en las distintas relaciones que he tenido en mi vida. Lo que me gustaba con cada uno, lo que les gustaba de mí. Cómo me comportaba y porqué. En cómo el corazón o la falta de sentimiento ha influido en el momento chiguenguenchón. Incluso, la forma y destreza de mi cuerpo ha dado resultados diferentes. El estado de ebriedad, la confianza en mimisma y hasta la ciudad o la temperatura ambiental son otras variables que debo considerar. Ah se me olvidaba: el que está abajo o detrás (juar).

Acepto que tengo ciertos patrones. Al fin y al cabo tengo bastantes años conociendo y conviviendo a mi vagina y sé lo que la hace feliz. Puntos de internetz para mí.

El artículo habla de cómo las feministas radicales han intentado prohibir el porno. Porque cosifica a la mujer y mete ideas de subordinación femenina en la gente. Yo no estoy a favor de la prohibición. Y no por los megas de películas porno almacenadas en mi disco duro, si no porque defiendo la libertad de elegir y de actuar. Y la responsabilidad enfrentar las consecuencias de nuestras decisiones.

Entiendo y considero que sí existe la llamada cosificación de la mujer. Sin embargo, no está relacionado con el porno. La forma de enfrentar esa cosificación se llama RESPETO. Y es que las mujeres somos expertas en faltarnos al respeto. Por ejemplo:
  • Tu novio te prohíbe cosas: que uses ropa sexy, que hables con gente que no aprueba.
  • Hace comentarios condescendientes sobre ti “claro que leí el libro / vi la película / escuché un disco, si me lo diste tu mi amor”
  • No se te quita de encima, con el pretexto “que no te pase nada”. Lo agarras de chofer porque... ¡qué hueva andar en coche!
  • Lo aceptas de vuelta una y otra vez, a pesar de que sigue haciendo lo que tanto te lastima.
  • Te chantajea con palabras y lo chantajeas con lágrimas y sexo.
  • Te engaña o le mientes.
  • Dice que cuando seas su mujer, vas a dejar de hacer aquello que tanto te gusta. Dices que sí.
  • Desconfía de ti y hace drama de cualquier cosa “porque te quiere mucho”. Aceptas el drama porque así te sientes querida.

El brinco hacia una relación sexual poco (nada) satisfactoria no hay más que un empujoncito.
  • Finges orgasmos escandalosos para su satisfacción.
  • Finges inocencia e inexperiencia.
  • Aguantas humillaciones que se hubieran arreglado con un simple NO.
  • Te limitas a satisfacerlo a él.

Como dice el dicho: been there, done that. En esa rápida revisión de mi sexualidad (la bici iba en chinga) encuentro que me he fallado y me he faltado al respeto. He tenido buenas, malas, extraordinarias y terribles experiencias. El porno ha tenido los mismos puntos a favor y en contra.

Al coger, las barreras debe acordarlas la pareja sin importar los que establezca [inserte-aquí-porno-religión-sociedad-%capilar]. Debemos trabajar para que el sexo favorito sea el de hoy.



Long Road To Ruin ha sido premiada (por mí que es la que cuenta) como la mejor canción para manejar en las carreteras del mundo mundial, hasta el final de los tiempos y dos semanas después.

sábado, 18 de junio de 2011

Day 10 - a song that makes you fall asleep

Si dormir fuera un superpoder, yo sería Iztaccíhuatl, la mujer dormida. Aunque no se qué cosa positiva tiene el caer dormida durante el día. Yo lo hago después de comer: una pestañita de 20 minutos a hora y media. Y los fines de semanas de flojera, hago dos siestas. Una después de desayunar y otra después de comer. Puedo dormir hasta 4 horas durante el día y estar como fresca lechuga a la mañana siguiente.

Puedo dormir con ruido y luz. Y cuando mi viejo pone una de esas películas raritas y aptas para almas obscuras, yo duermo. No porque sean aburridas (algunas sí), sino porque la cama me llama. A veces, duermo y despierto. Duermo y despierto. Por eso, en mi mente hay películas mezcladas que resultan más emocionantes de lo que realmente son. Por ejemplo, los chinos asesinos y torturadores de la pantalla se convierten en el alimento de los zombis de mi sueño. O la escena de amor (sexo) de mi subconsciente se mezcla con los vampiros maricones y hacen una orgía en el infinito y más allá.

Mi viejo me reclama por engañarlo con Morfeo. Aunque a veces el también cae y la que se enoja soy yo, por hacerme ver esa película (dormida). Y es que enojarme lo que mejor hago después de dormir.



Mi papá, que padece de insomnio, sólo escucha este tipo de música.


booooringgg!

viernes, 17 de junio de 2011

Day 09 - a song that you can dance to

El baile verdadero es en pareja. Ni hablar de reguetoneros mueve-nalgas, hip-popperos brinca charcos o tribales mata-cucarachas. Cuando la pareja baila, hay un lenguaje que sólo conocen los que se están tocando. A los demás sólo les queda ser testigos envidiosos. Por eso es que los bailes exagerados que se han puesto de moda en realitis de televisión, también se sienten falsos.

El Tango es uno de esos bailes verdaderos. El lenguaje comienza desde que las futuras parejas están sentadas. Además del las miradas y posturas, la forma de vestir, de cruzar las piernas establecen la elección y aceptación de la pareja. Una vez que comienza el baile, piernas y brazos se unen a guitarras y bandoneones, miradas y olores para formar, si se tiene éxito, un orquesta extraordinaria.

El Tango es la música que viene a mi mente cuando hablan de baile en pareja. Sin embargo, no es el que yo he sentido. Ese lugar lo tienen la Salsa y la Cumbia. Al bailarlos, me siento libre. Libre para mover las caderas, piernas y manos al ritmo que alguien más me dicta. ¿Es curioso no? recibir órdenes me da libertad. Ordenar y obedecer. Sadismo y masoquismo. No puedo negar que bailar es pre-coger.

Nos tocamos hasta donde es socialmente aceptado en público. Y quizá un poco más. Pero llegar ahí no es fácil. Hay que aprender a sentir al otro y saber hablar con un movimiento de muñeca o brazos. Podemos conocer los movimientos, pero si no los sentimos, vale madres. Para eso, hay que bajar las defensas y tolerar la invasión del espacio personal. Es dejar atrás el “qué dirán”, el “no lo conozco” y el “no se bailar”.

A veces, el alcohol ayuda. Otras veces, se nace con el chip integrado. Pero siempre, lo que se debe hacer el procurarlo.

jueves, 16 de junio de 2011

Day 08 - a song that you know all the words to

Siempre he sido buena para memorizar. Mi mamá recuerda que desde el kinder me aprendía con mucha facilidad las canciones. Y qué decir de la escuela: era tan machetera que parecía merolica al estudiar. Después, comencé a aprenderme películas. Aun existen largos fragmentos de La Cenicienta y Dos tipos de cuidado en mi cabeza. Al parecer tenía el disco-película de Disney desde los menos 8 meses de edad. Así que lo primero que dije, después de mamá, papá, agua y caca fue “Se lo haremos, se lo haremos / un vestido a Cenicienta / un vestido tan precioso / que luzca el más hermoso / en un tris-tras lo haremos / no descansaremos/ bailando el vals será una flor/ en brazos de su amor / se verá como una reina, Cenicienta” Así de corridito, lo juro.

Dos tipos de cuidado no es una película para niñas. Y menos cuando habla de violaciones, mentiras (aunque piadosas) e infidelidades. Además del famosísimo duelo de coplas entre Pedro Malo y Jorge Bueno, los diálogos me parecen fascinantes. “Te descasas, me caso, te casas y ponemos casa en los Estados Unidos”, “no se abure seniora, todo es para que los hijos que tiene Jorge con Genoveva no los toque la herencia. Yo los cuento lo que me dijo el General. Cuando yo lo pregunto nomás contestan: hay cosas que no se puede asplicar a asté”.

Las palabras son la personalidad del lenguaje. Y por supuesto, también del que las dice. Por eso en narrativa es difícil definir un personaje en base a su lenguaje. Va más allá de elegir groserías o palabrería culta. Es el realmente creer que el personaje puede expresarse así. Hace poco, trabajé con un personaje, una niña llamada Isabel. Fue complicado porque no bastó con mis ganas de inventar palabras. Admito que en algún cuento no lo logré.
Por lo pronto, sigo coleccionando palabras con la esperanza de usarlas en algún lugar. Y hay canciones que son excelentes almacena-palabras, como Chilanga Banda o cualquiera de Estopa.
(algo cutre, pero que se le va a hacer)

miércoles, 15 de junio de 2011

Day 07 - a song that reminds you of a certain event

Kodak y Hallmart se han encargado de seleccionar los eventos importantes de nuestra vida: nacimientos, cumpleaños, graduaciones, matrimonios, recuperaciones de enfermedades, días de la madre, padre, abuelo, vecino, del abuelo del vecino, etc.

Como he madurado (ejem) ya no voy a poner tantas objeciones ante los eventos sociales. Esta bien. Matrimonios, cumpleaños, etcétera son necesarios, importantes y a veces no deseados. ¿Pero es necesario ser tan ridículos?


1. La quinceañera que deja atrás muñecas y ositos durante el vals
Peor: que emerge como mujer de cajas o chunches semivoladores
Más peor: que baile “tiempo de vals” de Chayanne

2. La bailadera con familiares anunciados como en concurso de miss universo.
Peor: cuando todos los de la familia tienen el mismo nombre y lo que hace la diferencia es el “¡Albertitoooo hijo de Beto Grande que vino desde alláaa la lejana Puebla de los Ángeles! ¿No trajo camotes compadreeee?”
Más Peor: cuando pasan hasta el primito de 13 años.

3. Los bautizos en los que se llevan recién aborregado de la fiesta “porque le molesta el ruido”
Peor: Que no se lleven a los demás niños para poder chupar en paz.
Más Peor: Que no haya alcohol porque es bautizo.

4. Las fiestas infantiles donde el papá malacopa agradece la asistencia o alaba las cacas del niño(a)
Peor: cuando la mamá malacopa calla al papá malacopa

5. Los cumpleaños o graduaciones en las que se aprovecha para “pedir la mano”
Peor: que todos comienzan a aplaudir y a llorar.

6. Los baby shower donde se juega a ser bebé
Peor: Los baby shower donde se juega a ser bebé
Más Peor: Todo el baby shower en general

7. Las mesas de regalos de las bodas
Más peor: que sean “segundas nupcias”



Esta canción se oía de fondo cuando mataron a Colosio. El video lo pasaron tantas veces en la tele que cada vez que la oigo en una boda, me da nosequé.

martes, 14 de junio de 2011

Day 06 - a song that reminds you of somewhere

Mis ciudades están pegadas a la pared con tachuelas. Son fotografías de su mejor cara que alguien más tomó para colocarlas en pequeños kioscos de metal y venderlas a aquellos que quieren mandar recuerdos por servicio postal. Las imágenes están amontonadas sin marco u orden, tal como se encuentran aún en mi cabeza.

¿Cómo elegir entre los pasos de tango, el olor a sangría de un bar, el agua templada de un cenote o la gente apurada de una estación de tren?. Entonces caigo en cuenta de algo que no pensé al colocarlas: a ninguno de esos lugares volveré. Y no sólo porque están a muchos dólares de distancia o me faltan ciudades por visitar como Tokio, Tailandia o Tijuana (y sólo esas de la T). Nunca voy a volver porque las ciudades, como la gente, cambian.

Esa advertencia me la hizo un joven delgado con camiseta naranja y adorable acento inglés. Era el Berlín del verano de 2001. El metro cruzaba el río Spree y yo me aferraba al tubo para alcanzarlo a oír. “El Berlín que ven ahora, no es el mismo que verán dentro de cinco o diez años. Esta ciudad está acostumbrada a cambiar, espero que ustedes también”.

Mi estancia en Berlín fue muy breve, apenas dos días. Pero como ya he dicho antes, esas horas fueron el inicio de algo muy grande. Y no hablo de la colección de postales en mi pared, sino del conjunto de experiencias que fueron formando mi carácter.

La ciudad no existe sin su gente y yo me siento cómoda entre ellos. Son los que saludan, ignoran o regañan. Quienes la visten de colores y sonidos. Por eso la personalidad de cada ciudad es única. Aunque todas las ciudades son caóticas, cada una manifiesta y reacciona a este caos de manera diferente. En la Ciudad de México, venden comida en el periférico. En Madrid los bares están llenos de servilletas alas de mosca en el piso. En Buenos Aires, siempre hay tiempo para los piropos. En Roma, hay motos asesinas. No sé si la costumbre refuerza los estereotipos o vemos lo que esperamos ver. Tal vez haya algo de los dos.

Caminé por Roma junto a un mexicano que conocí en una exposición fotográfica. Julio César me explicó que la Roma que pisábamos era en realidad muchas ciudades. Los años se amontonan en el piso y las excavaciones nos muestran edificios con siglos de diferencia. Caminar por sus calles es caminar por el tiempo. El Foro Romano del siglo VIII a.C. o las columnas de lo que fueron los templos de Júpiter y Saturno, del siglo V a.C. Julio César me mostró las ruinas de un edificio: eran departamentos de la gente que habitaba durante la época de Cristo. Las ruinas podrían considerarse insignificantes, pero el saber cómo vivía la gente de entonces me emocionó. Del siglo I d.C el impresionante y fotografiado Coliseo Romano, salvado de la destrucción por un Papa. Roma sobrevivió a los saqueos y abandonos de la edad media para renacer con el triunfo del Papado. Encontré que los edificios del apogeo cristiano, como la Catedral de San Pablo y el museo del Vaticano, son más grandes de lo que se aprecian en la televisión. De los siglos XIX y XX se levanta la Piazza Venecia símbolo de la unificación italiana.

La ciudad es entonces, muchas ciudades. Ciudades que tuvieron que morir para que naciera otra: la Ciudad de mi tiempo. En mi país y en una de mis ciudades, ya lo había notado. De pequeña mi mamá me llevó al Templo Mayor a espaldas de la Catedral, en pleno Zócalo del Distrito Federal. Sus ruinas y la explicación de la mejestuocidad con la que se alzaban en el siglo XVI, me hicieron odiar a la Catedral Barroca. Imaginé a 230,000 mexicas navegando por sus canales y vendiendo su mercancía en la calle. Saber que esa metrópoli tenía más gente que las ciudades europeas de su época, como Constantinopla o París, me impactó.

Hace poco volví al centro de México para caminar sobre el tiempo. La Latino apuntando al cielo y que no le hace sombra al marmoleado Palacio de las Bellas Artes. Una casa de azulejos y su callejón en el que se quedaron atorados los coches de dos nobles de la Colonia. Los edificios art-decó se mezclan entre los coloniales, para terminar en el centro neurálgico de mi país, donde se organizan plantones y espectáculos. Caminé a espaldas de la Catedral y a un lado de Palacio Nacional, por la calle de Moneda. Ahí, los vendedores ambulantes ofrecen su mercancía a grito cantado. La tecnología también participa con canciones y voces grabadas que te invitan a comprar, desde ropa para perros hasta plásticos y bolsas. Comida, juguetes, ropa, aparatos eléctricos. Lo que necesites, puedes encontrarlo ahí.

La gente ya no es mexica. Sin embargo, la vida bulliciosa de sus antiguos mercados sigue ahí. En sus gargantas y mercancías. Entre el amontonamiento de gente y el olor a fritangas. En las atascadas calles del centro, el antiguo Tenochtitlán nace con cada sol.





U2 no es de mis grupos favoritos. Pero coincido con los irlandeses en que hay noches que las ciudades se ven hermosas.

Mario me pasó una mejor canción y video.

Have I been blind? / Have I been lost inside myself and my own mind / Hypnotized, mesmerized by what my eyes have seen


lunes, 13 de junio de 2011

Day 05 - a song that reminds you of someone

Hacía mi tarea en el comedor plastificado de la cocina de casa de mi abuela. Ella, como siempre, escuchaba la radio mientras tomaba nescafé con leche y conchas. Eran los ochentas y Michael Jackson se acababa de quemar la cabezota con las luces de un set. El locutor —hablando de los rumores sobre su vida solitaria— dijo que el cantante había comprado una cama de oxígeno para no envejecer y morir.

Mi abuela, que no tenía ni idea quién era Michael Jackson, dijo con seriedad y contundencia:

“La gente sólo se muere cuando se le olvida”

Entonces pensé que si pensaba todos los días en el negrito (futuramente) bicolor no se moriría. No sé por qué lo hice, a mí ni me gustaba su música. Pero durante mucho tiempo tuve la costumbre (¿hábito? ¿manía?) de pensar en el Jackson. No lo entiendo la verdad, pero bien recuerdo que apenas me despertaba pensaba: Michael Jackson, Michael Jackson. Así nomás. ¿Pues qué más iba a pensar?

De pronto, dejé de pensar en él. Supongo que los niños de la secundaria y la supuesta incomprensión de mis padres llenaban mi pensamiento dramático adolescente.

Pero hace un par de años, como sabemos, el negrito se murió. Yo me enteré por tuiter y cuando lo confirmaron, no pude evitar pensar: Hoy no pensé en él.


En aquel entonces, a mi mamá le gustaba Trigo Limpio y siempre que hacíamos el que hacer lo ponía.


"Tus ojos ya no me miran, son tus labios dos mentiras;
tu lengua, insulto y caricia, pero así me siento viva.
Prefiero ser pura sangre y que me tires de las bridas
que una muñeca de jade, un adorno en tu vitrina."



Y luego preguntan porqué estoy tan mal ¬¬

domingo, 12 de junio de 2011

Day 04 - a song that makes you sad

No he experimentado el dolor por la muerte de alguien. No sé lo que es extrañar a alguien que ya no está. Excepto cuando se termina una relación.

Duele saber que los sueños nunca se cumplirán. Las ilusiones de una vida juntos: los viajes, comidas y amigos que ya no serán. Seguro, al principio duele la razón. Infidelidades, faltas de respeto, diferencias enormes de ser y de pensar. Pero con el tiempo, lo que duele es no poder decirle lo que te hizo reír o enojarte durante el día. El hablar y que sólo te responda el eco. Porque nadie más te adivinará el pensamiento. Yo, que suelo ser tan desarraigada, me duele saber que alguien que me vio cambiar, nunca más lo hará.

Ya nada sirve los hubieran. Tampoco los buenos deseos de parte del otro. Sólo queda esperar tiempos más tranquilos.

He lastimado y me han lastimado. En la vida, no existen buenos y malos. Pero sí mucha pendejez y falta de valentía.

A mis añosh, sé que la vida sigue y puede ser extraordinaria... a pesar del dolor.



Aunque esta canción no habla de tristeza sino de buenos deseos, me pone triste. Ya que está dedicada a una vida lejos. Ya sé, pinche grupo de quinceañeras.


sábado, 11 de junio de 2011

Day 03 - a song that makes you happy

Estaba por cumplir dos meses de llanto. Que si no había tortilla, que hacía mucho frío, que no tenía amigos y mis caseros me pegaban (con la mirada). Todas las ilusiones y expectativas que tenía por irme a vivir en España se estaban yendo al carajo. Todo por culpa de un jamaiquismo chafa.

Entonces, comenzó a nevar. Cuando me asomé a la ventana del cuarto, vi una postal de Navidad: las copas de los árboles, antes encueradas, ahora tenían una capa blanca. Jardines, techos, banquetas y coches estacionados. Todo estaba nevado. Me vestí y corrí a la calle a pasear. En realidad, la nevada no había sido intensa. Sólo lo suficiente para causar caos vial y durar medio día. Por la tarde, cuando volví a casa, Madrid estaba lleno de charcos.

Vamos a Navacerrada me dijo Pedro Colombia cuando me quejé de la chafa nevada del día anterior. Un sábado cuando febrero estaba por terminarse, quedamos a las ocho en Atocha. Él llevaba un amigo. Los tres estábamos forrados hasta los dientes: chamarra de pluma, guantes, bufandas y botas. Pobres sudacas de tierra caliente. Tomamos un tren de cercanías rumbo a Navacerrada, el puerto de esquí de la comunidad de Madrid. Nos indicaron transbordar en un pueblito de cuyo nombre no puedo acordarme. Aún no había nieve pero sí mucho aire frío.

Un chú-chú y humo negro anunció al trenesito que nos llevaría al puerto. El interior de madera y asientos cubiertos de piel vieja, hacían que mientras avanzaba, el tren tuviera una personalidad especial. El sonido de la máquina era más fuerte que los modernos. Nuestras nalgas sonaban contra la piel y la madera crujía al subir. Poco a poco, el paisaje (montes llenos y re-llenos de pinos) comenzó a mancharse de blanco.

La estación de tren de Navacerrada estaba a las afueras del pueblito. Había que subir a pie. Tomamos la carretera, en las orillas había 20, 30 centímetros de nieve. La subida no fue fácil. El aire frío dificultaba respirar y molestaba a la cara. La blancura lastimaba mis ojos y por lo empinado y mi pésima condición física, comencé a sudar. Así que llegué a una cabaña media ciega, mojada y con frío. Un reconfortante caldo de algo hirviendo y con un chingo de grasa me reanimó.

Caminamos por algunas pistas de esquí, dejando que la nieve mojara nuestras botas y pantalones. Tomamos algunas fotos y dijimos ¿y ahora qué?. Ninguno sabía esquiar. Los convencí a rentar un trineo. Los colombianos me pusieron jeta como diciendo “eso es de niños”. Y el costo (¿6 euros? ¿18?) era demasiado para un estudiambre. Yo pongo la mitad. El trato (¿o lástima?) los convenció.

Arrastramos nuestro trineo rojo hasta una pista repleta de niños y principiantes del esquí. ¿Quién primero? Las mujeres por supuesto, así que caminé cuesta arriba. Cada pisada se hundía hasta la pantorrilla y tenía que inclinarme para subir. Además, el trineo pesaba, por más que pudiera deslizarse. Cuando llegué a la cima, respiraba con dificultad. Unos minutos después, estaba sentada en el trineo y movía las nalgas hacia adelante para empujarlo. Un niño pelirrojo me ayudó con un empujoncito y ahí salí yo, cuesta a abajo a toda velocidad.

“A toda velocidad” es un decir. Fue cómo aquella vez que me tiré en bicicleta del bordo de casa de mi abuelita. Cuando le perdí el miedo a patinar en hielo y crucé la pista en chinga. Cuando mi hermana me jalaba con la bici, a través de una soga, por la calle en patines. Fue tener menos de 13 años otra vez. Cuando las cosas sencillas son las que te hacen feliz.

Me aventé sola y acompañada. Bajé por lugares menos amigables, abriendo las piernas y gritando. Me aventé hasta que mis compañeros dijeron “para ya pinche Rosy”. Volví a Madrid con el pants empapado de las rodillas hacia abajo. Tuve que quitarme las calcetas y las botas.

Por primera vez desde que me había mudado, estaba feliz. Sin planearlo, me sentí eufórica y emocionada.


No fue la única vez. Esta canción la cantaba por las mañana con Lina. Cuando recién nos despertábamos y nos preparábamos para ir a trabajar. La bailamos y berreamos en pijama por todo el departamento.

viernes, 10 de junio de 2011

Day 02 - your least favorite song

Hay muchas cosas que no me gustan de mí: mi histeria premenstrual, lo necia que puedo llegar a ser, lo presumida y arrogante. Sin embargo, lo que realmente me caga es mi necesidad de ser perfecta en algunos aspectos, como el trabajo.

Y aunque me duele aceptarlo, está relacionado con el qué dirán. Sé que estoy muy lejos de ser perfecta, que hay que regarla para volver a intentarlo. También sé que no hay pedo con que me equivoque de vez en cuando. Entonces, cuando el madrazo me recuerda que nomás no la hice, me deprimo. Dejo de intentarlo y trago de más.

He aprendido que aunque el borregismo diga que siempre tenemos que ser mejores, no necesariamente está relacionado con la felicidad. Pero ahí estoy en la pendeja, deprimiéndome ante el fracaso.


Y como cualquier canción de Maná es una patada en los ovarios y no los voy a poner en mi blogsito, subo esta foto del grupo de facebook.


jueves, 9 de junio de 2011

Day 01 - your favorite song

Salgo. El aire de la tarde se mete en mi nuca. Está empapada de sudor al igual que mi espalda y panza. Y ese espacio entre las tetas. Mi sádico se pasó esta vez. Aún tengo adoloridos los brazos del día anterior y estoy segura que mañana no podré ni reír. Y eso que no hice todos los abdominales que me puso el desgraciado.

8:05 dice el reloj del coche. Bajo al centro. Me esperan en Plaza de Armas para el concierto de las 8:15. A las 8:20 ya estoy en Corregidora. Como no me gusta pagar estacionamiento, busco lugar en la calle durante 20 minutos. Es pinche miércoles y las calles del centro están repletas, como si fuera domingo. Me estaciono un poco lejos, 4 calles tal vez. Pero en mi estado, se sienten como 9.

Llego a la Plaza guiada por la música. Busco a mi Viejo. Estoy de pie entre la gente y los jovenchitos frente a mí fuman mariguana. Dicen que así se disfruta mejor el jazz. A los viejos que están sentados parece no importarles el olor. Tal vez hasta lo disfrutan. Hay niños corriendo tras los perros y padres corriendo tras los niños. Pero nada de Viejo. Saco mi teléfono. La batería está a punto de morir. Marco. Alza los brazos para verte, le digo. Veo las greñas castañas moverse entre la gente y contra el viento. El bajo hace un solo. ¡No te veo! ¡Levanta más las manos! Ahora brinca y agita los brazos. No me ha visto. Camino hacia él y lo saludo con un beso. Me toma de la cintura y me empuja hacia atrás. Yo me dejo caer, sé que está sosteniéndome. El beso continúa así, con los perritos de la fuente de fondo en vez de los anuncios del Times Square. Comienza el solo de piano.

En medio minuto, me quejo del tráfico, del gimnasio y del trabajo. Nos sentamos en el piso a escuchar. Los adoquines están tibios. Los músicos son realmente buenos. No sé en qué categoría entrarían estos de Andrea Balency Trío, pero son chingones. Qué lástima que sólo alcancé a escuchar 4 canciones.

Vamos a Tako Kong, le digo jalándolo del brazo calle arríba. Tako Kong es mi restaurant favorito por razones que ahora no diré. Escojer “favoritos” no es fácil. Es cómo esas preguntas inútiles de, ¿Si estuvieras en una isla desierta, que 5 libros/cds/vibradores te llevarías? Como buena sibarita, yo no le hago el feo a casi nada y elegir, entre comida española o italiana o gorditas me sería imposible. Pero hoy sí que puedo decir: Tako Kong es mi restaurant favorito.

En realidad, de lo que soy fan, es de los miércoles así.


Mi canción favorita me ha hecho perder followers, pfff. Acá el mix de los Chicos de la Tienda de Mascotas, con el que suelo bailar en calzones:


miércoles, 8 de junio de 2011

¿Fuimos a la luna?

Vía Rodrigo Solís, me enteré de este gran proyecto. Divulgación científica entretenida, inteligente. Con explicaciones sencillas y sin pretensiones.  Gente comprometida que ve la necesidad de informar, decir la verdad y fomentar la duda razonable.  Eso y más es Escépticos, una serie lanzada en el país Vasco y en internet (al mismo tiempo)

En este capítulo, no sólo los físicos son entrevistados.  La historia, la fotografía e incluso, la psicología opinan sobre... ¿fue el hombre a la luna?




"El conocimiento nos hace libres" eso lo dice un ruquito por ahí del minuto treinta y tantos. Y yo me levanté a aplaudir.

Véanlo, sigan el proyecto y lean estos blogs:

martes, 7 de junio de 2011

Challenge Accepted

El meme de 30-day song recorre los interwebs. Yo lo ví con Alice y me encantó. Así que decidí comenzarlo. Sin embargo, le quiero dar un toque más acá. Así que no hablaré de la canción o les diré por qué me gusta. Sólo colgaré el video.


Escribiré en su lugar, de otras cosas relacionadas con el tema. Excepto música. Además procuraré escribir algo que no haya escrito en este blog. O de menos, que no me acuerde que lo haya escrito porque tampoco me voy a poner a leer la historia.


A ver como funciona esto.

lunes, 6 de junio de 2011

Kung Fu master

Hace algunos días, uno de mis pequeños saltamontes me dijo: he leído tu blog. ¿Cuál de todos mis blogs, oh pequeño saltamontes? le pregunté. Y mientras desdoblaba el nudo que las piernas habían formado en su cuello, respondió: el de Kung Fu Life. Es extraño; no tienes facha de escribir, agregó.

Y como mi deber es instruirlo en base a razonamientos extremos, le inquirí: ¿No tengo facha de escribir o de Kung Fu master*?

De Kung Fu Master* dijo, retractándose 5 segundos después ¿o de escribir?. Entonces cayó en un loop infinito ¿de Kung Fu master*? ¿o escribir? ¿Kung Fu master* o? ¿de escribir de? ¿Kung Fu master*? ¿escribir o? ¿o Kung Fu de master*? ¿de o escribir?. Tuve que resetearlo a palazos.

Mi viejo es literato de pasta dura y algunos de sus amigos, al verme infundada en mi karategui**, me preguntaron si leía. A veces se me dificulta dar vuelta a las hojas, pero sí. Les respondí.

La respuesta correcta no lleva conjunción. Desde los 14 años, cuando inicié mi preparación de Kung Fu kid*** no he dejado de practicar ese arte milenario. Ni siquiera hace más de un año, cuando intenté renunciarlo. Y escribir es una constante desde hace 8 años.

El loop infinito que requiere reseteo a madrazos en el que cayó el saltamontes lo he tenido yo. En algún lugar de mi cerebro están grabados los:
  • Tantos años de estudio para terminar vendiendo biblias
  • Especialízate, estudia, sigue preparándote. (Para que no te coman el mandado)
  • ¿nenenenenene que vas a hacer? ¿Cuándo seas grande?
Lo bueno de la madrugada es que no necesito "ser algo". Sólo así, sin ser nada, puedo decidir lo que quiero hacer.



*computita
** traje sastre
***computitititita