miércoles, 23 de septiembre de 2009

Todo cabe en una manzana

Desde el 2001 que no pisaba suelo gringo. Había vetado de mis viajes al país de las barras y las estrellas ya que me parecía entretenimiento prefabricado: Disneylandias, malls, restaurantes temáticos. Incluso los museos se sienten demasiados perfectos y cuidados. Turismo para tontos, dije yo. Sí, le puse una etiquetota de Mickey Mouse al incomodísimo vecino. Debía haber algo más ¿Dónde averiguar?

[caption id="attachment_976" align="aligncenter" width="300" caption="NY desde Brooklyn"]NY desde Brooklyn[/caption]

Nueva York fue mi única elección. Esto debido a que tengo una seria obsesión con las ciudades. Me gusta ver diversidad, gente histérica, el amontonamiento. Mis vacaciones no son para estar tranquila. Son para comer mil cosas diferentes, caminar hasta cansarme, perderme y después reírme de mi sonsera. Me encanta ese sentimiento de haber domado una ciudad que desconocías apenas unos días antes. Hablo de ese sentimiento de triunfo que se regresa cuando ubicas sus zonas y te mueves con fluidez en sus medios de transporte. Cuando conoces sus costumbres y sus mañas.

[caption id="attachment_979" align="alignleft" width="150" caption="Radio City Music Hall"]Radio City Music Hall[/caption]

Conocer una ciudad por tus propios medios es como ir conociendo a un nuevo amante. Puedes incluso llorar por su trato inicial, le odias o lo amas a primera vista. En este sentido, Nueva York fue un amante muy gringo. Ni me asustó ni lo adoré los primeros días. Me recibió con una Budligth en la mano, sentadote en su sillón favorito mientras veía algún talk show para white trash. Nueva York me vio de reojo y me dijo "ah, ya llegaste, pues tu vele que encuentras". Una nacada para una ciudad que se dice cosmopolita, ¿no creen?

Supongo que lo sentí así por la sobre exposición que la ciudad ha recibido: mis series y películas favoritas se desarrollan en la isla y yo quería sentirme Carrie, Elaine, Robin o Annie Hall. Quería ser una newyorker que habla Prada. Ah, que bonita es la inocencia…

Sí, la cantidad de edificios enormes impresionan, pero eso ya lo esperaba. Sin embargo lo que no esperaba era la cantidad de gente que atiborra sus calles. En serio, ¿De donde sale tanta gente? A todas horas hay: en domingos, cuando deberían estar guardados trabajando, cuando es hora de comer o cenar, a las 4am... De nada me sirvió el entrenamiento recibido en la línea verde del metro del DF. Los peatones me atropellaron en la Quinta, en Central Park (bueno aquí eran ciclistas), en Times Square, en la tienda de Apple, en Forever 21, en China Town, en mi habitación del hostal…

[caption id="attachment_982" align="alignright" width="300" caption="Amigas en Times Square"]Amigas en Times Square[/caption]

Lo más impactante es que, a pesar de la cantidad de gente, sólo una vez viaje de pié en el metro. ¿Suerte de principiante o un excelente sistema de transporte? Yo digo que lo segundo. Aunque los vagones y estaciones son horribles (en la gran mayoría) es muy eficiente… y complicado. Varias veces terminé en Brooklyn, ya que estaba a dos estaciones de mi hostal.

Para moverte habilidosamente en el metro de Nueva York debes conocer la ubicación geográfica del todo: Manhattan, Bronx, Brooklyn y Queens. Entender que hay Downtown y MiddleTown. Debes saber el orden de las calles que cortan la isla en vertical y ser consciente si estás en el este o el oeste. Y es que las estaciones no tienen nombre (salvo las que si son estaciones de tren o autobuses). En vez de llamarse como algún héroe patrio, las estaciones indican la calle que pasa por arriba. Sin embargo, es muy diferente bajarte en la 34th que está en la Novena o en la Quinta. Si lo sabré yo.

[caption id="attachment_980" align="alignleft" width="150" caption="Chrysler Building y Central Station"]Chrysler Building y Central Station[/caption]

Además hay rutas que en el mapita recorren el mismo trayecto. Incluso pasan físicamente por las mismas vías. En mi inocencia pueblerina pensaba: "pues tomo la J o la V". Gran error. Algunas son más directas, otras se tuercen al final. Para acabarla de amolar, los vagones no te indican cual es la estación que sigue, ni siquiera tienen un mapita con el orden de las estaciones de la línea en la que vas. La siguiente parada te lo dice un señor/a por un altavoz que entendí el 5% de las veces.

Como a mi me gusta sufrir, los dos primeros días me los aventé sin mapita. Buscaba los que estaban colgados, que no eran muchos. Y para acabarla, mi dislexia ubicacional me jugó bien feo. Si te paras frente a las vías, hay un letrero que dice hacia donde va el Subway. Perpendicular a eso, hay otros letreros con flechita de ansina-derecho que dice para donde moverte si vas en el sentido inverso. Pues yo le hacía caso a ese último porque, el tren va así, ¿no? Que idiota.

Aún considerando todas las perdidas que me dí en el subsuelo niuyorkino, admito que es un excelente sistema de transporte. Pero el mejor fue sin duda, mis patitas. Caminé y caminé. Miraba todo, comía de todo. Así conocí y me enamoré de muchos de sus parques y jardines. Encabezados por Central Park, todos los jardines son hermosos: bien cuidados, con Internet, con sitios de descanso, áreas para perros, baños públicos y lugares para jugar ping-pong o ajedrez. El área abierta que forma parte de Central Park (que sale en todas las películas y series) se llama Sheep Meadow es de los mejores lugares del mundo. Ahí me quedé tirada como dos horas descansando, leyendo, dormitando. Washington Square, Bryant Park… cualquiera de ellos te invita a relajarte, a perder un poco del stress que una megaciudad te puede dar.

[caption id="attachment_983" align="aligncenter" width="300" caption="Sheep Meadow"]Sheep Meadow[/caption]

Por cierto, el clima en septiembre es perfecto: Un calorcito que calienta pero no asfixia y escasas lluvias.

En esta crónica no pueden faltar los perros. ¡Nunca les había visto tan civilizados! Ni a uno vi jalarse de la correa, sus dueños todos responsables con sus bolsitas recoge-cacas, caminaban como si ni llevaran un animal amarrado del cogote. La gente que los veía pasar tampoco les hacía mucho caso. De aquellos que tienen perros, mas o menos la mitad tiene dos. Y claro, la moda de mascota-accesorio se nota. Lo más curioso fue ver a esta perrita, que iba muy feliz en su andadera. Completamente vestida, movía la cola y se paraba. Ni en sueños mis perros se subirían a un artefacto para ser empujados. Y por supuesto, están los parques exclusivos para perros. Todos enrejados y con doble puerta, para que ninguno se vaya a escapar. Si, en la cultura perruna se nota el primer mundo.

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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Vete lejos

Me hice la fuerte, me tapé bien, revisé -por doceava vez- mis documentos y salí a la superficie. Seguía lloviendo a cántaros y apenas eran las 8am. Volví a mi refugio subterráneo. Sólo una hora más, pensé. Después de esa hora, me quedé otra más.

La estación de tren de Munich está bajo tierra, para juntarse con el metro, supongo. La practicidad alemana está incluso ahí: un pinche carril y ponte lista en las pantallitas monocromáticas del techo para que sepas que tren tomar. Olvídate de los colorsitos por línea.

Y esta rollo del idioma. Osco, fuerte, con demasiadas consonantes guturales para una mocosa acostumbrada a hablar en diminutivos. Hauptbahnhof es la estación central. Literalmente. Los alemanes no inventan el hilo negro al nombrar sus estaciones de tren.

También estaban las horas que llevaba sin dormir, el susto que pase en Stuttgart, el dolor de espalda provocado por el frío, el cansancio y el backpack. Seguía lloviendo y el nudo en mi estómago continuaba.

En resumen: la gran viajera que me creía ser estaba derrotada y sólo quería un chocolatito caliente de mamá.

[caption id="attachment_567" align="aligncenter" width="300" caption="Viajera sobre León"]León con guapa chica[/caption]

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No soy mucho de dar consejos. Pero si alguien me preguntara, sería ese: Vete lejos, viaja, conoce. Muérete de miedo si te siguen unos negrotes, ponte pedo en un antro gay. Viaja de noche, en barco o en tren. Viaja solo y con el dinero exacto. Aprende insultos en otros idiomas y llama a la cerveza por su nombre local (pint, caña, chop). Siempre di gracias en su idioma. Come todo. Fíjate en su gente, en sus viejos y sus perros. Salte del centro y lo turístico. De la clásica foto en la torre eiffel que suben los villamelones en el facebook.

Y si te atreves, no sólo viaja: VIVE LEJOS.

Al vivir, no sólo sufres o gozas. Al vivir dejas cachitos de tu ser regados en la gente, en sus calles. La diferencia en husos horarios no sólo te afecta con el jetlag. Te afecta cuando te sientes solo y es de madrugada en México. Nadie estará en el messenger para soportar tus quejidos. Tampoco estarán ahí cuando te emociones como escuincle al jugar con la nieve por primera vez.

Así que aprendes a arreglártelas, a que la derrota es parte del proceso y después te ríes de la pendejada de sentirte así. Entonces, te das cuenta que realmente no estás sólo. Tienes una rutina y has comenzado a formar una casa, un hogar. Comienzas a parecer un nativo más, al hablar, al vestirte, incluso al caminar.

Reina y yo teníamos una frase “¿Y sabes que? No pasa nadaaa”

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Regresé de Munich con una alegría que me duró semanas. No sólo sobreviví a la primera impresión, si no que gocé ese viaje como ningún otro hasta esa fecha. Los recuerdos aún perduran fuertemente y de vez en cuando, regresan sin haberlos solicitado, dejándome un sabor nostálgico en mis entrañas y una sonrisa en los labios.

Vivir en Madrid me marcó más que los tatuajes que llevo. A Madrid le he llorado más que a cualquier hombre. Madrid terminó de moldear a la persona que actualmente soy. Y tengo un miedo pavoroso de volver a Madrid.

Pero nada es gratis.

Para mí, el precio es que me cuesta mucho trabajo sentir que tengo un hogar, una casa. Un lugar del cual alejarme. La cosquillita de mudarme brinca cada que viajo, así sea al Distrito Federal. Estoy permanentemente insatisfecha, como en coitus interruptus de hogar.