domingo, 28 de noviembre de 2010

Rosario Castellanos (1925-1974)

1974. Rosario Castellanos murió algunos meses antes de mi nacimiento. Un accidente, me informa su biografía, le quitó la vida en Tel Aviv. En aquel entonces, desempeñaba un puesto diplomático en Israel. Su infancia y adolescencia la vivió en Comitán. La mención de Chiapas hace que lleguen a mi cabeza imágenes de Tzotziles y Tzetzales. Indígenas que conocí en un viaje que emprendí por el sur de México. Pienso en la selva, el contacto con los animales, el pensamiento indígena. Son elementos que trastocan y mueven. ¿Qué movieron en Rosario? La movieron en una trilogía de novela indigenista: “Balún Canán”, “Ciudad Real” y “Oficio de tinieblas”. Confrontaciones raciales que lastiman, que se intentan curar, pero siguen sangrando.

Rosario Castellanos se graduó de filosofía por la UNAM. Su juventud en la Ciudad de México la enfrentó a ser mujer y mexicana. Un México con un contexto político y social dominado por los hombres. Si bien, Rosario no tuvo que aislarse en un convento para poder escribir y pensar, no se quedo callada. Denunció en varios de sus ensayos y cuentos la discriminación y desigualdad que la mujer sufría. En “La mujer que sabe latín” y desde su trinchera como educadora, Rosario Castellanos invita a reflexionar sobre el papel de la mujer. “La mujer no es un varón mutilado”, reza una de sus líneas del libro.

Su antología poética es extensa y con altas dosis autobiográficas. En sus “Apuntes para una declaración de fe”, la autora critica la pérdida de amor e identidad. En cómo el hombre ha dado muerte a lo bello y se vendió ante el brillo de lo falso.

Porque si un día cansados de este morir a plazos
queremos suicidarnos abriéndonos las venas
como cualquier romano,
nos sorprende saber que no tenemos sangre
ni tinta enrojecida:
que nos circula un aire tan gratis como el agua.
Abanderó con pasión la causa femenina e indigenista, por lo que series de cuentos como “Album de Familia” o “Los convidados de agosto” reflejan su lucha en contra de la desigualdad. Rosario Castellanos también incursionó en el ensayo, e incluso, en el Teatro. Con ello buscaba que sus ideas llegaran a un público más amplio. “El Eterno Femenino” (teatro) y “El uso de la palabra” (ensayo) son dos muestras de ello.

1974. Cuarenta y nueve años son muy pocos para tener tanto que vivir, tanto que decir. Debido a que un accidente se llevó a esta grande de las letras, no puedo evitar pensar: ¿qué habría escrito del movimiento zapatista, de la caída del PRI? ¿Qué pensaría de ver su legado feminista materializado y, al mismo tiempo, pisoteado?

Autorretrato



Treinta y cinco, dice la resta
Tatuajes: tres; ciudades: dos
Cabeza, a veces, una
El maquillaje no oculta mis ojeras
Y tampoco endereza mi nariz
El rojo de mi pelo es artificial
Pero la sonrisa,
Mi sonrisa, esa es de verdad
Los días me los gasto
frente a un monitor
de nueve a siete
(con dos horas para comer)
Pago a tiempo la tarjeta de crédito,
Y los besos, al contado
Me debo más de un sueño
un sabor, un grito
Como soy aficionada a la tentación
No voy a misa ni me confieso
La verdad es que no creo en dios
Aunque si un poco en el diablo
Prefiero los perros a los gatos
Y los gatos, sobre los niños
Nunca aprendí a fumar
Pero sé como mentir
No uso perfume, ni mezclo tequila
Y le quito las pasitas al bran flakes.

martes, 23 de noviembre de 2010

Me rompí el diente roto


Tenía unos dientes enormes.  Yo era más dientes que niña. Mi boca no cerraba por completo; los dientes estorbaban para poder juntar los labios.  Por eso hacía muecas con frecuencia y la baba escurría con libertad, asquerosa libertad.
Una tarde soleada caminaba en Plaza del Sol con mi nieve Bing en mano.  Fiel a mi costumbre de buscar estrellas en el día, me estampé contra un poste con toda la cara. Es decir, con todos los dientes.  Fue así como me rompí uno de los dientes incisivos del maxilar superior. 
Mi madre me llevó al dentista quien completó el diente con un pedazo de acrílico de última tecnología.  Años después me pusieron b+r+a+c+k+e+t+s, me sacaron 28 muelas y torturaron mi boca mes a mes durante tres años para aventar los dientes de castor hacia atrás.
A los 15 mis dientes eran perfectos y dejé de babear.
Así se mantuvieron hasta hace algunas semanas, cuando me rompí, o mejor dicho, me tiré el cacho de diente postizo que me pusieron a los ocho.  Era de noche y estaba media congelada en el techo de una casa que está junto al río Querétaro.  La luna caía hacia el poniente (en realidad no sé dónde es el poniente, pero suena romántico) y había una estrella saltarina que me tenía hipnotizada.  Adivinaron, estaba borracha.
El vaso, uno de esos de vidrio grueso y tamaño no-me-chingues, fue el ejecutor.  Escuché el golpe astillado y al tragarme la cerveza, mi lengua lo confirmó: el diente, que a los ocho años había sido mutilado, estaba roto.
Bah, después me lo arreglo, pensé al día siguiente al ver mi sonrisa tronchada en el espejo y, fui a curármela con micheladas.
Casi un mes después, decidí dejarlo como está, con la orilla interior rota.  En una de esas divagaciones que tengo cuando veo a mis perros cagar, pensé: ¿Qué tan diferente hubiera sido mi vida si nunca lo hubiera arreglado? Ya saben, el efecto mariposa. Con una dentadura imperfecta…  ¿hubiera intentado no ser “doña señorita perfecta”? Ya sé, a veces pienso muchas cagaderas.
Lo que es cierto, es que me gusta mi diente roto.  Me siento bien cool y malota. Invento historias sobre su ruptura y me he aficionado a morder gente. Ggrrr

martes, 16 de noviembre de 2010

Chivo al hoyo

Ingredientes:
Un chivo
Dos hombres de los de antes familiarizados con la muerte, la sangre y la anatomía bovina
Una escalera (para colgar al chivo)
Una tina con un poquito de polvo
Un cuchillo rompecarnes
Sal al gusto
Pencas
Un hoyo
Un baile en el pueblo
Una gordita querendona
Caguamas a indiscresión

Instrucciones:
1. Matar al chivo y sacarle lo de adentro

2. Ir al monte por a cortar las pencas


3. Encender el carbón y las piedras con lumbre.
4. Aguadar las pencas en esa lumbre.

5. Meter al chivo muerto al hoyo, tapándolo con las pencas y
un costal pa' que no le caiga la tierrita
6. Echarle tierra al hoyo
7. Ir al baile del pueblo y ligarse a una gordita bailadora
8. Dormir alcoholizado
9. Despertar, tomarse una caguama y sacar la tierra del hoyo

10. Sacar la carnita del hoyo

11. Servir en tortillas con salsa mientras los absortos pensamientos dicen "dijisteee que me queríaaaass"

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Hace unos días, fui al 2004


Todo estaba ahí, como dice la canción de JuanGa, en el mismo lugar y con la misma gente.  Las fotos enormes de Thalía y el Putrillo en la pared rosa mexicano de la sala. Más pequeñas y deslavadas, las fotografías de los ídolos del cine mexicano: Jorge, Pedro, Cantinflas y Etcéteras.  Del techo colgaban piñatas, papel picado y lámparas de latón y papel. Debido a la época del año, había algunos fantasmas y calaveras colgando también.  Ni siquiera han cambiado los televisores que pasan videos noventeros.  Son de esos que tienen un enorme fondo y rejitas para la ventilación.
El alcohol adulterado era gratis por ser Ladies Night y las meseras, siguen usando el sexy traje de colegiala. Supongo que la fantasía de adolescentes putitas nunca estaráout.  Lo único que ya no estaba, era mi galán (imaginario), con quien sostuve un apasionado romance (imaginario) y que terminó por celos profesionales (imaginarios). 
En aquellos tiempos, mis amigos y yo solíamos ir al antro ese.  Yo gritaba, bailaba y me emborrachaba sobre las sillas hasta las 2:00 de la mañana.  Más de una vez, mi amiga X y yo, nos ganamos un pomo, por berrear como poseídas.  Sí, éramos más jóvenes y menos sabias.
Esta vez, fui porque Vedder tocaba (No Eddie Vedder, o-bvi-o).  Hace mil años que no veía a Vedder.  Es más, nunca había escuchado los guitarrazos de Vedder, a quien ahora, lo llamo por el nombre que le puso su mamá.  Vedder es, en mucho, responsable de que haya migrado de Guanatos a Querétaro, ya que me consiguió trabajo.
Mientras veía tocar al Jesucristo del Rock* tocar Cielo por tu luz, por esa caricia, pensé en esos años de locura juvenil.  Sin duda, fueron buenos años.  Muy buenos.
Pero no los extraño.
Y no porque ya haya “parrandeado” mucho y ahora me comporto. “Ya crecí”.  No lo extraño, porque ya no soy esa.  Los tequilas siguen, pero el escenario y los participantes son otros.  Ahora, prefiero la música original o de plano, la rockola de cantina.  Me gusta más platicar y alburear, a contorsionarme encima de una mesa.
La nostalgia es buena, hace que el corazón se sienta tibio.  Pero yo no vivo de los “viejos buenos tiempos”.  No quiero escuchar covers noventeros, ni vivir lo que ya viví.


* Mi viejo le puso ese apodo a Vedder: El Jesucristo del Rock. Dice que toca su guitarra extasiado y en completo trance, crucificando al Rock en cada uno de sus acordes. Que hace gemir a Magdalena, su guitarra. Y muere cada domingo, para resucitar el siguiente fin de semana. Eso dice.

La parodia de Sex & the city


Durante las 6 temporadas de “sex & the city” fui fan.  Amé la primera película, un gran remate para la serie.  Pero en la segunda película, Carrie y compañía se volvieron una caricatura de sí mismas.  Exageraron y, lamentablemente, terminaron dándole en la madre a lo logrado durante tanto tiempo.
¿No fueron demasiado los cisnes? Le pregunta el amigo puñal a Carrie durante la boda. SI FUE DEMASIADO.  Alguien consideró que caminar por la Quinta Avenida con zapatos de diseñador era muy poco.  Por eso, las mandaron al medio oriente para que caminen en tacones por la arena, seguidas por sirvientes que les llevan champagne.  ¿Sexo en los bares? Bah, mejor escandalicemos musulmanes en un mercado por traer condones.
¿Y hacer drama por las infidelidades de Big? mñee, hagamos drama por un besito con Aidan.
Lo repito: fue demasiado.  ¿Era necesaria la caricatura? Incluso, como auto-parodia, es pésima.
A los escritores se les olvidó que, lo que nos gustaba de la serie no eran los zapatos de diseñador o lo caliente de Samantha.  Era vernos reflejadas en ese drama amoroso, en las personalidades de las protagonistas, en el apoyo sentimental que se daban.  En la última película, los hombres se difuminaron e incluso, perdimos a Big.
La serie de las solteras calientes no sobrevivió al matrimonio feliz. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Perdiganar


¿Han tenido esa sensación? Que a pesar del triunfo evidente, el fracaso se queda en la espalda.  O viceversa, ante un fracaso rotundo, hay un sabor dulce en la boca (suponiendo que les gusta el dulce).  No hay que confundirlo con una resignación idiota o con el clásico “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”.  Incluso, los Killers le hicieron una canción: Mr. Brightside.
Hoy perdigané y me sentí felitriste por ello.  Llegué a casa sintiéndome melancoentusiasta y cuando me vi en el espejo, me encontré bonitahorrible.  No, no es doble personalidad.  Al contrario, es un solo sentimiento, que tiene dos caras.  Supongo que así es mi personalidad y por eso, mi fracaso estrepitoso en grupos extremos.
En este pequeño post, el WIN o el FAIL absoluto no tienen lugar.  Váyanse con su manita a otro lado.