viernes, 19 de abril de 2013

Acomodos camatorios

Antes de que mi Maridaje se mudara con nosotros, yo dormía con los perritos. Mejor dicho: mal dormía, porque conforme Scampi fue creciendo, me iba empujando de la cama. Pero la llegada de un hombre a mi cama significó que los perritos se fueran a la suya. Al principio, era una cama de humanos, que estaba en el cuarto de la tele. Después, cuando empezamos a utilizar esa cama para actividades recreativas, los perritos se fueron a sus camas perrunas, al cuarto de la computadora. 

Al principio estaban sacados de onda, pero dos o tres noches después empezaron a irse a dormir con la orden “a su habitación”. Bajaban las orejas y la cola, pero al final y sin hacer drama se echaban a completar sus 21 horas de sueño reglamentarias. Así estuvieron un buen tiempo. Entonces pasó que nos hicimos adictos a las series de televisión británicas (aka telenovelas), a las de zombis y a las de asesinatos. Compré un par de camas perrunas para el cuarto de la televisión y mientras la televisión sangraba, los perritos dormían plácidamente. Al apagar la tele, cada quien se iba a su habitación. 

Pero entonces llegó el frío y Scampi comenzó de chípil y justo antes de que dijera “a su habitación”, el güerito se iba a la nuestra. Entonces hice lo que debía: llevé sus colchones a nuestra habitación. A veces Scampi ronca. Otras veces mi maridaje ronca. Y me despiertan. (Otras veces ronco yo, pero no me despierto). Y más de una vez, desperté con el corazón en la boca porque se ponían a ladrar. En resumen, no duermo tan plácidamente. Pero no me quejo, me gusta que durmamos todos juntos. 

Un fin de semana, que los perros estaban bañaditos y olían a perfume, le pedí a mi Maridaje que les permitiéramos subir a la cama. “Mientras vemos a Dog with a blog, nada más”. Le puse ojos de Gazpachito asustado y cedió. Ahora, los cabrones se quieren subir siempre. Como que de pronto se acordaron de cuando dormían en la cama. Cada noche es igual. Se sientan muy derechitos y con los ojos fijos en nosotros. Mueven las patitas delanteras con ansia, como conteniendo que las de atrás los catapulten a la cama. Entonces les digo con voz firme: “ya, a su cama”. Scampi y Gazpacho meten el rabo entre las patas y arrastran su desdicha a su mullida cama.

2 comentarios:

Dib dijo...

Durante toda mi vida mi familia ha tenido perros como mascotas.
Grandes, pequeños, peludos, como sea. Y siempre ha existido la regla de que el perro NO ENTRA A LA CASA.

No sé si sea porque así me criaron o porque nunca he tenido un lazo importante con alguna de mis mascotas, pero no me imagino durmiendo con perros.

¡Pero qué poder!

La Rosy dijo...

Los perros tienen instinto de manada y por eso les gusta estar todos amontonados con nosotros. Los humanos que dormimos con ellos estamos enfermos, snif.

Yo la verdad no entiendo cómo dejan a los perros fuera. Mis perros fueron mis hermanitos y aunque había reglas, siempre estaban dentro de casa.

Estoy tan acostumbrada a su presencia que cuando estoy en casa de mis papás sin ellos, me siento extraña. Así se hizo una, ya qué.